Los dos movimientos nacionalistas rivales caminan hacia su unificaci¨®n
El Directorio Militar de Etiop¨ªa tiene el proyecto de utilizar a una masa de campesinos armados con viejos fusiles para reconquistar la ?provincia rebelde? de Eritrea. Inspirados seguramente por el ¨¦xito de la marcha verde de Hassa sobre el S¨¢hara, los hombres de la Junta Militar de Addis Abeba se han lanzado a una aventura que los nacionalistas eritreos han calificado ya de ?genocidio?. Genocidio, seg¨²n los nacionalistas, en un doble sentido: primero porque estos campesinos et¨ªopes, enrolados por hambre, constituir¨¢n una horda indisciplinada, feroz por su propia debilidad, capaz ¨²nicamente de una t¨¢ctica de sangre y fuego, porque cuando los pobres campesinos, armados con fusiles de antes de la guerra mundial, tropiecen con las, experimentadas, bien equipadas y numerosas guerrillas eritreas, van a convertirse en carne de ca?¨®n.Que el Gobierno et¨ªope haya adoptado semejante proyeto evidencia las graves dificultades del r¨¦gimen: el Ej¨¦rcito et¨ªope, con todos sus medios, ha sido incapaz de aplastar a los nacionalistas eritreos un movimiento que comenz¨® hace quince a?os.
Una guerra secreta
Si hay un conflicto condenado a ser una ?guerra secreta? es el de Eritrea. Todos los factores concurren para que el mundo ignore un asunto en el que, sin embargo, intervienen decenas de millares de combatientes, en el que se juega la existencia de una naci¨®n y el equilibrio en una zona tan estrat¨¦gica como es el Mar Rojo.
No hay, en primer lugar, politizaci¨®n a nivel mundial del conflicto, puesto que tanto los Estados Unidos como Rusia, e incluso China, pretenden mantener buenas relaciones con el r¨¦gimen de Addis Abeba. No se da, pues, el apoyo socialista que tanto ha beneficiado a los Movimientos de Liberaci¨®n africanos, y aunque los paises ¨¢rabes proporcionan ayuda material sufiente, no pueden competir con los socialistas en el campo de la propaganda mundial.
En segundo lugar, a nivel diplom¨¢tico Eritrea es un tema tab¨². La OUA, caja natural de resonancias de los Movimientos de Liberaci¨®n, no puede olvidar que Etiop¨ªa es pr¨¢cticamente su progenitora, que Addis Abeba es la sede natural de la Organizaci¨®n. De ah¨ª que el principi¨® del ?respeto a las fronteras heredadas de la colonizaci¨®n? se observe a rajatabla y la OUA ignore al nacionalismo eritreo.
?Qu¨¦ es Eritrea?
?Qu¨¦ es Er¨ªtrea? ?Una provincia secesionista o una colonia rebelde? Tal vez sea una curiosa colonia cuya metr¨®poli no est¨¢ en Europa, sino en la misma Africa negra. Para entender el caso de Eritrea hay que tener en cuenta que hace s¨®lo veinte a?os era un Estado con bandera, Constituci¨®n, Parlamento y Gobierno propios, federado con Etiop¨ªa mediante un pacto que este ¨²ltimo pa¨ªs no respet¨®. Luego, poco a poco, se produjo un proceso de anexi¨®n simple, que culminar¨ªa con la conversi¨®n del Estado eritreo en provincia,- lo que provoc¨® el levantamiento armado que, ha durado hasta hoy.
Eritrea es un pa¨ªs de 119.000 kil¨®metros cuadrados (la cuarta parte de Espa?a), situado en la ribera meridional del Mar Rojo y poblado por unos cuatro o cinco millones de personas, que debido a su situaci¨®n litoral han sufrido la influencia isl¨¢mica: m¨¢s de la mitad de la poblaci¨®n es musulmana y el ¨¢rabe es utilizado como lengua franca por las diferentes tribus. La islamizaci¨®n es uno de los factores que diferencian culturalmente a eritreos y et¨ªopes, pues ¨¦stos han conservado durante siglos su identidad gracias a que habitan en un pa¨ªs interior y monta?oso, donde no pudo llegar la marea ¨¢rabe.
Dejando aparte si en alg¨²n momento del oscuro pasado Eritrea fue feudataria de alg¨²n ?Negus? et¨ªope, el caso es que cuando el Congreso de Berl¨ªn traz¨® las fronteras de Africa (1885), aparecieron los dos pa¨ªses como entidades distintas. Eritrea se convierte en colonia italiana en 1890, mientras que Etiop¨ªa resta como el ¨²nico territorio negro que no se reparte entre las potencias europeas. La primera vez que los dos pa¨ªses se unifican de forma indiscutible es en 1935, cuando los italianos invaden Etiop¨ªa y la incorporan al Imperio Fascista. Pero en 1941 los ingleses derrotan a los italianos y ambos pa¨ªses vuelven a separarse. Etiop¨ªa recupera entonces su independencia mientras que en Eritr¨¦a se establece una Administraci¨®n fiduciaria brit¨¢nica.
En los diez a?os siguientes y bajo la tutela brit¨¢nica se desarrolla el nacionalismo eritreo, que reclama la independencia. Pero paralelamente Etiop¨ªa reclama tambi¨¦n una salida al mar. El hecho de haber sido la primera v¨ªctima del fascismo -y el padrinazgo que comienza a otorgarle Washington- llevan a la ONU a intentar complacer al pa¨ªs de Haile Selassie sin abandonar el derecho a la independencia de las antiguas colonias. La f¨®rmula hallada es una Federaci¨®n entre Etiop¨ªa y Eritrea que respete las enormes diferencias pol¨ªticas existentes entre ambos pa¨ªses: un r¨¦gimen feudal el primero, una democracia parlamentaria el segundo.
Desde el momento en que la Federaci¨®n comienza a funcionar, Etiop¨ªa muestra su voluntad de no respetar el Pacto Federal. Poco a poco, Gobierno, Parlamento, Constituci¨®n y bandera de Eritrea son eliminados por el poder imperial, que tambi¨¦n prohibe los partidos pol¨ªticos y la ense?anza en lenguas eritreas. Finalmente, en 1962 -en v¨ªsperas de un referendum que la ONU hab¨ªa previsto para ratificar la Federaci¨®n cuando alcanzase diez a?os de vida-, Haile Selassie consuma la anexi¨®n proclamando que Eritrea es una provincia del Imperio, y as¨ª Eritrea desaparece de la faz del mundo.
La lucha de liberaci¨®n
Un a?o antes de este acontecimiento, las fuerzas nacionalistas, que han agotado las v¨ªas pac¨ªficas y legalistas, forman un Frente de Liberaci¨®n de Eritrea (FLE) que inicia la lucha armada en las regiones m¨¢s agrestes bajo el mando de Hamad Idriss Awati. Se van a suceder entonces varios a?os de guerra sorda. Los eritreos reciben solamente ayuda de algunos reg¨ªmenes progresistas ¨¢rabes, Siria, Irak y Yemen del Sur, y cierto respaldo pol¨ªtico de la Tricontinental cubana. Sud¨¢n, su ¨²nica retaguardia posible, que los tolera durante a?os, lleg¨® a un acuerdo con Etiop¨ªa ¨¢ finales de la d¨¦cada. Addis Abeba cortar¨¢ el apoyo a los secesionistas negros del Sur sudan¨¦s y Khartum. bloquear¨¢ al FLE.
El aislamiento internacional se ve agravado por una crisis interna que desemboca en la escisi¨®n de las fuerzas nacionalistas. En 1971 aparecen las Fuerzas Populares de Liberaci¨®n de Eritrea (Fp) y en los cuatro a?os siguientes va a desarrollarse una aut¨¦ntica guerra civil entre FLE y FP, de consecuencias dram¨¢ticas.
Pero pese a todas estas contrariedades la guerrilla se mantiene. El Ej¨¦rcito et¨ªope, que recibe el mayor volumen de ayuda militar americana de Africa, y que est¨¢ instruido por expertos en contrainsurgencia israel¨ªes, es incapaz de resolver un problema que no es militar. s?no pol¨ªtico. Efectivamente, las poblaciones rurales, sometidas como, toda Eritrea al despotismo et¨ªope, se identifican con los guerrilleros y les prestan un apoyo que permite ampliar cada ,vez m¨¢s la esfera de influencia nacionalista.
Por otra parte, en 1971 tiene lugar el Primer Congreso del FLE, en el que se apuntan tendencias m¨¢s progresistas frente al nacionalismo conservador de los ?notables? fundadores del movimiento. Sobre el terreno, los guerrilleros se van convirtiendo en revolucionarios, lo que aumenta su efectividad.
El desastre et¨ªope
Finalmente, la guerra colonial de Etiop¨ªa en Eritrea tiene un desenlace t¨ªpico: crisis pol¨ªtica en el r¨¦gimen de la metr¨®poli, desencadenada por un Ej¨¦rcito harto de una guerra sin victorias. En 1974 los militares et¨ªopes se alzan contra el Negus, y contra un r¨¦gimen anacr¨®nico que ha provocado ese a?o la muerte de hambre de. 100.000 campesinos.
Pero el Ej¨¦rcito et¨ªope no hace la revoluci¨®n como el Ej¨¦rcito portugu¨¦s, para salir de la guerra colonial, sino para ga?arla. En los primeros meses, la Junta de Addis Abeba, presidida por un general de origen eritreo, intenta solucionar pol¨ªticamente el conflicto, pero ya es demasiado tarde, despu¨¦s de catorce a?os de muertes. Entonces los militares cambian de m¨¦todo y se lanzan a una guerra total contra los guerrilleros... Pero descubren que en esos meses de tregua ¨¦stos han avanzado considerablemente, consiguiendo que toda Eritrea se levante tras sus consignas.
En enero del 75 tienen lugar los m¨¢s duros combates de toda la guerra. El resultado es desastroso para las Fuerzas Armadas de Etiop¨ªa, que ven perdida su capacidad operativa y se encuentran constre?idas a mantenerse a la defensiva en unas cuantas ciudades El resto del pa¨ªs est¨¢ en manos de las guerrillas, que se mueven con toda libertad, manteniendo la presi¨®n sobre los centros urbanos y reclutando miles y miles de voluntarios -entre ellos muchos cientos de desertores de la Polic¨ªa-, con los que empiezan a formar un aut¨¦ntico Ej¨¦rcito de liberaci¨®n.
Adem¨¢s, la gravedad de la coyuntura fuerza a FLE Y FP a revisar sus relaciones, que de la hostil?dad pasan a, la toleraacia y, a la cooperaci¨®n. Los guerrilleros de ambas organizaciones descubren que no hay realmente divergencias fu ndamentales entre unos y otros. En cambio, se agudizan cada vez m¨¢s las diferencias con la ?direcci¨®n exterior?, con los viejos naciorialistas que lanzaron la lucha pero se han quedado desfasados por su conservadurismo. En verano del 75 tiene lugar el Segundo Congreso del FLE, en el que el conservador Idriss Mohamed Adam, que lleva a?os fuera de Eritrea, es sustituido por un hombre ?de dentro?, de la guerrilla, Ahmed Nasser. Simult¨¢neamente el Congreso determina hacer todos los esfuerzos necesarios para -conseguir la unificaci¨®n con FP, y comienzan a darsellos primeros pasos en este sentido.
Seg¨²n algunos observadores, los problemas de los nacionalistas son m¨¢s de orden pol¨ªtico que militar. Necesitan lograr la unidad para no. verse enfrascados tras la independencia en una guerra civil como la de Angola. Necesitan que el mundo reconozca su derecho a la soberan¨ªa, para no encontrarse luego con el ostracismo internacional -hasta ahora s¨®lo cuentan con la simpat¨ªa de los pa¨ªses del bloque ¨¢rabe-. Necesitan incluso, seg¨²n la opini¨®n de algunos jefes guerrilleros, que el pueblo eritreo pase por un per¨ªodo de ?educaci¨®n en la lucha?, ahora que todo el mundo se ha implicado en ella.
En cuanto al combate con los et¨ªopes, es una batalla ganada a plazo m¨¢s o menos largo, y ¨¦sto no es simple propaganda.
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