Perdi¨® cartel hasta el apuntador
Ayer perdi¨® cartel en Las Ventas hasta el apuntador. ?Vaya corrida de desastre! Pero un momento: no quisiera que esto sirviese para darles m¨¢s argumentos a los cuervecillos que por hacerles el juego a quienes les pagan el g¨¹isqui estaban deseando que el espect¨¢culo se resolviese en fracaso, ni a los reventadores, que los hab¨ªa en la plaza a go-go, pero no en la andanada 8, que estuvo tan intransigente y tan en su sitio como siempre, sino en el tendido 4. ?De cu¨¢ndo a esta parte el tendido 4 de Las Ventas se llena de gente con silbatos y es el foco de las protestas y se denuncia el pico y lo que no es pico?El festejo estaba perfectamente organizado: una ganader¨ªa taquillera y con leyenda para un lidiador y dos artistas que apuntan y apuntan. El resultado ya no es imputable a los organizadores sino a los protagonistas de la fiesta. Y los protagonistas result¨® que se metieron en el fango, del que se llenaron hasta las mism¨ªsimas narices. En primer lugar el se?or Victorino, de cuyos toros, bien presentados, eso s¨ª, salvo el,sobrero, s¨®lo dos se comportaron con las caracter¨ªsticas de la casa. ?Puede tolerarse que un victorino se caiga y encima se comporte como un borrego? Pues as¨ª hubo cuatro. Hay que disculpar el manso que abri¨® plaza, en cualquier ganader¨ªa puede haber mansos, pues tuvo la casta precisa para presentar batalla hasta su muerte, que le lleg¨® sin haber abierto la boca, y elogiar al tercero, que fue desigual en varas, pero que, en la muleta no se entregaba aunque ten¨ªa nobleza, porque la sangre santacoloma le hac¨ªa crecerse ante el torerillo inexperto que tan mal le lidi¨®. Pero el resto estuvo a la altura de cualquier hierro comercial, es decir, como la charanga de la ganader¨ªa de bravo.
Ayer se celebr¨® en Las Ventas la corrida de la Prensa, con toros de Victorino Mart¨ªn para Miguel M¨¢rquez, Julio Robles y Roberto Dom¨ªnguez
M¨¢rquez- Aseado con el dif¨ªcil primero. Estocada baja y delantera y dos descabellos (algunas palmas). Faena suave y variada al f¨¢cil cuarto. Estocada ca¨ªda en la suerte de recibir (gran ovaci¨®n y saludos). Robles.- Muy bien con el capote en el segundo al que mulete¨® vulgar, igual que al quinto. En aqu¨¦l, pinchazo en el que tira la muleta, estocada y descabello (pitos), en ¨¦ste, pinchazo y estocada corta (silencio). Dom¨ªnguez- Se alivi¨® con el tercero, que ten¨ªa casta. Estocada ca¨ªda, rueda de peones y descabello (fuerte. divisi¨®n y saludos). Sin clase en el noble sexto. Media baj¨ªsima y dos descabellos (pitos) Los toros.- Bien presentados, defraudaron por su juego. El primero, manso en cuatro encuentros, acab¨® dif¨ªcil y con genio. El segundo tom¨® dos varas alegre, de largo, pero le taparon la salida. Agotado, aunque noble, en la muleta. El tercero huye del primer puyazo pero se deja pegar en dos m¨¢s. Toreable, con mucha casta. El cuarto, cojo, es devuelto y le sustituye otro victorino sin trap¨ªo, flojo y borrego. El quinto toma una vara con estilo (la salida tapada) y no se emplea en un picotazo. Flojo, pierde las manos, cae, y embiste como borrego. El sexto recarga una vez y se quita el palo en dos encuentros. Flojo y pastue?o en el ¨²ltimo tercio. Otros factores- Plaza abarrotada, excepto en las localidades altas de sol. Se guard¨® un minuto de silencio en memoria del ganadero Baltasar Ib¨¢n, fallecido el pasado mi¨¦rcoles.
Con este g¨¦nero Miguel M¨¢rquez tuvo una actuaci¨®n digna, se quit¨® de en medio con facilidad -y habilidad-, al dif¨ªcil primero, que se le revolv¨ªa con fiereza, y al sobrero menop¨¢usico le mulete¨® con temple, en ocasi¨®n es hasta con finura, para matarlo en la suerte de recibir. Pero los dos artistas que apuntan y apuntan... a¨²n est¨¢n apuntando. Yo no s¨¦ a qu¨¦ esperan. Aunque si se que el p¨²blico y los aficionados no esperan m¨¢s. Son demasiadas tardes de verles apuntar, demasiados compases de espera por si suena la flauta y cuajan una faena con fundamento.
Roberto Dom¨ªnguez escurri¨® el bulto durante todo el trasteo al tercero aprovechaba el viaje y se iba de la cara del toro a la m¨ªnima ocasi¨®n. Puede decirse que fue una faena de remates y posturas, para tapar la realidad lisa y llana de lo que estaba sucediendo: que no pod¨ªa con el toro. O¨ª decir: ?Es que esa fiera no le va a su estilo?. ?Estamos buenos!: Ahora resulta que no es v¨¢lido aquello de que cada toro, tiene su lidia, sino que cada torero ha de tener su toro. Nos explicamos que tantos se pasen su vida profesional (m¨¢s bien corta, seamos consecuentes), apunta que te apuntar¨¢s, sin disparar ni una vez. Bueno, pues me temo que el toro de su estilo fue el sexto, un borreguete suave, aunque su presencia era extraordinaria, y tampoco vimos nada, si no es barullo, superficialidad en el toreo fundamental, un continuo ahogar la embestida. Si salvamos dos ayudados de esos tan hondos en los que se quiebra al animal sobre la rodilla, esta faena de Dom¨ªnguez qued¨® en blanco.
Y lo dicho para el vallisoletano vale para el salmantino Julio Robles, que se dej¨® ir un triunfo. por embarcarles con el pico, de una forma verdaderamente descarada, a dos toros perfectamente claros, a los que sus picadores castigaron con exceso tap¨¢ndoles la salida, e incluso dejarse enganchar el trapo tantas veces que ya era desesperante verlo. Y a todo esto no sabemos cu¨¢l es el Julio Robles aut¨¦ntico: si ese vulgar muletero o el estilista del capote que en el segundo de la tarde gan¨® terreno en unas ver¨®nicas excelentes, rematadas con media de antolog¨ªa y dibuj¨® capotazos maestros para colocar al toro en suerte. Pero la inc¨®gnita no nos quita el sue?o: ha dejado pasar su hora y ya no interesa.
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