La Orquesta de Stuttgart inaugura el XXV Festival de Granada
Dos efem¨¦rides, de significaci¨®n y alcance diversos, presiden la actual edici¨®n del festival granadino. Por una parte, cumple sus bodas de oro el empe?o que iniciara don Antonio Gallego Burin; por otra, las celebraciones centenarios del gaditano, cuasi granadino, Manuel de Falla. Imponen especiales atenciones a su figura y a su obra.Desde los escaparates de las antiguas y nuevas librer¨ªas llama nuestra atenci¨®n un bell¨ªsimo op¨²sculo publicado, por el catedr¨¢tico Gallego Morell, en el que se evocan los cinco lustros de vida del festival con un criterio m¨¢s interpretativo que descriptivo; con una intenci¨®n honda y nada pintoresca. Se trata, entonces, de una valiosa aportaci¨®n por lo que se dice, y por qui¨¦n lo dice.
Fenomenolog¨ªa musical
Ha correspondido al gran director rumano inaugurar el ciclo sinf¨®nico del Carlos V, con dos conciertos al frente de la Orquesta Sinf¨®nica de la Radio de Stuttgart. Celibidache gusta de mostrarse no solamente verdadero, sino tambi¨¦n, entero. Y un Celibidache que a su trabajo como director no una la exposici¨®n ordenada, sistem¨¢tica e intensamente aguda de su pensamiento resultar¨¢ siempre incompleto. Por lo mismo, las noches del gran ?anillo? renacentista plantado por el Emperador en medio de la arquitectura ¨¢rabe, han estado precedidas por las ma?anas del museo. Todos los alumnos asistentes al Curso Manuel de Falla, a m¨¢s de un p¨²blico numeroso, acudieron puntualmente a escuchar la palabra de Celibidache, tan sorprendentemente l¨²cida como sus versiones. Desde ¨¦stas se justifica el pensamiento; desde la ideolog¨ªa se anticipa la tarea interpretativa.Hemos escrito mucho sobre Celibidache. No lo suficiente. Pues sobre tratarse de una personalidad fuera de serie, el maestro no cesa el progresivo profundizar de su pensamiento. Toda investigaci¨®n, toda acuidad de las experiencias celibidachianas apunta en una direcci¨®n: la b¨²squeda de la verdad Tal es, por lo pronto, la actitud que pudi¨¦ramos denominar filos¨®fica del director rumano. Como Falla tend¨ªa a desaparecer como autor, hasta el punto de intentar que su nombre no figurase en las partituras, Celibidache rechaza la denominaci¨®n de int¨¦rprete, anhela desaparecer como tal. A su juicio no interpreta nada, se enfrenta con la realidad musical en sus esencias hasta asumirlas para ver todo m¨¢s claro.
Celibidache denomina a su modo de ver o, m¨¢s precisamente, a su ver lo que est¨¢ ah¨ª, fenomenolog¨ªa musical. El t¨¦rmino husserliano no debe llevamos a pensar en implicaciones m¨²sico-filos¨®ficas, ya que filosof¨ªa y m¨²sica no admiten homologaci¨®n posible; ni tan siquiera analogizaci¨®n. Con todo, existen en la fenomenolog¨ªa filos¨®fica, principios y m¨¦todos, aprovechables por el analista musical. As¨ª el sentido de la vivencia intencional (?acto ps¨ªquico que no se agota en su ser acto y apunta hacia un objeto?, seg¨²n Mar¨ªas), formada por sus elementos: esencia intencional -cualidad, materia- y contenidos no intencionales -sensaciones, impulsos, sentimientos. Conviene insistir: el pensamiento y el lenguaje de la m¨²sica pertenecen a otro orden de realidades bien distinto de la filosof¨ªa. Orden abstracto y misterioso, mas no por ello menos real y evidente. ??Qu¨¦ nos dice la m¨²sica??, se preguntaba Ortega y Gasset a modo de inciso en una de sus conferencias del Cine Barcel¨®. Para afirmar despu¨¦s: ?Constituye un verdadero esc¨¢ndalo filos¨®fico que nadie haya sabido explicarlo? (la cita de memoria me releva de toda fidelidad literal). No perdamos, pues, de vista la observaci¨®n diferencial a la hora de entender el fenomenologismo de Celibidache. La misma aplicaci¨®n de principios husserlianos a la m¨²sica convierten el sistema en otra cosa al partir de realidades diferentes y espec¨ªficas.
Lo cierto es que Celibidache se siente poco halagado, o m¨¢s bien contrariado, cuando los elogios se ci?en a la consecuci¨®n de algunas sensaciones: la belleza sonora, la elegancia, la gracia, la ligereza, el color. Satisfacci¨®n plena experimentar¨¢ el director si alguien, despu¨¦s de una versi¨®n, afirma: esto es o, lo que es lo mismo, se ha sentido en presencia de la verdad. Lo primero, la capacidad de provocar sensaciones es necesario, excitante; lo segundo, el encuentro y explicaci¨®n de la verdad, es trascendente.
Escrito lo anterior, parece superfluo y equ¨ªvoco -cuando no pueden llenarse docenas de cuartillas- aludir a tal o cual detalle o refinamiento, efecto o sensaci¨®n alcanzados por Celibidache en Mozart, Strawinsky, Respighi, Strauss, Moussorgsly o Ravel. Quienes dan por bueno que la hondura de pensamiento existe s¨®lo en el gran sinfonismo alem¨¢n se entretendr¨¢n comentando la Rapsodia espa?ola o El beso del hada como creaciones decorativistas en las que Celibidache hace primores. Sin embargo, Ravel o Strawinsky imaginaron y realizaron algo m¨¢s, que superficiales evocaciones coloristas. Uno de los grandes triunfos de los conciertos de Granada fue, para m¨ª, El beso del hada cuando Celibidache nos descubri¨® que tras el poderoso ingenio strawinskiano, existe una carga intencional, de mayor calado.
La sinf¨®nica de Radio Stuttgart -como orquesta es el fiel reflejo de las orientaciones de su director. Se ha identificado con su manera de entender, le sigue con ¨¢gil fidelidad, no en las incidencias de su gesto o su talante, sino en la aventura rastreadora de la verdad musical. Rara experiencia ¨¦sta de contemplar a un conjunto sinf¨®nico entregado, desde la base conceptual hasta la realizaci¨®n de los delalles, a la razonada voluntad de un magisterio.
El triunfo de Celibidache y los m¨²sicos de Stuttgart queda registrado como el m¨¢s grande y clamoroso en la historia de los festivales granadinos.
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