El precio en pesetas de la amistad con Estados Unidos
UNA OLEADA de entusiasmo pro-americanista invade hoy las esquinas de Espa?a, con el espaldarazo dado por el Congreso a la figura del Rey don Juan Carlos y el aliento democratizador a nuestro proceso pol¨ªtico que ello comporta. Pero todo en este mundo tiene su precio. El precio que viene pagando Espa?a a los Estados Unidos por gozar de su paraguas internacional es, desde hace a?os, demasiado elevado. Aunque s¨®lo se mida en pesetas contantes y sonantes y no entremos a discutir sobre las facilidades log¨ªsticas.Espa?a es un excelente mercado para los Estados Unidos, que gozan en nuestro suelo, y en algunos renglones de una situaci¨®n casi de monopolio. Nuestro pa¨ªs ofrece adem¨¢s a los USA una excelente oportunidad de inversiones en un mercado unas veces protegido y otras veces muy bien situado cara a la exportaci¨®n hacia Europa, con bajos costes de mano de obra, todav¨ªa d¨¦biles sindicatos obreros y m¨¢s que confortable presi¨®n fiscal.
Los Estados Unidos son en cambio para Espa?a un mercado tan atractivo como dif¨ªcil, en el que a la competencia despiadada con pa¨ªses de estructura similar a la nuestra se unen las barreras que se levantan o amenazan levantarse frente a nuestros m¨¢s prometedores renglones de exportaci¨®n -el calzado por ejemplo-. Tambi¨¦n es Am¨¦rica, en cierta medida, un suministrador de turistas y de inversiones directas. Pero, contra lo que vulgarmente se cree, nunca nos ha venido de all¨ª, por el momento, una financiaci¨®n f¨¢cil o c¨®moda que nos ayude a resolver los problemas de nuestra balanza de pagos.
Seg¨²n cifras oficiales espa?olas, nuestras exportaciones a USA crecieron, entre 1970 y 1975, un 96 por 100 mientras que nuestras importaciones lo hac¨ªan un 136 por 100. El d¨¦ficit comercial para Espa?a -siempre seg¨²n las mismas cifras- alcanz¨® en 1975 los ciento un mil millones de pesetas (casi 1.700 millones de d¨®lares). No disponemos de informaci¨®n bastante para cifrar lo que los saldos por turismo y capitales suponen en la balanza de pagos Espa?a-USA, pero puede afirmarse que, aun teniendo en cuenta dichos renglones, el saldo global es claramente favorable a los Estados Unidos.
Es dudoso que el comportamiento americano hacia Espa?a, ni siquiera en este terreno de las relaciones econ¨®micas, refleje cabalmente la importancia que nuestro pa¨ªs tiene como mercado y como factor equilibrador la balanza de pagos estadounidense. Bien es verdad que la Administraci¨®n USA se mueve en un cors¨¦ legislativo muy estricto a la hora de aplicar las preferencias generalizadas, y que la propia econom¨ªa de mercado dificulta la manera de encontrar contrapartidas a nuestras compras. Pero cuando hay una voluntad pol¨ªtica por medio y un entendimiento real, muchas cosas pueden hacerse, sin necesidad, de tener que saltarse las normas.
Aparte las pintorescas opiniones de Kissinger sobre la ?incapacidad del pueblo espa?ol para la democracia?, puede decirse que en los ¨²ltimos a?os los Estados Unidos se han aprovechado descaradamente de la marginaci¨®n pol¨ªtica internacional de Espa?a para obtener en nuestro pa¨ªs importantes beneficios a precio a veces irrisorio. En la medida en que esa marginaci¨®n comienza a no ser cierta Washington deber¨ªa reconsiderar la importancia que atribuye aun pa¨ªs con el que obtiene un notabil¨ªsimo super¨¢vit comercial y que cierra, a pesar de todo, la entrada occidental del Mediterr¨¢neo.
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