"Estupideces", "errores hist¨®ricos", "falsedades"
Ricardo de la Cierva, en su cr¨®nica titulada ?A Franco lo que es de Franco?, publicada en este diario el domingo d¨ªa 27, arremete contra un art¨ªculo m¨ªo sobre la entrevista Franco-Hitler en Hendaya, que se public¨® el 26 de mayo ¨²ltimo en ?ABC?, ?La Vanguardia? y ?Heraldo de Arag¨®n?, al cual se ha referido Camilo Jos¨¦ Cela en otro suyo publicado en ?Cambio 16? (21-27 de junio).Despu¨¦s de unas frases amabil¨ªsimas para Cela y para m¨ª (que yo agradezco sinceramente), La Cierva dice que mi art¨ªculo ?contiene cuatro errores hist¨®ricos graves y once menos graves, pero considerables?. No satisfecho, a?ade: ?Contiene, adem¨¢s, una estupidez?.
Quien haya le¨ªdo mi citado art¨ªculo, el resumen que del mismo public¨® EL PAIS (30 de mayo), o esa cr¨®nica del profesor La Cierva, comprender¨¢ que no tengo m¨¢s remedio que salir inmediatamente en defensa de lo que escrib¨ª: el relato absolutamente objetivo que, poco tiempo despu¨¦s de la hist¨®rica entrevista de Hendaya, me hizo el general Kindel¨¢n de lo que all¨ª ocurri¨® en realidad.
Mientras La Cierva no demuestre de un modo fehaciente que ese inteligente y respetabil¨ªsimo general entendi¨® equ¨ªvocamente lo que el propio Franco le explic¨®, estar¨¦ convencido de que lo que me cont¨® es, en esencia, la verdad hist¨®rica; la cual, como tantas veces ocurre, es mucho m¨¢s simple de lo que se supon¨ªa.
En resumidas cuentas, y extractando p¨¢rrafos de mi largo art¨ªculo, recordar¨¦ al lector que, seg¨²n el general Kindel¨¢n, al terminar nuestra guerra y comenzar la mundial, qued¨® convenido que Espa?a entrar¨ªa en esta segunda contienda cuando Alemania lo considerara necesario. En compensaci¨®n, obtendr¨ªamos el Marruecos franc¨¦s, Or¨¢n y Gibraltar. Pero a la ca¨ªda de Francia en poder del Ej¨¦rcito alem¨¢n, el mariscal Petain, que conoc¨ªa las pretensiones espa?olas, hizo saber a Hitler que la Francia que ¨¦l representaba estar¨ªa dispuesta a colaborar lealmente en el nuevo orden europeo siempre que, ni Alemania ni ninguno de sus aliados le privara de un s¨®lo palmo de su imperio colonial. Hitler no lo dud¨®; decidi¨® sacrificar las aspiraciones espa?olas ante la oferta de colaboraci¨®n francesa, y llam¨® a Franco a Hendaya, para que quedara esto en claro mediante la firma de un protocolo en el que habr¨ªa de constar que, cuando Espa?a entrara en la guerra a requerimiento de Alemania, su ¨²nica compensaci¨®n territorial ser¨ªa Gibraltar. El f¨¹hrer quer¨ªa poder exhibir ese protocolo o al menos dar cuenta del mismo al mariscal Petain, cuando se reuniera con ¨¦l, en Montoire, al d¨ªa siguiente de la entrevista de Hendaya.
Franco trat¨®, por todos los medios, de disuadir a Hitler. Quer¨ªa entrar ya en lo que cre¨ªa -como millones de espa?oles- la fase final de la guerra, para obtener lo que estaba convenido: el Marruecos franc¨¦s, Or¨¢n y Gibraltar, pero no pudo convencer al F¨¹hrer.
El general Kindel¨¢n me dijo tambi¨¦n que Franco qued¨® profundamente desilusionado por la ocurrido, y que, a partir de ese momento, aunque continu¨® creyendo en la victoria del Eje y dese¨¢ndola, se resisti¨® a la entrada de Espa?a en la contienda, por considerar que la simple recuperaci¨®n de Gibraltar no era suficiente compensaci¨®n para los sacrificios que aquella beligerancia comportar¨ªa.
La Cierva califica de ?falsedad gratuita? ese relato del general Kindel¨¢n y dice que ?est¨¢ demostrado, archidemostrado documental y testimonialmente, que Franco hab¨ªa superado a finales de junio (no a finales de noviembre) la suprema tentaci¨®n de su vida. Afirmar que el 23 de octubre de 1940 "quer¨ªa entrar ya en la fase final de la guerra" es saltarse a la torera toda la documentaci¨®n disponible.
Lo curioso es que el profesor La Cierva no aporta tal documentaci¨®n, y la que cita en el primer volumen de su reciente ?Historia del franquismo? no prueba nada. Ello no es de extra?ar. Como historiador, ¨¦l sabe mejor que yo lo dif¨ªcil que es fijar la realidad de los hechos hist¨®ricos recientes. Cuando escribi¨® su ?Historia?, no conoc¨ªa el relato -posterior- de un testigo de excepci¨®n, como Ram¨®n Serrano S¨²?er, ni el del general Kindel¨¢n, que yo he podido aportar. La Cierva escribi¨® su libro con los datos de que dispon¨ªa. Si como historiador busca realmente la verdad hist¨®rica, no debe rebelarse contra el hecho de que esos datos resulten rectificados por otros posteriores de mayor autoridad.
En mi art¨ªculo ya se?alaba que Serrano S¨²?er, en su famoso libro ?Entre Hendaya y Gibraltar?, ?no escribi¨® una sola palabra sobre la entrevista de Hendaya?; y que ?ahora ha explicado las razones por las que no pudo hacerlo?. En cuanto a Franco -a?ad¨ªa yo-, ?estuve siempre, como es natural, muy pendiente de lo que, pudiera manifestar acerca de aquella entrevista, y, que sepa, jam¨¢s dijo que en Hendaya ¨¦l nos salv¨® de entrar en la guerra. Permiti¨®, eso s¨ª, que tal mito se extendiera favorecido por una f¨¢cil confusi¨®n: la resistencia que, a partir de lo que all¨ª ocurri¨®, opuso, efectivamente, a que un contingente de tropas alemanas cruzaran nuestro territorio para tomar Gibraltar?.
Ram¨®n Serrano S¨²?er me escribi¨®, el 28 de mayo, una afectuosa carta, de la que transcribo lo siguiente: ?... le¨ª con atenci¨®n tu art¨ªculo del que, como dices -y no pod¨ªa ser de otro modo- sustancialmente Kindel¨¢n te cont¨® lo que Franco le hab¨ªa dicho (el subrayado es m¨ªo). Nada de particular tiene la confusi¨®n o el error de que el protocolo aceptado por Franco se entregara en Hendaya o al amanecer del d¨ªa siguiente -como ocurri¨®-, en Ayete. Vive, y es notario de Madrid, quien fue nuestro mecan¨®grafo al dictarle el texto condicionado y reformado al regresar a San Sebasti¨¢n?..
Ricardo de la Cierva deber¨ªa reflexionar desapasionadamente. ?Cree que porque dijera a Franco, que "cuando se empezasen a proferir las inevitables estupideces revanchistas sobre su vida y su obra no faltar¨ªan respuestas adecuadas", se justifica la frase: ?Hoy no hace el cronista m¨¢s que empezar a cumplir esa firme palabra?? Si el notable escritor se serenara, quiz¨¢ llegar¨ªa a descubrir qui¨¦n es verdaderamente el que ha incurrido en ?estupideces?, ?errores hist¨®ricos? y ?falsedades?. El general Kindel¨¢n, desde luego, no.
Por lo dem¨¢s, pienso que Cela tiene raz¨®n cuando, al se?alar que ?seg¨²n s¨ªntomas ciertos, no fue del todo verdadero lo que se nos dijo?, concluye: ?Ya no toca mirar atr¨¢s, sino adelante. Pero tampoco sobra conocer lo que pas¨® en nuestra casa?.
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