La novela como disgresi¨®n
?La escritura es el arte de la digresi¨®n?, afirma Severo Sarduy en ese dec¨¢logo del orientalismo y el erotismo consum¨ªstico que es Cobra. Aun dando por bueno este axioma, no por ello dejaremos de pensar que una literatura basada en la acumulaci¨®n digresiva forzosamente parar¨¢ en barroquismo, por inteligente que sea, y perder¨¢ la austeridad que exige la consecuci¨®n de la l¨ªnea argumental.Los estudios ling¨¹¨ªsticos de los ¨²ltimos a?os acaso anuncian esta corriente literaria en la que las palabras se juegan la vida como unidades aut¨®nomas, en la que el escritor se siente arrastrado a reiterar sin¨®nimos, vocablos cultos o pedestres, frases el¨ªpticas que alargan la sufrida sintaxis, etc¨¦tera. Y a ello parece colaborar el m¨¦todo de la superposici¨®n y alternancia de los fragmentos narrativos en laborioso patchwork -al parecer, f¨®rmula redentora de la vituperada linealidad de la novela-, para dar los distintos procesos simult¨¢neos de la realidad. El fraccionamiento sistem¨¢tico de los cap¨ªtulos, anteponiendo o posponiendo sus partes unido a la t¨¦cnica de la digresi¨®n originan esa singular hipertrofia de texto que es rasgo definidor de la novel¨ªstica actual, y que ser¨ªa posible enjuiciar si ¨¦sta se pudiera medir con ¨ªndices de m¨¢s y menos.
Avalovara,
de Osman Lins, Barral Editores. Barcelona, 1975.
En el caso de la novela Avalovara, del novelista brasile?o Osman Lins, la primera observaci¨®n que se impone es sobre el esfuerzo hecho por el autor para equiparar el juego sem¨¢ntico y la discontinuidad de la narraci¨®n. Para ¨¦sta, Lins, honestamente, da una clave -como tambi¨¦n la daba Rayuela-, para reestablecer las secuencias de los cinco o seis relatos que componen el libro evitando as¨ª que el emparedado de sus fragmentos pueda ofuscar al lector desprevenido. Este, siguiendo tal se?alizaci¨®n, descubre las distintas l¨ªneas argumentales, deshace el complicado mosaico y hasta puede sentl rse satisfecho como un lector del siglo XVII desentra?ando una obra emblem¨¢tica.
Joyce y Fluxley contrapuntearon el discurso narrativo y trazaron un cuadro lo m¨¢s amplio posible de una sociedad en un momento determinado, pero los esfuerzos literarios posteriores para solucionar el problema de la diversidad sincr¨®nica parecen haber postergado esta pretensi¨®n totalizadora y buena parte de la novela actual tiende m¨¢s a una indagaci¨®n de la propia existencia y a la arquitectura del lenguaje que a las connotaciones hist¨®ricas y circunstanciales. As¨ª es Avalovara, aparecida en Sao Paulo en 1973. Su autor, Osman Lins, ha publicado desde 1955 ocho o nueve libros de literatura imaginativa, novela, teatro y un volumen de relatos, Nove Novena, interesante; ha logrado varios premios literarios y est¨¢ siendo traducido a otras lenguas.
La modernidad de Avalovara se hace evidente en su vigorosa construcci¨®n ling¨¹¨ªstica, en las referencias a la m¨ªstica y a los secretos gn¨®sticos, propios de la moda ocultista que atraviesa el mundo, en las inserciones eruditas de gran cultura, como es, entre otras, planear la novela en un pal¨ªndromo latino que representa la est¨¢tica de la escritura, sobre el que se desarrolla una espiral para dar la din¨¢mica de la acci¨®n y el devenir y repetici¨®n de las historias.
Encontramos tambi¨¦n, dentro de esa tendencia a la interioridad psicol¨®gica, el testimonio de la propia existencia del autor, de su real y prosaica vida; de ni?o, en las fricciones familiares; de adulto, en la experiencia obligada -tan t¨ªpica de los intelectuales sudamericanos- del Par¨ªs de las calles conocidas y las inevitables aventuras, y hacemos menci¨®n de esto por la rutina que -observamos en tantos novelistas que vuelven atr¨¢s la mirada -m¨¢s nost¨¢lgica que irritada- y prescinden de su capacidad creadora a favor de aut¨¦nticas Memorias de Edipo.
En Avalovara, de la afluencia de los recuerdos viene una incontenible asociaci¨®n de ideas privad¨ªsimas, intransferibles a muchos lectores que no conseguir¨¢n la identificaci¨®n con los accidentes de la obra porque en su procedencia po¨¦tica son todo alusi¨®n y alegor¨ªa.
Tambi¨¦n Eros ocupa su requerido espacio, exaltado mediante una evocaci¨®n minuciosa del acto sexual, que supera en extensi¨®n, bell¨ªsimas im¨¢genes y gozo er¨®tico a lo le¨ªdo en novelas recientes, y que en algunos pasajes de las ¨²ltimas p¨¢ginas alcanza la glorificaci¨®n del pene que anunci¨® en su d¨ªa Lady Chatterley, aunque creemos que no llega a simbolizar lo que la prologuista y h¨¢bil traductora califica de ?c¨®pula universal, apogeo y apocalipsis de todo lo existente?...
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