A la b¨²squeda de una justificaci¨®n
La poes¨ªa de Claudio Rodr¨ªguez es serena meditaci¨®n sobre la realidad palpitante. Acerca el o¨ªdo al pecho de la vida y le arrebata vibraciones inesperadas. Es auditor visionario, juglar y mago. Hace suya la expr¨¦si¨®n de P. Eluard: donner ¨¢ voir. Unas veces directamente, con ojos limpios, infantiles; otras, mediante sugesti¨®n, jugando con la inocencia, fundamental de todo lo que late. Y siempre con palabra justa, adecuada, como en las obras bien hechas. Tanto, que ella misma impone la sensaci¨®n de realidad. Tiene relieve y vida propia. La tocamos; vemos, sentimos y gustamos. Todav¨ªa queda, despu¨¦s, memoria, de un aroma lum¨ªnico y convencimiento de que la vida sirve para algo.Comenz¨® con un libro de absoluta afirmaci¨®n existencial: Donde la ebriedad (1953). Contaba a la saz¨®n 19 a?os y ya hab¨ªa robado el fuego a los dioses. Peligrosa haza?a. Un lustro m¨¢s tarde aparec¨ªa Conjuros (1958), enardecida visi¨®n de la solidaridad humana. La voz de Claudio Rodriguez ya era algo s¨®lido y desacostumbrado. En 1965, publica Alianza y condena, libro sabio, quejumbroso y de mal ag¨¹ero. La responsabilidad y el remordimiento ensombrec¨ªan juveniles entusiasmos. Apuntan ahora en palabras de C. Bouso?o, la reserva y el desenga?o.
El vuelo de la celebraci¨®n
De Claudio Rodr¨ªguez. Madrid. Edit. Visor. 1976, 72 p¨¢ginas.
Palabras-gozne
Tras diez a?os de silencio, he aqu¨ª su cuarta entrega, El vuelo de la celebraci¨®n. Le precedieron salvas y juicios variopintos. De unos labios sal¨ªa la voz apretujada y casi maloliente; de otros, flores y aromas de genialidad. Como suele ocurrir, en cuesti¨®n de prejuicios la verdad casi siempre marcha por otro camino.Son cinco las palabras-gozne de este libro: inocencia, Conocimiento, contemplaci¨®n, iluminaci¨®n e historia. Cinco, tambi¨¦n las partes que lo componen, aunque, si hemos de ser sinceros, cabr¨ªa reducirlas a tres.
Inocencia perdida. Desde el primer poema, C. Rodr¨ªguez se debate en los s¨®tanos de la, conciencia 'buscando una justificaci¨®n vital. El tiempo fue frescura y lozan¨ªa, hierba virgen, y es ya memoria doliente. ?Porqu¨¦? En el total de su poes¨ªa hay tres sustantivos especiales: venta, compra y arrepentimiento. Los junta en Tiempo mezquino, poema que pertenece a Alianza y condena. Sintetizan, en mi opini¨®n, el transcurso po¨¦tico del autor. Hay un momento en que la vida sobra y puede venderse. Pero llega otro de signo adverso y precisamos comprar. Tercian, en tonces, las intenciones. Aparece el inter¨¦s, la traici¨®n y se desvanece el mundo de los actos inocentes, la infancia. Adviene la valoraci¨®n del acto humano y la sanci¨®n. C. Rodr¨ªguez es un poeta eminentemente ¨¦tico. Ya lo advirtieron C. Bouso?o y J. L. Cano.
La muerte violenta y la soledad contribuyen tambi¨¦n a esta ruptura. Se pide venganza ante el asesinato. No parece bastar el acto de justicia humana. Se apela a otras leyes. Y si se rompe, podemos decir, la hospitalidad, tambi¨¦n ampara al malhechor, se quiebra el canto, porque es aqu¨¦lla el origen de ¨¦ste.
Conocimiento y contemplaci¨®n. Junto al valor moral de la poes¨ªa destaca su car¨¢cter cognoscitivo. La generaci¨®n de C. Rodr¨ªguez atiende sobremanera a la configuraci¨®n deja experiencia. La realidad se presenta tal cual es, sin desfiguraci¨®n. Poco a poco ya dejando el nido de su nacencia y transparent¨¢ un -sentido nuevo. Queda humanizada por orden y gracia de la palabra- La desviaci¨®n se nota en el adjetivo y en lo que C. Bouso?o denomin¨®. irracionalismo metaf¨®rico, detalle inespbiado y condensaci¨®n del sign¨ªficad¨®. El ser resplandece por traslaci¨®n. La ¨²nica novedad est¨¢ en saber dar ese resplandor, y C. Rodr¨ªguez es un verdadero mago en tal oficio.
Contemplar
La altura del conocedor es el contemplar. Hasta el momento, los fijaron en la tremenda fuerza activa de las im¨¢genes de Claudio. Son im¨¢genes, valorativas, fruto de una emoci¨®n que brota al contacto con la realidad. Si nos fijamos en el ritmo moroso, distendido o quebrado, en las ondulaciones o en las series no progresivas, m¨¢s abundantes,en ¨¦ste que en otros libros, veremos la huella de una emoci¨®n. Estos poemas recuerdan el sentido emocional de J. Cohen o la frase afectiva de A. Spire.Iluminaci¨®n. La transformaci¨®n de la materia es una constante del libro. El cristal, por ejemplo, tiene un valor simb¨®lico de trueque y transparencia. Se puede afirmar que estamos ante uri canto general de los elementos primarios. Viento y luz son palabras que se repiten a menudo. Orean y clarifican la superficie del ser. Es evidente que C. Rodr¨ªguez no ha encontrado un principio de raz¨®n suficiente al menos l¨®gico. Desde Brujas a mediod¨ªa sabemos que la existencia es par¨¢ ¨¦l m¨¢gica, en sentido de azarosa. Las cosas son as¨ª como podr¨ªan ser de otra manera. Lo que a ¨¦l le atrae ese brillo y el cambio:
"... Ven / conocimiento m¨ªo, a trav¨¦s de / tanta materia deslumbrada por tu honda / gracia?.
Es el hombre quien cepilla la corteza de lo material, quien prende fuego en la superficie de las cosas. El ser de viene entonces inteligible y emocionante.
Historia. El sudor tampoco tiene desperdicio en esta poes¨ªa, Refleja el esfuerzo, la entrega, ¨¦l miedo o admiraci¨®n deslumbrada y el sabor de, la carne. Con ¨¦l nace toda histo r¨ªa. Incluso pesa m¨¢s que la palabra, donde por veces anida la mentira. En el fondo, C. Rodr¨ªguez se interesa m¨¢s por la voz que por su articulaci¨®n, y tras ella busca el gesto puro, la acci¨®n noble e imperecedera. Parece arrimarse a una consideraci¨®n est¨¢tica de lo hist¨®rico, al tierripo interno que aletea en el cant¨®. El viento, dice, lo es todo, pero en el aire, a?ade, hay mentiras, f¨¦cundidad enga?osa. Es la ?estafa? de poemas anteriores, la mentida claridad superficial de las cosas o de los actos. Aqu¨ª toma otro nombre, el de trampa. Contradicciones no faltan. ?Por qu¨¦ lo real es en s¨ª mismo contradictorio? S¨®lo los concretos, que no el jugo vital unificador de la materia. Se accede al sentido hist¨®rico de la existencia mediante la contemplaci¨®n de la naturaleza.
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