Los espa?oles que ir¨¢n a las urnas
Luis Gonz¨¢lez Seara ha declarado recientemente en Lisboa que ¨¦ste era un peri¨®dico de centro liberal, matizando despu¨¦s que, a su juicio y en cierta medida, se trataba de una izquierda liberal. Nada que oponer. Ni a lo que Gonz¨¢lez Seara dice ni a cuantas opiniones dispares y algunas hasta contradictorias se expresan sobre EL PAIS. Los peri¨®dicos sobre todo los que como ¨¦ste aspiren a la independencia deben dejar a sus lectores el cap¨ªtulo de las definiciones acerca de ellos mismos. A fin de cuentas en este negocio uno acaba siendo siempre como le ven los dem¨¢s, y no como quiere o pretende uno ser.Pero las declaraciones del presidente de Cambio-16 me sugieren alguna meditaci¨®n en torno a la naturaleza del espectro pol¨ªtico espa?ol. Si es posible hablar de una l¨ªnea-centro-liberal-progresista como la que nos adjudica, hay que convenir en que el esqueleto ideol¨®gico de este pa¨ªs se ha transformado bastante en los ¨²ltimos a?os. Por eso, uno de los problemas esenciales que tienen los incipientes y numerosos partidos pol¨ªticos en formaci¨®n es el descubrimiento de la cara oculta del electorado. A saber, c¨®mo va a comportarse ¨¦ste frente a las soluciones por ellos propuestas, y si le hacen o no mella las posiciones de principio de las que parten casi todos los grupos en gestaci¨®n.
La ausencia durante casi medio siglo de un sondeo electoral genuino en Espa?a nos impide ver hoy con claridad cu¨¢l es la estructura real de los votantes. Cuantos intentos de aproximaci¨®n se han hecho al caso han tomado como modelos o esquemas comparativos el espectro italiano o el franc¨¦s. Algunos incorporan la experiencia portuguesa despu¨¦s de la revoluci¨®n de abril. Pero hay que decir que si todos ellos pueden valernos como referencia, ninguno ha de hacerlo como ejemplo. La realidad es que unas elecciones generales, aqu¨ª y ahora, no se sabe que resultado final arrojar¨ªan. Ni es posible predecir a¨²n siquiera las l¨ªneas maestras de los programas de los principales partidos en liza.
Lo sucedido d¨ªas atr¨¢s con la exposici¨®n de los llamados programas econ¨®micos de la oposici¨®n es revelador al respecto. Se puede concluir que salvo los comunistas y, en cierta medida, el PSOE, la oposici¨®n no tiene programa econ¨®mico alguno. El espect¨¢culo de ver a los representantes de la derecha liberal y democr¨¢tica con etiquetas pseudoizquierdistas- defendiendo nacionalizaciones a troche y moche frente a la prudencia del PSOE y del propio PC en este toma, es verdaderamente estremecedor. A este paso los partidos van a concurrir a las elecciones con declaraciones de principios pero no con programas de gobierno. Se me dir¨¢ que la oposici¨®n ha tenido y tiene a¨²n muchas dificultades para trabajar y manifestarse. Pero ese no es el tema. Lo que sucede es que la oposici¨®n, y el propio r¨¦gimen, no sabe muchas veces qu¨¦ puede dar y qu¨¦ puede tomar de las opciones pol¨ªticas en juego a corto plazo, sin asustar o decepcionar al electorado. En una palabra, desconoce c¨®mo es la clientela.
Si de lo que la oposici¨®n trata, como parece, es de concurrir a una alternativa de poder posible que suponga la normalizaci¨®n pol¨ªtica espa?ola y no de entrar en una v¨ªa revolucionaria, es preciso reconocer que la oferta pol¨ªtica que exhibe es todav¨ªa lo suficientemente difusa como para que quienes la voten sean s¨®lo los adictos y los entusiastas. Lo mismo puede decirse respecto a la actitud de los grupos del r¨¦gimen, que parecen fundar su permanencia o aspirar a la victoria s¨®lo en virtud de adhesion es incondicionales o emocionales y no de opciones pol¨ªticas electorales. Pero hay extensas ¨¢reas de ciudadanos que en una situaci¨®n democr¨¢tica aspiran a poder elegir algo m¨¢s que declaraciones de principios. Lo que los Espa?oles quieren saber fundamentalmente es c¨®mo les van a gobernar los grupos y personas que solicitar¨¢n su voto y qu¨¦ garant¨ªas ofrecen para el cumplimiento de las promesas hechas.
Aun en el terreno de las adivinaciones, es posible decir que una gran masa poblacional espa?ola se podr¨ªa enmarcar sin dificultades en la definici¨®n de perfiles que Gonz¨¢lez Seara aplicaba a este peri¨®dico: un centro-liberal-progresista. Al menos puede creerse que de cuarenta a?os para abajo, los habitantes de este pa¨ªs, especialmente sus clases medias, se sienten cada vez m¨¢s atra¨ªdos por las posiciones de un socialismo democr¨¢tico. Cuantas veces se especula sobre la oportunidad pol¨ªtica de futuro que tenga el b¨²nker, se olvida que ¨¦ste no es ya s¨®lo un elefante de papel, sino adem¨¢s un elefante moribundo. El tiempo trabaja contra lo que queda de, franquismo de manera tan r¨¢pida, que resulta incluso cruel. Y por m¨¢s que se le d¨¦ vueltas al asunto, el futuro cercano lo van a decidir los espa?oles de la nueva hora.
Promesas demag¨®gicas o f¨¢ciles las haga quien las haga prenden malamente en los j¨®venes, que forman hoy una aut¨¦ntica clase social madura, con criterio y voz propios . Si hay seg¨²n estimamos- un gran n¨²mero de personas entre los veinte y los cuarenta a?os que leen este peri¨®dico, eso creo porque identifican en nosotros la situaci¨®n de cambio global -social y pol¨ªtico- que desean. Desga?ita e pidiendo la ruptura o defendiendo la reforma apenas tiene sentido en una situaci¨®n en la que a fin de cuentas, se va a romper por s¨ª solo todo lo que ya no es capaz de tenerse de pie. El espa?ol medio no est¨¢ preocupado, como lo est¨¢n la oposici¨®n y el r¨¦gimen por problemas de metodolog¨ªa, sino por los resultados reales que se obtengan en el camino a la democracia. Por eso tienen raz¨®n quienes se?alan, ir¨®nica o desganadamente, que aqu¨ª no ha cambiado nada. Han cambiado las leyes, algunas leyes, y en cierta medida hemos ganado un poco de tolerancia. Pero eso no es el cambio pol¨ªtico. El cambio afecta inevitablemente a las personas. Y una sola cosa es evidente: los gestor¨¦s del franquismo no podr¨¢n ser gestores de la democracia.
Puestos a votar los espa?oles, en las papeletas de los m¨¢s j¨®venes y de no pocos maduros pesar¨¢ sin duda la frustraci¨®n b¨¢sica de nuestra historia pol¨ªtica: Espa?a no ha sido gobernada nunca por la izquierda; y cuando ¨¦sta, en forma de frente popular, asumi¨® el poder, dur¨® en ¨¦l durante s¨®lo seis meses, siendo derribado por un golpe militar que degener¨® en guerra civil qui¨¦nes no pa¨ªs no se va a modernizar pol¨ªticamente mientras no se responda a s¨ª mismo sobre c¨®mo funcionar¨ªan las cosas si mandaran los socialistas en un r¨¦gimen de libertad. Y mientras la derecha no se muestre dispuesta a aceptar este envite y a retornar al poder por la convicci¨®n de las urnas y no por la decisi¨®n de las armas.
Lo que los espa?oles esperan fundamentalmente de la democracia es m¨¢s libertad y m¨¢s justicia. La primera, seriamente, no la ha conocido m¨¢s del cincuenta por ciento de ellos en toda su vida. La seg¨²n data sido y sigue siendo objeto de la dem¨¢gogica imperante a ambos lados de la barrera. Ning¨²n r¨¦gimen ni gobierno que no incorpore sinceramente las libertades formales va a ser digerido f¨¢cilmente en el futuro pr¨®ximo por nuestros compatriotas. Y los modelos de justicia social que el capitalismo espa?ol ofrece nos son conocidos ya. Los espa?oles anhelan soluciones alternativas, pero que no prediquen totalitarismos ni dictaduras de ning¨²n signo.
Un acercamiento a este panorama de creencias y actitudes es lo que est¨¢n necesitando nuestros l¨ªderes pol¨ªticos de todos los signos. En una palabra, salir del laboratorio de las ideas, suficientemente alambicadas ya para nuestro caso, y ponerse a trabajar en la b¨²squeda de ofertas concretas que satisfagan estas demandas. Dejar de predicar y repartir el trigo.
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