Primeros s¨ªntomas de ruina
En el cap¨ªtulo anterior alud¨ªamos al costo humano y social que la falta de previsi¨®n y planificaci¨®n supuso para las remesas de inmigrantes que afluyeron a Madrid desde el comienzo de la etapa de industrializaci¨®n. Hoy pretendemos esbozar el perfil del tratamiento que desde distintos organismos oficiales se dio a este problema, centrado sobre la populosa barriada de San Blas.
En el a?o 1954, la Comisar¨ªa de Urbanismo de Madrid lanza el Plan de Urgencia Social mediante el que se pretende ofrecer una gama de paliativos al problema, que desde algunos a?os atr¨¢s, comporta la aglomeraci¨®n de n¨²cleos de poblaci¨®n en la periferia de Madrid. Son muchos los nuevos pobladores que ante la ausencia de soluciones oficiales, hab¨ªan previamente construido sus viviendas en cualquier asentamiento con condiciones m¨ªnimas, las construcciones, carentes de agua, electricidad y de servicios, sol¨ªan consistir en casitas bajas de adobe, con no m¨¢s de dos habitaciones, sin ventilaci¨®n ni alcantarillado, pegadas unas a otras en peque?os bloques, con una especie de patio interior que serv¨ªa de vertedero y con la total ausencia de garant¨ªas de habitabilidad, salubridad e higiene. Con frecuencia estas casas alojaban familias numerosas y la promiscuidad durante las horas de sue?o o de enfermedad se presentaba como una servidumbre ineludible.Los accesos a estas zonas se caracterizaban por la total falta de trazado, con lo cual el traslado de enfermos resultaba una tarea muy dif¨ªcil; asiduamente los transportes no cubr¨ªan estos ¨¢mbitos y los taxis sol¨ªan negarse a cruzar estos parajes, donde se daba una correlaci¨®n evidente entre la marginalidad social y las actitudes sociales marginales. Por otra serie de causas, factores que en ambientes y ¨¢reas urbanizadas comenzaban a retroceder, como la mortalidad infantil o las enfermedades contagiosas e infecciones, se perpetuaban, a veces con incrementos en estas ¨¢reas perif¨¦ricas.
Esta situaci¨®n corresponde a la etapa en la cual algunas organizaciones filantr¨®picas y religiosas comienzan a acudir a los denominados suburbios y surgen los primeros s¨ªntomas de una incipiente conciencia del caudal de problemas derivados de este estado de cosas, alargado sobre un c¨ªrculo que rodea Madrid por casi todos sus limites.
Con una premura parangonable a la falta de previsi¨®n, algunos departamentos y entidades oficiales se plantean la necesidad de remediar estas situaciones y cunden los primeros focos de esperanza entre los inmigrantes.
As¨ª pues, la Obra Sindical del Hogar y Arquitectura emprenden la construcci¨®n de San Blas 1, compuesto por 1.200 viviendas utiliz¨¢ndose m¨®dulos de 700 pesetas el metro cuadrado construido. En el a?o 1956, hasta el a?o siguiente no se crea el Ministerio de la Vivienda, por lo cual las iniciativas y l¨ªneas generales de la absorci¨®n del nuevo poblamiento de Madrid han sido tomadas y trazadas por la Obra Sindical en ¨¢reas vastas de la periferia capitalina.
Tras dificultades diversas comienzan a detectarse a los ocho a?os serios riesgos de hundimiento, precedidos por grietas y resquebrajamientos que hacen cundir temores de inseguridad en la barriada. Se inicia una etapa de primeras gestiones, en la cual grupos de vecinos sustraen horas de sus apretados horarios laborales para explicar a los responsables de la construcci¨®n que las viviendas pueden caer, abatidas por los progresivos resquebrajamientos de muros y techos. En principio, el vecindario trata de buscar f¨®rmulas conciliatorias, amistosas, con la Obra Sindical del Hogar, cuyas ofertas se ci?en a la reparaci¨®n superficial de las grietas producidas. Amplios sectores del vecindario, por entender que tal oferta resulta no s¨®lo, insuficiente sino tambi¨¦n dilatoria de la soluci¨®n real del problema, deciden acudir a los juzgados municipales esgrimiendo una cl¨¢usula pactada en el contrato de adjudicaci¨®n de las viviendas, seg¨²n la cual ?las reparaciones a realizar en el interior de las viviendas correr¨¢n a cargo del usuario, siempre que no se produzcan por defecto de construcci¨®n?.
Comienza entonces una larga peripecia, salpicada de argumentos legales y t¨¦cnicos, oficiales y reales.
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