El ejercicio de un derecho
AYER SE ejerci¨® en Madrid, por segunda vez, desde el t¨¦rmino de la guerra civil, el derecho de manifestaci¨®n . Es un hecho, s¨ª as¨ª se quiere, perif¨¦rico en el contexto de nuestros problemas pol¨ªticos, pero en s¨ª mismo importante y que debe ser objeto de reflexi¨®n. Ha sido la segunda manifestaci¨®n llevada a cabo en la capital del Estado espa?ol con arregl¨® a lo dispuesto en la reciente ley de Reuni¨®n. Entre cuatro y cinco mil trabajadores de las industrias qu¨ªmicas han desfilado en silencio y perfecto orden por una zona obrera de Madrid de la Cruz de los Ca¨ªdos al final de Juli¨¢n Camarillo- sin que las fuerzas de orden p¨²blico tuvieran que realizar otro trabajo que el de vigilancia y prevenci¨®n.Esta manifestaci¨®n -como la de hoy en Preciados, convocada por organizaciones ciudadanas de la capital desmonta los viejos mitos de la ingobernabilidad de este pueblo. La lucha por reivindicaciones pol¨ªticas, sindicales o ciudadanas tiene una metodolog¨ªa que, regulada por ley, contribuye a desdramatizar las l¨®gicas tensiones de toda sociedad viva.
Los manifestantes de ayer -como esperamos hagan los de hoy- han demostrado un civismo digno de encomio y los responsables de Gobernaci¨®n han comprendido, autorizando ¨¦sta y otras manifestaciones, que la ley de Reuni¨®n debe ser entendida como fuente de garant¨ªas para los ciudadanos y no de garant¨ªas para quienes detentan el Gobierno.
Estos pasos concretos contribuyen as¨ª a rescatar fiabilidad para la tan controvertida reforma. Porque manifestaciones como las que se est¨¢n produciendo ahora al amparo de la Ley no son probablemente del agrado del Gobierno. Y, sin embargo, la Ley se respeta por ambas partes.
Para que esta ley de Reuni¨®n se consolide como un sincero paso adelante hacia la democracia, s¨®lo resta que las reuniones en locales cerrados puedan celebrarse tambi¨¦n siguiendo la letra legal y no al socaire de una mayor o menor permisividad de la autoridad.
Las manifestaciones, por primera vez legales, que ahora se llevan a cabo en diversas ciudades espa?olas, ponen en evidencia que entre la permisividad graciosa y la fuerza existe el camino de las leyes democr¨¢ticas. Como debe ser.
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