San Mateo, con Nueva York al fondo
Siguiendo el camino de tantos otros ¨¦xitos musicales en pantallas y escenarios, viene a Espa?a ahora Godspell, cuando su triunfo en el teatro no se ha apagado todav¨ªa entre nosotros. Menos espectacular y personal que Tommy, m¨¢s cl¨¢sica -por decirlo de alg¨²n modo- que Jesucristo Superstar-, su realizador, David Greene, ha preferido ce?irse a la ciudad de Nueva York para narrar su historia en un paralelismo de ideas e im¨¢genes f¨¢ciles pero efectivas a nivel popular, es decir, para el tipo de p¨²blico a quien va dirigida fundamentalmente la pel¨ªcula.
Servidumbres
Gui¨®n: David Greene y Jhon Michael Tebelak
Direcci¨®n: David Greene. Fotograf¨ªa: Richard Heimann. M¨²sica: Siephen Schwartz. Coreograf¨ªa: Sammy Bayes. Estados Unidos. Musical. 1973. Local de estreno: Cine Paz.
Las servidumbres de rodaje que supone filmar la m¨¢s alta, complicada y compleja ciudad del mundo saltan a la vista, al mismo tiempo que sus limitaciones. En un trabajo fundamentalmente de s¨ªntesis es muy f¨¢cil perderse tras las palabras de San Mateo o en el perfil de parques, lagos, terrazas y edificios. Sin embargo, los problemas que planteaba el prop¨®sito de narrar una historia de un modo ameno y asequible a partir de un tema conocido desde principio a fin se han salvado felizmente, no sin alguna que otra laguna de continuidad que nunca faltan en esta clase de films cuando la m¨²sica no ayuda. Como siempre, tambi¨¦n aqu¨ª el segundo actor, David Haskell, borra en parte al protagonista, V¨ªctor Garber, m¨¢s all¨¢ del reducido reparto, baza fundamental en el buen resultado conseguido. No hay grandes decorados -aparte del gran escenario que supone la ciudad en s¨ª-, ni aventuras truculentas, ni coreograf¨ªas espectaculares. Todo se halla servido bastante lisa y llanamente, teniendo como fondo la ciudad m¨¢s filmada del mundo, que, sin embargo, al final nos parece ins¨®lita para acabar, poco a poco, imponi¨¦ndose. Como en la mayor¨ªa de los musicales modernos, David Greene y John Tebelak han salvado el paso del escenario a la pantalla, iluminando con im¨¢genes nuevas fieles al texto y acordes con la t¨¦cnica del cine, an¨¦cdotas, situaciones y conceptos. Se dir¨ªa que han recreado no s¨®lo la historia, sino la ciudad misma, que a trav¨¦s d e hora y media se nos convierte de aquella que conocimos, en un principio, ciudad s¨ªmbolo de hoy, en otra m¨¢s hostil, vaga, vac¨ªa, m¨¢s all¨¢ del tiempo y el espacio, en algo intemporal, como un sombr¨ªo espejo de s¨ª misma. Todo ello realizado unas veces con la poes¨ªa de lo cotidiano, corno en la secuencia del remolcador, con la estatua de la Libertad al fondo, y sobre todo con humor, como en la historia del samaritano o la del hijo pr¨®digo, ilustrada con im¨¢genes de cine mudo, en la mejor secuencia de toda la pel¨ªcula.Es dif¨ªcil saber hasta qu¨¦ punto imagen y palabra calan en el espectador, pero al final, cuando el relato acaba Nueva York vuelve a ser otra vez la misma, con sus gentes, sus atascos de tr¨¢fico, su malhumor, sus ruidos y sus prisas, se siente como una vaga sensaci¨®n de alivio, quiz¨¢ porque la muerte de la gran ciudad, gris, tremenda, vac¨ªa, nos impresiona m¨¢s que la de V¨ªctor Garber, en su papel de Cristo.
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