Vuelve el f¨²tbol a Vallecas
La afici¨®n rayista ya no tendr¨¢ que trasladarse al estadio de Vallehermoso para ver jugar a su equipo. A mediod¨ªa de ayer, el gobernador Civil de Madrid, Garc¨ªa Siso, hizo entrega al presidente de la agrupaci¨®n deportiva Rayo Vallecano, Marcelino Gil, del nuevo estadio de Vallecas.El ¨²ltimo partido de la presente edici¨®n de Liga, a disputar el d¨ªa 6 de junio, coincidir¨¢ con el primero que se dispute en el nuevo campo. En esa oportunidad, el cuadro rayista tendr¨¢ como rival al Valladolid. Sin embargo, la inauguraci¨®n oficial del estadio se har¨¢ el mes de agosto. Entre los d¨ªas 6 y 10 de este mes -a¨²n no hay fecha fija- el Rayo Vallecano se enfrentar¨¢ a un combinado de los dos equipos madrile?os de Primera Divisi¨®n: Real Madrid, campe¨®n de Liga, y Atl¨¦tico de Madrid.
El nuevo estadio tiene un aforo de 17.500 personas. El setenta y cinco por ciento de las localidades son de asiento; s¨®lo en las gradas de fondo se ver¨¢n los partidos de pie. Anexas a las instalaciones del campo se han dispuesto canchas de baloncesto y balonmano.
Cuatro a?os de espera
En diciembre de 1972, el entonces delegado nacional de Deportes Juan Gich, hizo una visita al viejo campo del Rayo Vallecano. En aquella oportunidad, y en atenci¨®n a los deseos de la junta directiva del club, prometi¨® que construir¨ªa en breve espacio de tiempo un nuevo estadio. Las obras comenzaron un a?o despu¨¦s, en diciembre de 1973. En ese tiempo, a nivel de directivos del club, se produjo un hecho trascendental en la futura marcha de la entidad: el 10 de febrero de 1973 dimit¨ªa de su cargo de presidente Pedro Roiz, al que sustituir¨ªa Marcelino Gil, el actual primer mandatario.La construcci¨®n del nuevo estadio se adjudic¨® a la empresa Comilsa. Los doce meses previstos en la finalizaci¨®n de las obras, sin embargo, se convirtieron en veintinueve. El retraso fue debido a problemas laborales.
La direcci¨®n de la compa?¨ªa no supo o quiso dar salida a las reivindicaciones de sus asalariados. Ante esa actitud empresarial, los obreros decidieron ir repetidas veces a la huelga.
La junta directiva del Rayo Vallecano plante¨®, por su parte, quejas ante Comilsa. La empresa constructora no cumpl¨ªa el plazo de las obras. Las excusas eran siempre las mismas. Temas pol¨¦micos, adhesiones a la actitud de otros trabajadores del ramo y reivindicaciones olvidadas daban lugar a que la construcci¨®n avanzase con lentitud.
Al finalizar la Liga de 1974-1975, en junio, a la directiva del club rayista se la hizo la promesa de que para octubre -noviembre a lo sumo- el equipo, en expresi¨®n ya popular, ?volver¨ªa a casa?. La desilusi¨®n hizo nuevamente presa en la afici¨®n vallecana, que durante la presente temporada tendr¨ªa que seguir acudiendo al estadio Vallehermoso para ver jugar a su equipo.
P¨¦rdidas cuantiosas
Aunque la Agrupaci¨®n Deportiva no desembols¨® grandes cantidades en la construcci¨®n del nuevo estadio, las p¨¦rdidas del club pueden considerarse como cuantiosas. A t¨ªtulo orientativo citaremos la deserci¨®n de cientos de socios. Cuando el equipo abandon¨® -en octubre de 1972- Vallecas, 6.000 personas pagaban su cuota mensual. El primer a?o en el Vallehermoso, aquel n¨²mero se redujo a 2.500. En la actualidad, el Rayo cuenta con 5.400 socios, es decir, seiscientos menos que hace cuatro a?os. Las p¨¦rdidas, entre traspasos y d¨¦ficit acumulados se pueden evaluar en unos cincuenta millones de pesetas.El nuevo estadio, no obstante, no implicar¨¢ nuevos precios para los aficionados. Las entradas costar¨¢n lo mismo que en el Vallehermoso y la cuota de los socios, durante la temporada 1976-1977 al menos, no variar¨¢: 150 pesetas al mes.
Un equipo animoso
La definici¨®n que mejor podr¨ªa encajar en el Rayo Vallecano ser¨ªa la de un equipo animoso. Durante a?os ha luchado por conseguir un solo objetivo: conseguir el ascenso a Primera Divisi¨®n. Las ¨²ltimas cuatro temporadas, sin embargo, se ha visto obligado a luchar contra unas circustancias que bien hubieran podido significar el descenso a Tercera. La m¨¢s importante, precisamente, la del terreno de juego. El Vallehermoso, un estadio que utilizan desde lanzadores de martillo hasta lanzadores de jabalina, no present¨®, nunca las condiciones id¨®neas de hierba y campo liso para la pr¨¢ctica del f¨²tbol. Todo lo contrario: los agujeros -l¨®gicos- son tantos y tan grandes que imposibilitan el dominio del bal¨®n.No obstante, y durante a?os, el equipo vallecano ha alimeniado a los equipos grandes de valiosos jugadores. En una r¨¢pida ojeada por el panorama de la Primera Divisi¨®n madrile?a nos encontrar¨ªamos con Benito, Jos¨¦ Luis Aguilar... todos ellos futbolistas educados en el Rayo Vallecano.
Ahora, con el nuevo estadio, el presidente del club no ha podido dejar de manifestar los viejos y perennes anhelos: ?Despu¨¦s de cuatro a?os en la Vallehermoso esto es un bal¨®n de ox¨ªgeno que servir¨¢ para que comencemos una nueva etapa, para que nos empe?emos en unas metas: una de ellas, por supuesto, el ascenso. ??
Una afici¨®n ejemplar
Es verdad que durante el primer a?o en el Vallehermoso se produjeron miles de deserciones. Cierto que a¨²n hoy el n¨²mero de socios est¨¢ por debajo del que exist¨ªa en 1972. Pero esos seiscientos abonados que necesita el club para igualar aquel n¨²mero hablan mucho y bien de la afici¨®n de Vallecas, de un barrio populoso y con personalidad propia.Durante veintinueve meses, cientos de aficionados se vieron los domingos obligados a cruzar pr¨¢cticamente Madrid para ver a su equipo, para aplaudir su juego, para disfrutar con la victoria de sus colores. Fueron tiempos ingratos para unos seguidores fieles, fueron ligas desesperantes para socios ejemplares. Ya no se volver¨¢ a repetir la comida a las tres y media de la tarde, la hora en que los d¨ªas de partido deb¨ªan hacerla aquellos que se desplazaban a Vallehermoso. Ya no habr¨¢ necesidad de correr al final del encuentro para subir al autob¨²s de la pe?a que hac¨ªa el trayecto Vallehermoso-Vallecas. El f¨²tbol ha vuelto a casa.
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