Zenteno Anaya, ¨²ltima vict¨ªma de una venganza infinita
El general Joaqu¨ªn Zenteno Anaya, el embajador de Bolivia asesinado en Par¨ªs, no fue el hombre que dio la orden de ejecuci¨®n de Ernesto Che Guevara, en octubre de 1967. Sin embargo, tampoco pudo escapar al destino tr¨¢gico que persigue a todos los jefes militares bolivianos que estaban en cargos de responsabilidad en los d¨ªas de ese episodio ya hist¨®rico para Bolivia y Am¨¦rica Latina.Como una maldici¨®n, una suerte te?ida de sangre, intrigas y fracasos pol¨ªticos ha perseguido a todos esos jefes militares, verticalmente desde el que era presidente del pa¨ªs, el general del Aire Ren¨¦ Barrientos Ortu?o, hasta oficiales de baja graduaci¨®n y suboficiales.
Zenteno Anaya era el comandante de la S¨¦ptima Divisi¨®n en Santa Cruz, y las tropas bajo su mando, que inclu¨ªan a los rangers adiestrados por los boinas verdes norteamericanos, cubr¨ªan toda la regi¨®n del Valle Grande, donde el Che Guevara, v¨ªctima de un mal c¨¢lculo pol¨ªtico y guerrillero, trataba de eludir el cerco. Cuando Guevara fue capturado por una patrulla, al mando del por entonces capit¨¢n Gary Prado, el general Zenteno Anaya estaba en la ciudad de Santa Cruz, tratando de coordinar la operaci¨®n, en medio de discrepancias entre los altos mandos bolivianos, que eran los que se responsabilizaban por la lucha anti-guerrillera, y la Presidencia, m¨¢s preocupada por los resultados pol¨ªticos o internacionales y en estrecho contacto con la Agencia Central de Inteligencia de Estados Unidos.
?Saludos a pap¨¢?
?Saludos a Pap¨¢? era m¨¢s o menos la orden codificada que determin¨® la ejecuci¨®n del Che, en la escuela de La Higuera, donde se encontraba postrado por los balazos en la escaramuza previa a su captura. Esa orden fue en primer lugar fruto de una discusi¨®n en el Estado Mayor boliviano, donde la posici¨®n de hombres que despu¨¦s har¨ªan historia, como los generales Ovando y Juan Jos¨¦ Torres, no ha sido aclarada hasta el d¨ªa de hoy. Ese concili¨¢bulo termin¨® en una votaci¨®n empatada. La palabra final la dio el presidente Barrientos, que asimismo ser¨ªa el primero en morir tr¨¢gicamente un a?o y medio despu¨¦s.
Los generales Ovando, entonces comandante en jefe, y Torres, jefe de Estado Mayor, har¨ªan historia en breves per¨ªodos, en los cuales resultaron estigmatizados por la izquierda y desplazados por la derecha. El hoy general Hugo Banzer Su¨¢rez no puede aparecer en esta lista de desventuras bajo el s¨ªmbolo del Che Guevara, porque no tuvo ninguna participaci¨®n directa en el episodio. Era agregado militar en Washington. Para Ovando y Torres, el esquema de nacionalismo popular que perge?aron result¨® desestabilizado por la agitaci¨®n de grupos juveniles que se consideraban herederos del Che Guevara y desataron la guerrilla de Teoponte, quiz¨¢s el episodio de lucha en la selva mas tr¨¢gico y desconocido de los que han salpicado la geograf¨ªa sudamericana.
El general Zenteno Anaya, un intelectual a la medida de las Fuerzas Armadas, recibi¨® la orden y no hizo m¨¢s que cursarla al comandante del batall¨®n Ranger del regimiento Manchego, en la zona del Valle Grande, el entonces mayor Andr¨¦s Selich. Hay una versi¨®n, difundida en estos d¨ªas, que dice que Zenteno Anaya ni siquiera se enter¨® de la orden. Sin embargo, el periodista Jos¨¦ Luis Alc¨¢zar, que investig¨® el caso despu¨¦s que le cupo informar de ¨¦l en esos hist¨®ricos d¨ªas, sostiene que Zenteno Anaya incluso estuvo presente cuando se cumpli¨® la orden de terminar con la vida del Che. Es probable que con criterio pol¨ªtico intelectual y no poca ambici¨®n pol¨ªtica, adem¨¢s de alguna visi¨®n hist¨®rica, la actitud de Zenteno hubiera sido tratar de lavarse las manos.
Cierto respeto y... un trofeo
Zenteno Anaya hab¨ªa estudiado leyes y ostentaba el t¨ªtulo de abogado. Tambi¨¦n demostr¨® una gran suspicacia cuando fue el primer canciller de Barrientos, despu¨¦s del golpe contra V¨ªctor Paz Estenssoro, a fines de 1964. Pero en el fondo de todas las cosas era un soldado. Se hab¨ªa perfeccionado en Francia, en la academia de Saint Cyr, y despu¨¦s de un per¨ªodo como embajador en el Per¨², en el auge del general Juan Velasco Alvarado, se le despertaron las ambiciones pol¨ªticas. Consideraba al Centro de Altos Estudios Militares del Per¨² como un modelo que Bolivia deber¨ªa seguir. Le disgustaba hablar de la campa?a contra la guerrilla, pero siempre que se refer¨ªa al Che Guevara era respetuoso. Conservaba un trofeo fundamental, el fusil M-1 que perteneci¨® al guerrillero.
Durante el gobierno del general Torres, el general Zenteno, relegado a un cargo en los tribunales militares, trat¨® de organizar una base de sustentaci¨®n de oficiales inspirada en el modelo peruano. Pero le result¨® casi imposible establecer contacto con Torres. Las intrigas entre militares, y mucho m¨¢s entre pol¨ªticos civiles, lo catapultaron al otro extremo, y el 21 de agosto de 1971, cuando se produjo el gol contra Torres, apareci¨® de uniforme, dando instrucciones a las tropas que atacaban la Universidad de San Andr¨¦s,
Precisamente quienes se hicieron fuertes en el edificio de catorce pisos, de arquitectura tiwanacota, eran desesperados seguidores del cheguevarismo. No hab¨ªan comprendido lo que, significaron Ovando y Torres, a quienes combatieron (ir¨®nicamente, a Torres lo motejaron como el ?presidente de los ricos?), y con su oposici¨®n agitadora, lo ¨²nico que consiguieron fue precipitar la avalancha de la derecha. Pero Zenteno Anaya, que se habla cuidado tanto del estigma del Che, dirigi¨® ese ataque contra la Universidad. Justamente ¨¦l, que era un militar intelectual y acad¨¦mico, que se dorm¨ªa despu¨¦s de consultar textos y de hablar con pol¨ªticos de todas las tendencias. Como un sarcasmo m¨¢s en la Historia, tanto los j¨®venes atrincherados en los pisos once y doce de la Universidad -donde fueron blanco f¨¢cil de las ametralladoras punto 50 de los Mustangs del Ej¨¦rcito- como Zenteno Anaya, estaban repitendo sus mismos errores.
Un exilio dorado
Zenteno emergi¨® en 1971, en competencia con el general Remberto Iriarte -otra figura vinculada a la campa?a guerrillera- y el coronel Andr¨¦s Selich, como figura que amenazaba hacerle sombra al general Hugo Banzer, por entonces tratando de conciliar la extra?a alianza de partidos tradicionalmente enemigos, el Movimiento Nacionalista Revolucionario y la Falange Socialista Boliviana, que termin¨® en un fracaso y convenci¨® a los militares de la inutilidad de los partidos tradicionales.
El general Zenteno Anaya lleg¨® al cargo de comandante en jefe y se perfilaba como la principal figura de relevo. Entonces se produjo otra muerte con misterio, la del coronel Selich, y Zenteno, una vez m¨¢s, mostr¨® su discrepancia con el presidente de turno. La embajada en Francia parec¨ªa el exilio dorado, lejano y seguro.
El comandante Guevara muri¨® el 9 de octubre de 1967, despu¨¦s de una discusi¨®n con el entonces mayor Selich, de los Rangers del regimiento Manchego. Hay muchas versiones sobre esa conversaci¨®n, incluyendo la de que Guevara le lanz¨® un escupitajo a Selich. Cuando Banzer lo ex¨ªli¨®, Selich me dijo una vez en Buenos Aires, en una conversaci¨®n informal, que alg¨²n d¨ªa ¨¦l iba a publicar su larga conversaci¨®n con el Che y que el asunto iba a resultar explosivo. Ese mismo a?o Selich fue asesinado en La Paz, en la casa del entonces ministro del Interior, Alfredo Arce, actualmente copropietario del diario Hoy y columnista oficial con el seud¨®nimo de ?Cachari?.
Despu¨¦s de esa ¨²ltima conversaci¨®n con Selich, el suboficial Mario Ter¨¢n cumpli¨® la orden de ?Saluden a Pap¨¢?, dispar¨¢ndole en el coraz¨®n. El Ch¨¦, intuyendo su sacrificio, ni siquiera cambi¨® de expresi¨®n, y as¨ª pas¨® al martirologio pol¨ªtico mundial y tambi¨¦n a la mitolog¨ªa hist¨®rica.
Pero a partir de ese d¨ªa, las tragedias se sucedieron en Bolivia: murieron tambi¨¦n tr¨¢gicamente o asesinados Barrientos y Selich y un teniente que particip¨® en la captura. Toto Quintanilla, coronel por entonces adscrito a los sistemas de inteligencia, fue liquidado en su oficina de c¨®nsul en Hamburgo. Otros, como Ovando, Reque Ter¨¢n, Iriarte, fracasaron pol¨ªticamente. Los mayores Rub¨¦n S¨¢nchez y Gary Prado terminaron, el primero, en la oposici¨®n clandestina, y el segundo, en otra disidencia que lo llev¨® a otra forma de exilio: la agregadur¨ªa militar en Espa?a. Zenteno Anaya, que peri¨®dicamente recib¨ªa amenazas de muerte, no pod¨ªa pensar en que iba a escapar de ese destino. Tampoco escap¨® el general Torres, asesinado hace d¨ªas en Buenos Aires.
PR?XIMO CAPITULO:
Barrientos y Ovando, v¨ªctimas prominentes.
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