Estreno de una obra in¨¦dita de Manuel de Falla
El estreno de ?Fuego fatuo?, con un retraso de cincuenta y ocho a?os, es acaso lo m¨¢s interesante de cuanto nos deparan las conmemoraciones centenarias de Falla. El pr¨®ximo d¨ªa 1 de julio, Ros Marb¨¢ y la Orquesta Nacional interpretar¨¢n estos pent¨¢gramas ?dormidos? de don Manuel, en el Festival de Granada, en su Granada. Radio Nacional de Espa?a ha transmitido la misma obra en grabaci¨®nes estereof¨®nica, dirigida por Ros a la Sinf¨®nica de RTVE.EI a?o 1918, Serg¨¨ Diaghilew, que andaba metido en el mofitaje de El sombrero de tres picos, solicita de falla una obra que, con el t¨ªtulo de Pulcinella, deb¨ªa basarse en originales de Pergolesi. Nuestro m¨²sico rechaza la oferta, pues en aquellos momentos, trabajaba de lleno en otra obra Fuego fauto, compuesta a partir de originales chopianos. Como es sabido, Diaghilew encarg¨®, entonces, la craci¨®n de Pulcinella a Igor Strawinsky, en tanto don Manuel prosegu¨ªa su tarea en la ¨®pera c¨®mica sobre libreto de sus colaboradores en El amor brujo y El sombrero de tres picos, Gregorio y Mar¨ªa Mart¨ªnez Sierra.
Historia
El entusiasmo de Falla por Chop¨ªn constituy¨® una de sus fidelidades permanentes. En los comienzos de su juvenil carrera de pianista, la Balada en fa mayor era pieza casi obligada. M¨¢s tarde, como aportaci¨®n a los Festivales Chopinianos que organizaba en Palma, Juan Mar¨ªa Thomas adapt¨® para la Capella Cl¨¢ssica de Mallorca, el andante de dicha balada, al que superpuso con gran habilidad el Canto a Mallorca, que figura en ?Atl¨¢ntida?, de Jacinto Verdaguer. El estreno tuvo lugar el d¨ªa 21 de mayo de 1933, bajo la direcci¨®n del autor. Antes, octubre de 1928, hab¨ªa contestado a una encuesta sobre el Romanticismo, planteada por una publicaci¨®n musical de Varsovia: ?en mi modo de ver y de sentir, la m¨²sica de Chop¨ªn cuenta entre lo m¨¢s puro que nos ha legado el siglo rom¨¢ntico.
Pero el trabajo chopiniano m¨¢s amplio e importante de Falla es, sin duda, Fuego fatuo. No trataba el argumento, como se ha escrito, de la vida del compositor polaco, sino que se refer¨ªa a un conflicto amoroso: dos mujeres se disputan el amor de un hombre; una representa el angel, la visi¨®n m¨¢s alta y noble del eterno femenino; otra la pasi¨®n incontrolada, digamos el demonio. Seg¨²n Mar¨ªa M¨¢rt¨ªnez Sierra -autora exclusiva del texto, aun cuando, como siempre, estuviera firmado por su marido- no simpatizaba Falla demasiado con el conflicto ?por escr¨²pulo de conciencia?. La colaboraci¨®n se interrumpi¨® y Fuego fatuo, qued¨® condenado al silencio.
No estoy de acuerdo con la versi¨®n de do?a Mar¨ªa,y s¨ª con la que da Jaime Pahisa, bi¨®grafo de Falla y que se deduce de algunas palabr¨¢s del mismo compositor. Aun aceptando que don Manuel no estuviera encantado con el libreto y no s¨®lo por razones morales, lo cierto es que cuando se puso a la tarea exigi¨® seguridades sobre el estreno inmediato de la obra. Le fueron dadas: parece ser que el teatro Eslava, dirigido a la saz¨®n por el compositor Penella, hab¨ªa aceptado la ¨®pera c¨®mica. Incluso Manuel Fontanals ten¨ªa ultimados los figurines, mientras el compositor enviaba a la copister¨ªa de la Sociedad de Autores sus originales para que fueran sacadas partituras y partes. Sin embargo, el estreno prometido se demoraba sine die, otros intentos -Jos¨¦ Juan Cadenas, en Madrid, Ag¨¢ Lahowska, en Barcelona- fracasaron igualmente. Y la oferta realizada a la Opera C¨®mica de Paris tuvo, por parte de su director, Carr¨¦, una contundente r¨¦plica: ?Queremos m¨²sica de Falla, no de Chop¨ªn?.
Resurreecci¨®n
Pasado el tiempo, en agosto de 1934, un muy querido familiar de don Manuel, el diplom¨¢tico Pierre Matheu, se ve obligado a resucitar el tema. La viuda de Cl¨¢ude Debussy hab¨ªa hablado al escritor Andr¨¦ David y al hombre de teatro, Schervan Sid¨¦ry de la existencia de Fuego fatuo. Ambos se dirigen a Matheu para que traslade a Falla su deseo de organizar la ?premi¨¨re?, en Par¨ªs. A lo que contesta el compositor: ?Ya apenas si me acordaba de esa partitura, en vista de la inutilidad de aquel esfuerzo que, en su tiempo, hice para componerla con seguridades de representaci¨®n que ni se realizaron ni tuvieron despu¨¦s la menor consecuencia?. Est¨¢ clara, a mi modo de ver, la verdadera raz¨®n por la que Fuego fatuo se ha mantenido guardada en los archivos de Falla. Madrid hab¨ªa jugado al primer m¨²sico espa?ol su ¨²ltima mala partida. Digo Madrid, dado que la gesti¨®n en Barcelona fue algo, tangencial y la reacci¨®n de M. Carr¨¦ se explica bien en el momento triunfador de un Falla cuya originalidad mayor ve¨ªan los franceses en su lenguaje andalucista.
Recuperaci¨®n
Al ordenar el archivo de don Manuel, por encargo y confianza de sus herederos, Mar¨ªa Isabel de Falla y su marido, el arquitecto Garc¨ªa de Paredes, encontr¨¦ los originales de Fuego fatuo que durante bastantes a?os se supon¨ªan perdidos. No era as¨ª, por fortuna; pero estaban incompletos. Falla hab¨ªa terminado el gui¨®n de los tres actos que deb¨ªan constituir la partitura; s¨®lo el primero y tercero estaban enteramente orquestados. Las bellezas que en ellos se acumulan justifican la resurrecci¨®n o, si se quiere, el nacimiento demorado que ahora se intenta. Esa M¨²sica deb¨ªa sonar. Tal es la calidad y originalidad del trabajo de Falla sobre Chop¨ªn.
Sin embargo, me parec¨ªa inviable o, al menos, de todo punto desaconsejable, la terminaci¨®n de la partitura y su puesta en escena a m¨¢s de medio siglo de distancia. Coincidieron conmigo los herederos de Falla y cuantas personas con autoridad -compositores, directores, music¨®logos- fueron consultadas. Hab¨ªa un solo camino: la convers¨¢ci¨®n de la m¨²sica legada por don Manuel en una suite instrumental apta para su interpretaci¨®n en concierto y, todav¨ªa m¨¢s, para la creaci¨®n de un ?ballet? que, a buen seguro, no se har¨¢ esperar. ?C¨®mo que no conozco otra versi¨®n orquestal tan valiosa. vor la perfecci¨®n de la escritura, y tan bella por el tratamiento arm¨®nico que, con frecuencia difiere del original! La transparencia del tejido sonoro, la magn¨ªfica ?conducci¨®n de las voces? sirven a Falla para evocar a Chop¨ªn desde Chop¨ªn. No otra cosa har¨ªa despu¨¦s en Pedrelliana, a partir de fragmentos de la ¨®pera ?La Celestina?, si bien, el trabajo de don Manuel fue aqu¨ª m¨¢s perfectivo que libre: estaban los originales sinf¨®nico-dram¨¢ticos de su maestro a cuyas intenciones quiso guardar m¨¢xima fidelidad a trav¨¦s de una t¨¦cnica que Pedrell no pose¨ªla.
Concebida la partitura de Fuego fatuo desde un criterio teatral pr¨¢ctico, con bastante frecuencia la orquesta doblaba a las voces de los cantantes o, lo que es lo mismo, casi ofrec¨ªa la posibilidad de prescindir de ellas. Si, adem¨¢s, tenemos en cuenta que don Manuel escribi¨® primero la m¨²sica y a ella hubo de someterse al inveci¨®n literaria y po¨¦tica de los libretistas, deduciremos que no estamos ante una composici¨®n derivada de los valores de la palabra, lo que advertimos al primer an¨¢lisis de lso manuscritos. Siendo Falla, desde sus obras primera, absoluto defensor de la m¨¢s ¨ªntima fusi¨®n entre texto y m¨²sica, la aludida evidencia supone contradicci¨®n. Pudo jugar su papel a la hora del des¨¢nimo y el olvido de su Fuego fatuo. Olvido relativo, pues hay un dato que corrobora el aprecio del m¨²sico por ese trabajo: jam¨¢s dej¨® de incluirlo en su n¨®mina de obras. En esto era don Manuel radical hasta el extremo. De haberle hecho caso, ning¨²n bi¨®grafo hab¨ªa citado el t¨ªtulo de una sola de sus ?zarzuelas?, condenadas todas por su autor al m¨¢s riguroso infierno particular, con excepci¨®n de algunos pasajes de La casa de T¨®came Roque utilizados en El sombrero de tres picos.Revisi¨®n.
La revisi¨®n de partitura tan minuciosamente perfecta, de tan alta calidad de p¨¢gina, se presentaba a pesar de las, viabilidades anotadas, como empe?o, delicad¨ªsimo. Se precisaba de una inteligencia y unas manos dominadoras del m¨¨tier, sabedoras de la obra original y capaces de no desfigurar -ni a¨²n supuestamente para bien- la m¨²sica de Falla. El revisor no deb¨ªa dejar huellas personales, sino hacer las cosas de modo que, quien ignorara su existencia, no pudiese advertir su intervenci¨®n. Lo ha conseguido, -al ciento por ciento, Antonio Ros Marb¨¢, cuyo servicio a la puesta en -pie de Fuego fatuo y, por lo tanto, a la memoria de don Manuel ha resultado extraordinario. M¨¢s a¨²n: ejemplar. Cuantos ahora escuchan la ?suite sinf¨®nica? me dir¨¢n sino llevo raz¨®n y si, caso de no estar previamente informados, podr¨ªan advertir la procedencia vocal de gran parte de los numeros.
Falla ?versus? Chop¨ªn
Unas palabras, todav¨ªa, sobre el trabajo de Falla realizado a partir de las ediciones chopinianas de Hermann Scholt (Peter, Leipzig, 1879) y Klindworth Scharvenka (Augener, Londres, 1880). No se trata de orquestar una serie de p¨¢ginas pian¨ªsticas. Don Manuel utiliza la m¨²sica de Chop¨ªn con tan devoto respeto como libertad; en garza parte de una obra con otra, vuelve a la anterior, instrumento con arreglo a la armon¨ªa original o interviene para modificarla. El resultado es perfecto y coherente, en su forma y su contenido, y hasta original. Cabe decir que, por los conceptos, nos hallamos ante una idea moderna de la instrumentaci¨®n, gracias a las diversas disposiciones, al tratamiento de los timbres y a la ausencia de f¨®rmulas que el propio don Manuel denominaba, con iron¨ªa, de validez universal. Como al enfrentarse con las tradiciones espa?olas, don Manuel ha realizado, con Chop¨ªn, un proceso perspectivio de resultados sorprendentes. Ha viajado al centro de la tierra chopiniana.
M¨¢s breve: escuchamos a Chop¨ªn, pero tambi¨¦n a Falla en fusi¨®n tan ideal que asombra s¨®lo que haya podido conseguirse. El vals, n.? 3 (op. 64), los ?scherzi? segundo, y cuarto, las mazurcas n.? 15 y 25, un canto polaco, la berceuse, el bolero o la tarantela vuelven a nosotros con vida reci¨¦n estrenada, en un acto art¨ªstico tan l¨ªcito como cuando los grandes pintores de hoy parten para sus creaciones de las obras maestras de sus antecesores.
En definitiva, hemos recuperado, en servicio de la utilidad social que Falla asignaba a la m¨²sica un gran trabajo de nuestro gran compositor. Aquel esfuerzo, del verano de 1918 no ha sido vano. Fuego fatuo, adem¨¢s. de figurar como una esfinge en los cat¨¢logos, suena ya para todos.
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