El dictado de la moda
Quien presume inocencia en el vestir, excusando indiferencia, equivoca su papel en el mundo, sea por desconocerse, sea por voluntad de ocultarse. No es precisamente la inocencia la que hace del hombre el ¨²nico animal que cubre su cuerpo con artificios. En el segundo relato de creaci¨®n del libro del G¨¦nesis, el mito nos narra c¨®mo Ad¨¢n, tras haber dado nombre a todas las especies, incluso aquella de su propia carne, y tentado por la serpiente, que era ya palabra, cometi¨®, el error primordial al volver la espalda al ¨¢rbol de la vida. La jugada estaba hecha, con el ¨¢rbol del conocimiento escogi¨® lenguaje y sociedad, divisi¨®n de contrarios trabajo y muerte. En el paso de naturaleza a cultura, se percat¨® de que estaba desnudo, tom¨® conciencia de su miseria y no demor¨® ni un instante el ocultar su cuerpo con los despojos de ese mundo que no era ya el Ed¨¦n.Dijo Bataille: ?La comunicaci¨®n es el pecado?. Y esto es lo que aqu¨ª nos ocupa. Si todo lo que no es naturaleza es comunicaci¨®n (Eco), la estirpe de Ad¨¢n transformar¨¢ con m¨²ltiples lenguajes aquello que en ¨¦l hay de m¨¢s natural: su cuerpo desnudo. Ya intuy¨® Baudelaire, en su ?Pintor de la vida moderna?, esa fuga de lo real a lo ideal en el amor por el adorno.
Psicolog¨ªa del vestir,
de Eco, Dorfles, Alberoni, Livolsi, Lomazzi, Sigurt¨¢.Barcelona. Editor: Lumen. 1976
El libro que nos re¨²ne, y cuyo t¨ªtulo podemos aceptar si tomamos psicolog¨ªa en un sentido amplio (en cierto modo cl¨¢sico), se abre con un bello texto de U. Eco, que es una invitaci¨®n a embarcarnos en la diversi¨®n de esa ciencia que Balzac jug¨® a inventar en 1830, apod¨¢ndola vestigiolog¨ªa. Muchos son los lenguajes, dice Eco, que conviven en el mundo: los lenguajes del cuerpo y los de los objetos, los que dominamos, los que creemos dominar y aquellos que nos dominan; quiz¨¢s tambi¨¦n otros muchos que ni siquiera conocemos. Muchos son y muy diversos los que se hospedan en cada individuo; de ah¨ª la improbable tarea de la traducci¨®n, que nos condena a nuestra eterna condici¨®n de extranjeros, desde que Yahv¨¦ separ¨® las lenguas en Babel. Acota en este primer texto Eco los, temas o, m¨¢s exactamente, las lecturas posibles sobre ese lenguaje-base del vestir, que luego se desarrollan en los restantes ensayos. Partiendo del tema cl¨¢sico del s¨ªmbolo de status social, estudia la estructura de los c¨®digos indumentarios en relaci¨®n a los grupos sociales y sus opciones ideol¨®gicas. Cada grupo desarrolla mecanismos reguladores de modo que sus componentes se ven precisados a ?hablar de forma gramaticalmente correcta?, seg¨²n el c¨®digo estipulado, si quieren garantizar su permanencia en el grupo. La relaci¨®n entre los diversos grupos, su evoluci¨®n y las motivaciones que originan la elecci¨®n de un c¨®digo determinado resultan terreno abonado para el ejercicio, a lo largo del libro, de esos m¨²ltiples lenguajes que son las que se pretenden ciencias del hombre.
Abre la parada de las lecturas equivalentes (o insuficientes, que para el caso es lo mismo) la hermana psicolog¨ªa de la mano de R. Sigurt¨¢. Establece su an¨¢lisis sobre tres funciones cl¨¢sicas del vestido: decoraci¨®n, pudor y protecci¨®n. Esta ¨²ltima, que mostrar¨ªa su car¨¢cter utilitario, se revela de escasa importancia y ?m¨¢s m¨¢gica y simb¨®lica que real?. El campo del pudor le brinda la oportunidad de ejercitar esas mechantes t¨¦cnicas exeg¨¦ticas propias de su oficio, que tanto escandalizan, a¨²n, a ciertos ciudadanos bien pensantes. Pero adjudica mayor importancia a la decoraci¨®n, lo que nos devuelve al terreno de una comunicaci¨®n inmediata que anule la angustia del otro en el encuentro.
El cap¨ªtulo de las sociolog¨ªas es el m¨¢s extenso del volumen, pues ocupa a tres autores (Livosi, Alberoni y Lomazzi). Si bien los an¨¢lisis parten de la base de un texto cl¨¢sico, la ?Teor¨ªa de la clase ociosa ?, de Veblen (al que, seguramente, mucho deben los seis ensayistas italianos), presentan adem¨¢s sagaces aciertos. As¨ª, el estudio del traje burgu¨¦s, por ?lberoni, desde su origen como s¨ªmbolo de los valores que legitimaban el ascenso al poder de una nueva clase, al triunfo, momento en que su propia disociaci¨®n interna entre traje de trabajo y de ocio (en el paso de la acumulaci¨®n al consumo) es ya preludio de su ocaso y de lo que vendr¨¢ que, como se sabe, no tiene por qu¨¦ ser mejor. Giorgio Lomazzi, el ¨²ltimo de la lista, vuelve a hablarnos de una sem¨¢ntica que nos encadena lejos de la isla de la naturaleza: ?Y el hombre se transforma tambi¨¦n en objeto, se desnaturaliza, es decir, se presenta a s¨ª mismo para venderse como trabajador, amante, profesional, juez o sacerdote. Y entonces se viste ... ? Preso en las redes de la moda, que es espejo de la divisi¨®n del trabajo, est¨¢ condenado a no ser si no lo que estipula el disfraz que le ha tocado en suerte.
Cuentan (cuenta Mircea Eliade, si hay que ser exactos) que, all¨¢ por los a?os cuarenta, los ind¨ªgenas de la isla del Esp¨ªritu Santo cambiaron sus viejos cultos por uno nuevo. Se despojaron de sus taparrabos y abandonaron todo artificio para abandonarse ellos mismos a la promiscuidad. En vano esperaron el advenimiento de la Edad de Oro; no se manifest¨® el Para¨ªso, ni regresaron sus muertos de allende los mares. Despu¨¦s, poco a poco, el desencanto los devolvi¨® al orden antiguo. Quiz¨¢s, alg¨²n d¨ªa, tambi¨¦n todos nosotros salgamos desnudos de nuestras ciudades. Pero que nadie se llame a enga?o; lo m¨¢s probable es que lo hagamos al dictado de la moda.
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