El nuevo costumbrismo madrile?o

La gran paradoja de los costumbristas es que casi todos acabaron en lo que de alguna manera negaban, en la Academia (Mesonero Romanos, Bret¨®n de los Herreros, Zorrilla, Gil y Z¨¢rate, Hartzeribusch ... ). Con el lenguaje popular, pretendidamente contractual, sucede otro tanto: el Diccionario de la Real lo empieza a acoger en su seno y con todas las bendiciones; como ese vale que nos acompa?¨® samben¨ªticamente a lo largo y ancho de la pasada emisi¨®n de Los Libros, titulada Una cr¨®nica de Madrid.

Con gui¨®n de Angela Ubreva, direcci¨®n de Alfonso Ungr¨ªa, textos de Mesonero Romanos y otros, e im¨¢genes del Madrid subcultural de ahora mismo (boxeo, cabaret, tascas, progres¨ªa y discotecas), el pasado lunes asistimos a uno de los empe?os televisivos m¨¢s pretenciosos y carentes de gracia e ingenio de los ¨²ltimos meses. Si los autores se hubieran limitado a ilustrar los viejos p¨¢rrafos con im¨¢genes y sonidos de lo que todav¨ªa est¨¢ por ver si constituye un nuevo costumbrismo nacional, pues apaga y vamos a la cama antes de que nos pille el cura de Reflexi¨®n. En ese caso solamente escribir¨ªamos del estilo eminentemente amateur de la realizaci¨®n, de ciertos tics m¨¢s o menos progres y de la validez, digamos, sonora de aquellos encantadores retratistas, al minuto, que hicieron las delicias de nuestros abuelos los naturalistas.

Lo peor, ya digo, ha sido la est¨²pida trascendentalizaci¨®n de algo tan poco trascendente como fue y va a ser el costumbrismo. Todas estas manifestaciones paralelas en las que participa un tanto por ciento insignificante de la poblaci¨®n espa?ola, en este caso madrile?a, y que en rigor estad¨ªstico es descabellado calificar de costumbristas (salvo que pensemos que los de la capital del reino son seres especialmente dotados para las artes box¨ªsticas, teatrales, cabareteras y discotecas), hay que interpretarlas a beneficio de un vanguardismo asumido al adolescente modo. Que hay que liberar el lenguaje es asunto en el que est¨¢n empe?adas todas las filosof¨ªas contempor¨¢neas, desde las dial¨¦cticas, hasta las anal¨ªticas. Pero esta toma de la palabra, esta liberaci¨®n de la otra Bastilla, es tarea bastante m¨¢s compleja que el utilizar todo el santo d¨ªa los vocablos t¨ªo y macho en plan vocativo y provocativo. Lo mismo puede decirse de cierta ret¨®rica filmica del vanguardismo dominante que inunda peque?as y grandes pantallas y que es explicable a partir de algo tan sencillo como es la ingenua negaci¨®n de los nada inocentes convencionalismos del g¨¦nero burgu¨¦s tambi¨¦n dominante.

Costumbrismo

Esta cr¨®nica televisiva de Madrid nada nos ha aclarado acerca del costumbrismo pasado o presente; al igual que no hace mucho ocurri¨® con un ?Platero? que si lo reconocimos fue porque lo hab¨ªamos le¨ªdo. Decir que el truco del contraste entre unas modestas literaturas a ras del suelo de ayer y unos mal hilvanados planos del off-off Cibeles de hoy es original implica desconocer una vasta producci¨®n filmica que parte del mism¨ªsimo Einstein y llega hasta aquel cap¨ªtulo que Antonio Gala dedic¨® a Quevedo en su censurada serie Paisaje con figuras. Por otra parte, ah¨ª est¨¢ la ingente tradici¨®n de nuestras escuelas de cine amateur, empe?adas durante lustros en traducir a secuencias modernas literaturas antiguas.

Si, encima, los autores intentan hacernos comulgar otra vez con las ruedas de molino de una historieta absolutamente folletinesca, narrada al estilo de un perfecto serial y vehiculada a trav¨¦s de un medio que constituye la primordial fuente subcultural del pa¨ªs y parte del extranjero, pues para tan redundante viaje no hac¨ªan falta tan aburridas alforjas. Es m¨¢s distanciador proyectar en su estado m¨¢s crudo Simplemente Mar¨ªa o Lucecita; cuidando, eso s¨ª, de adornar la banda sonora con un cl¨¢sico. El peligro de ironizar a costa de Cor¨ªn Tellado en la peque?a pantalla es que los espectadores tragamos aquello como si de un Marcial Lafuente Estefan¨ªa se tratara. Que a lo mejor se trata y, en tal caso, esta cr¨ªtica se autodestruir¨ªa en tres segundos.