Acoso y defensa de la cr¨ªtica literaria
?Qu¨¦ significa y para qu¨¦ sirve la cr¨ªtica literaria?, se preguntan con cierta frecuencia gentes interesadas en o¨ªr una respuesta satisfactoria. Acosada por los soci¨®logos, desnaturalizada por los psic¨®logos, desde?ada por los hech¨®logos y suplantada por la propaganda, la cr¨ªtica literaria ha de batirse no ya en dos frentes, sino en cinco o seis a la vez, sin contar los quintacolumnistas que desde dentro, y pasando por lo que no son, contribuyen eficazmente a su descr¨¦dito.As¨ª planteado el problema, la tendencia a deslizarse por el plano inclinado de las f¨¢ciles generalizaciones se hace evidente. Sin desde?arlas realidades reci¨¦n apuntadas y otras que prefiero callar, parece conveniente dejar a un lado los obst¨¢culos exteriores y empezar por un examen de conciencia centrado en las dificultades nacidas del cuestionamiento de los problemas intr¨ªnsecos de la cr¨ªtica misma, planteados por contagio de la enfermedad del siglo: la crisis de identidad, aqu¨ª causada por las diferentes maneras de enfrentarse con el texto, sin que nadie pueda decidir cu¨¢l de ellas proyectar¨¢ la luz, que mejor precise su sentido.
Criterio de aproximaci¨®n
Como el espacio no consiente una exposici¨®n detallada, resumir¨¦ dos o tres ideas que, si no por su novedad, pudieran ser tenidas en cuenta por su concordancia con ciertas reglas de buen sentido que, pese a su obviedad, o precisamente por ella, son con frecuencia olvidadas. Que el cr¨ªtico escribe para el lector, y no para el autor, es o debiera ser evidente; menos lo parecer¨¢ el hecho de que en muchos casos el cr¨ªtico escribe para s¨ª o para explicarse a s¨ª mismo; por eso sus p¨¢ginas con frecuencia tienen car¨¢cter de autograf¨ªa.
La dificultad de separar al cr¨ªtico de su cr¨ªtica es grande. ?C¨®mo lograr¨ªa el cr¨ªtico saltar sobre su sombra: temperamento, sensibilidad, cultura, ideolog¨ªa? ?No ser¨¢n sus l¨ªmites -y sus limitaciones- los que determinen el modo de la escritura y la validez de sus observaciones? Wittgenstoin record¨® que se analiza desde una perspectiva que afecta a lo analizado. Cuesta trabajo imaginar una objetividad absoluta, pues conseguirla supondr¨ªa la transformaci¨®n del cr¨ªtico en aparato mec¨¢nico, y a¨²n as¨ª... (El novelista polaco Stanislaw Lem ha mostrado en sus f¨¢bulas cibern¨¦ticas que aun los robots son accesibles a las pasiones que sol¨ªamos llamar humanas.)
No le trata, creo yo, de ser totalmente objetivo, sino de esforzarse en serlo. Cuanto m¨¢s intenso el esfuerzo, m¨¢s, problable ser¨¢ que los resultados del an¨¢lisis alcancen validez general. Toda cr¨ªtica implica una hip¨®tesis que debe ser puesta a prueba, no ya por quien la formula, sino por cuantos se interesen en comprobar su exactitud. En los a?os ¨²ltimos se ha tendido a construir brillantes sistemas cient¨ªficos o seudo que, como las antiguas preceptivas, proporcionen criterio de aproximaci¨®n a la obra literaria. Quiz¨¢ el m¨¢s s¨®lido resultado de esas tendencias ha sido el de atribuir al texto la consideraci¨®n que merece. Ortega en Espa?a, los formalistas rusos y el New Criticism americano apuntaron en esa direcci¨®n, que, desde luego, no hab¨ªa sido la de Sainte-Beuve, Brand¨¦s o Men¨¦ndez Pelayo.
Inclinaci¨®n a la teor¨ªa
Sin atenerse en primer t¨¦rmino al texto como letra que habla de por s¨ª, f¨¢cil es caer en la falacia biogr¨¢fica, en la exploraci¨®n de la psicolog¨ªa del escritor y en otras distracciones, tal vez amenas, pero rara vez iluminadoras. Aclaro, sin perder comba, que la concentraci¨®n en el texto no impone renunciar a las ayudas que contribuyan a su mejor comprensi¨®n: lo que s¨ª exige es conciencia de que esas ayudas est¨¢n rigurosamente subordinadas a lo escrito. La fijaci¨®n en el texto como hecho aut¨®nomo es recomendable; no lo es creer que se ha producido en el vac¨ªo y que, por tanto, puede ser le¨ªdo sin relacionarlo con su contexto.
Paralela al resurgimiento del textualismo se acentu¨® la inclinaci¨®n de la cr¨ªtica a convertirse en teor¨ªa; teor¨ªa no tanto normativa coino descriptiva de las formas en que la obra se constituye. Si esquiva las tentaciones del dogmatismo y del esp¨ªritu de sistema, la inclinaci¨®n ser¨¢ saludable, puesto que impone un esfuerzo conceptualizador que ayuda a precisar las ideas y a exponerlas con rigor. Entrese en la lectura, adem¨¢s, con la decisi¨®n de no incurrir en la llamada interpretaci¨®n, que suele ser un modo de sustituir lo escrito por lo que el lector imagina que el autor quiso decir.
Competir con, el artista en su terreno me parece ingenuo y excesivo. Por eso no acabo de entender la pretensi¨®n del cr¨ªtico ?artista?, aunque s¨ª veo claro que la cr¨ªtica es art¨ªstica en manos de un Baudelaire o un Oscar Wilde. Todo tenido en cuenta, es comprensible que de la figuraci¨®n del cr¨ªtico ?artista? se haya pasado a la del cr¨ªtico ?cient¨ªfico?. No me atrevo a decir si el paso se dio por modestia o por ambici¨®n, pero en cuanto contribuya a eliminar frases y actitudes que sugieren una respuesta emocional, m¨¢s que intelectual, a la lectura, lo considero beneficioso. Las opiniones, las impresiones, las generalizaciones tal vez alcancen la brillantez; s¨®lo por chiripa la exactitud.
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