La aventura del secuestro de Entebbe, contada por una protagonista
?Cuando estaba en el avi¨®n pens¨¦ en la posibilidad de escribir lo que ocurr¨ªa. Otra chica me pidi¨® que lo anot¨¢semos entre las dos, pero realmente no me encontraba con el ¨¢nimo de hacerlo?, comienza diciendo Monique.-?Ten¨ªa alguien una c¨¢mara de fotos?
-S¨ª, muchos llevaban alguna, pero los terroristas las confiscaron y las devolvieron vac¨ªas. Una persona ten¨ªa una peque?a, pero no s¨¦ si fue capaz de sacar alguna foto; era un franc¨¦s.
-?C¨®mo empez¨® el drama?
-Yo deb¨ª haber tomado otro avi¨®n que no paraba en Atenas el domingo, pero llegu¨¦ tarde y me vi obligada a coger ese vuelo. Llegamos a Atenas a las once. Esperamos en el avi¨®n y otras personas entraron. Despu¨¦s de despegar o¨ªmos los primeros gritos, y pensamos que a lo mejor algo se estaba quemando. Realmente pod¨ªa ser cualquier cosa. Entonces los pasajeros que estaban en primera clase empezaron a entrar en nuestro compartimento de segunda.
O¨ªmos voces alemanas, mientras que la gente iba llegando con los brazos en alto. Dos terroristas m¨¢s estaban entre nosotros en segunda clase.
Una chica alemana habl¨® en ingl¨¦s por el micr¨®fono, y dijo: ?El avi¨®n ha sido secuestrado. De ahora en adelante se llamar¨¢ ?Haifa?. Su nuevo comandante es ... (y dijo un nombre ¨¢rabe que he olvidado). Somos el comando Che Guevara, de la Liberaci¨®n Palestina.?
-?Qu¨¦ pens¨® cuando vio llegar al primer pasajero con las manos levantadas?
-Al principio pensamos todos que alguien se hab¨ªa puesto enfermo. Una persona que no ha sido nunca secuestrada antes no piensa en esa posibilidad.
-?D¨®nde estaban situados los terroristas en el avi¨®n?
-Creo que los dos palestinos estaban en el compartimento de segunda, y los alemanes, en primera. Los palestinos salieron de la parte trasera y tomaron posici¨®n delante de la segunda clase. Los dos eran bastante j¨®venes, uno ten¨ªa el pelo rubio y ojos inexpresivos; el otro era moreno, como la mayor¨ªa de los de su raza. Uno tendr¨ªa unos 20 a?os y el otro parec¨ªa un poco mayor.
Al principio no vimos al resto, pero luego apareci¨® la mujer para relevarles en la guardia. La mayor parte del tiempo estaban al fondo, junto a los lavabos, desde donde pod¨ªan ver todo el avi¨®n. Siempre hab¨ªa por lo menos dos vigilando. El alem¨¢n nunca dorm¨ªa, ¨¦l se quedaba siempre en primera clase.
Era un hombre guapo
-?Era ¨¦l el cerebro de la operaci¨®n?
-Nosotros no le vimos en el avi¨®n. La primera vez que le tuve ante m¨ª fue al llegar a Uganda. All¨ª tuvimos que esperar bastante tiempo, mientras que ellos negociaban con Idi Am¨ªn Dad¨¢. Mientras tanto, a nosotros nos permitieron pasar a la secci¨®n de primera, no s¨¦ por qu¨¦. En ella estaba ¨¦l discutiendo con algunas personas. Parec¨ªa tener unos 28 ¨® 30 a?os; era un hombre guapo.
-?Qu¨¦ dijeron los secuestradores despu¨¦s del primer anuncio?
-?Por favor, permanezcan sentados, pongan las manos sobre la cabeza y no se muevan. Vamos a registrarles. Dejen en el pasillo todos los cuchillos o armas que lleven?. Entonces nos llevaron al fondo a todos los que est¨¢bamos en las primeras filas. La gente nos hizo sitio, instal¨¢ndonos dos en cada asiento; las azafatas se sentaron en los pasillos.
Seguimos con la manos sobre la cabeza y sin movernos, mientras ellos iban registrando, uno a uno, a cada uno de los que est¨¢bamos a bordo. La mujer cacheaba a las pasajeras, y los hombres, a los varones. A m¨ª no me registraron porque estaba sentada al fondo y se cansaron antes de acabar con todos. Era demasiado trabajo.
-?Hablaba la gente con los terroristas? ?C¨®mo se comportaba?
-Nadie hablaba mucho. Algunos temblaban como una hoja, s¨®lo se pod¨ªan o¨ªr susurros. Despu¨¦s de un rato consiguieron organizarse los terroristas.
-?Sab¨ªa que les llevaban a Bengasi?
-No. Nos lo dijeron s¨®lo al llegar all¨ª. Nosotros no ten¨ªamos ni idea de ad¨®nde nos llevaban. Mir¨¢bamos por la ventana; pudimos divisar el mar, pero eso fue todo. Cuando llegamos nos anunciaron que est¨¢bamos en Bengasi para repostar y verificar los mecanismos. A menudo repet¨ªan que todo iba bien. ?No queremos hacerles da?o?, dec¨ªan. ?Est¨¦n tranquilos.?
-?Verificaron sus documentos? ?Estaba preocupada por ser residente eventual de Israel, aunque llevase pasaporte franc¨¦s?
-Antes de llegar a Bengasi dijeron los secuestradores: ?Pasaremos para recoger sus pasaportes. Por favor, den todo lo que tengan, carnets de identidad, tarjetas consulares, papeles militares... No traten de esconder nada bajo los asientos. El avi¨®n ser¨¢ registrado posteriormente?. Yo pens¨¦ luego que deber¨ªa haber destruido toda mi documentaci¨®n referente a Israel. Supongo que mucha gente lo hizo.
-?Qu¨¦ pas¨® en Bengasi?
-El comando nos trajo bebidas. Nos dijeron que corri¨¦semos las cortinas. Despu¨¦s de repostar, despegamos otra vez. Como no ten¨ªamos nada que hacer, especul¨¢bamos sobre d¨®nde nos llevar¨ªan. Algunos dijeron que a Marruecos, otros que a Argelia o a Arabia Saudita. Casi todos pens¨¢bamos que nos dirig¨ªamos hacia el sur.
El viaje fue bastante largo, pero no s¨¦ exactamente cu¨¢nto dur¨®. Llegamos a Uganda por la noche, a eso de las tres o las cuatro de la madrugada. Seg¨²n una conversaci¨®n que o¨ª despu¨¦s, el comandante no conoc¨ªa bien el aeropuerto, por lo que hicimos un mal¨ªsimo aterrizaje. Comenz¨® a amanecer; permanecimos en el avi¨®n mientras la gente se iba despertando gradualmente. Abrieron las puertas para airear un poco el avi¨®n. Hac¨ªa un calor horrible.
El lugar estaba completamente desierto
- ?Permanecieron en el avi¨®n durante todo el d¨ªa del lunes?
- No. Al mediod¨ªa comimos en el aeropuerto. Por la ma?ana hab¨ªamos visto coches delante del avi¨®n. El de Idi Amin era uno de ellos. A ¨¦l tambi¨¦n le vimos, a lolejos. Los terroristas negociaron por radio para que nos dejasen desmbarcar.
- ?Segu¨ªan teniendo las manos sobre la cabeza?
- No. Algunos pasajeros llegaron incluso a pensar que todo hab¨ªa terminado ya; que se quedar¨ªan con los pasaportes y el avi¨®n y que nos dejar¨ªan marchar. Pero no fue as¨ª. Nos hicieron desembarcar y nos llevaron al aeropuerto.
- ?Estuvieron armados todo el tiempo que permanecieron con ustedes los terroristas?
- Si. Ellos desembarcaron tambi¨¦n detr¨¢s de nosotros. Delante de nosotros hab¨ªa una fila de soldados ugandeses que nos se?alaban qu¨¦ direcci¨®n seguir. La habitaci¨®n a la que nos llevaron estaba a unos 50 metros del avi¨®n. La tripulaci¨®n del avi¨®n tambi¨¦n desembarc¨®, al final, formando un grupo compacto. No pudimos reconocer a ning¨²n oficial ugand¨¦s. En la habitaci¨®n nos hicieron sentarnos y esperar. S¨®lo hab¨ªa una puerta, y la dejaron abierta.
Los soldados de Uganda permanec¨ªan a lo lejos. El lugar estaba completamente desierto. Supon¨ªamos que tendr¨ªamos que pasar la noche all¨ª.
- ?Se unieron otros terroristas al comando?
- Hasta el d¨ªa siguiente no nos dimos cuenta de que hab¨ªa m¨¢s terroristas. Eran mayores, uno de cuarenta a?os, y tambi¨¦n iban armados. Ellos eran los dirigentes de la operaci¨®n.
Los terroristas que estaban con nosotros hac¨ªan guardia con una granada siempre lista en la mano. En los d¨ªas siguientes ya guardaban las granadas en los bolsillos. Nos hicieron rellenar unos papeles para la Organizaci¨®n para la Liberaci¨®n de Palestina. En ellos tuvimos que poner nuestro nombre, n¨²mero del pasaporte, profesi¨®n y lugar de destino.
-?Cu¨¢ndo empezaron a darse cuenta de que tendr¨ªan que pasar la noche all¨ª?
- No recuerdo. S¨¦ que nos dijeron que pod¨ªamos ir al cuarto de ba?o para lavamos un poco. Nos dieron de cenar e intentamos dormir La gente estaba muy cansada. Muchos no hab¨ªan podido conciliar el sue?o la noche pasada en el avi¨®n. Las luces permanecieron encendidas. En los d¨ªas siguientes los secuestradores trataron de organizar el servicio de comidas. Los terroristas pensaron que nosotros podr¨ªamos encargamos de ello. Un franc¨¦s tom¨® la direcci¨®n y cuatro mujeres ayudaron a servir.
Tambi¨¦n nos dieron agua para lavar y unas p¨ªldoras contra la malaria.
Idi Am¨ªn, sonriente y relajado
-?Cu¨¢ndo vieron a Idi Am¨ªn?
- En total le vimos unas tres o cuatro veces, incluida la ¨²ltima, el 3 de julio. En aquella ocasi¨®n dijo que acababa de volver de la conferencia de la OUA (Organizaci¨®n para la Unidad Africana), pero que no hab¨ªa hablado todav¨ªa con los palestinos. ?Conversar¨¦ con ellos durante toda la noche?, dijo.
Antes de esto le hab¨ªamos visto otras veces. Un d¨ªa vino con su mujer y su hijo, y nos los present¨®. ?Tambi¨¦n tengo una ni?a que se llama Sharon?, a?adi¨®. Siempre estaba sonriente y relajado, pero todo lo expresaba en condicional. ?Debo decirles que todo depende de sus gobiernos; si no llegan a un acuerdo con los terroristas, nosotros no sabemos qu¨¦ puede pasar?, nos comunic¨®. Nos advirti¨® que el edificio estaba rodeado de explosivos.
En otra circunstancia se present¨® para decirnos que hab¨ªa negociado con los terroristas. Eso fue al d¨ªa siguiente de cuando fuimos separados los jud¨ªos de los dem¨¢s pasajeros; cuando algunas mujeres, ni?os, ancianos y enfermos fueron liberados.
-?Qui¨¦n pudo marcharse en el primer grupo?
- Todos los que no fuesen jud¨ªos o israelitas. Entre nosotros hab¨ªa una pareja de belgas y otra de americanos.
M¨¢s tarde lleg¨® a nosotros un horrible anuncio. Entraron en la habitaci¨®n y el franc¨¦s que sosten¨ªa el micr¨®fono tradujo sus ¨®rdenes: ?Seg¨²n los deseos del capit¨¢n, vamos a ofrecerles m¨¢s sitio. Algunos de ustedes pasar¨¢n a otra habitaci¨®n?, y pas¨® a leer una lista. Despu¨¦s de varios nombres pudimos darnos cuenta que mencionaban s¨®lo a los israel¨ªes.
A partir de entonces nuestro inicial silencio se fue haciendo cada vez m¨¢s pesado y empezamos a imaginar cosas horribles. Dos de entre nosotros hab¨ªan estado anteriormente en campos de concentraci¨®n. A una mujer le dio un ataque de histeria. Sus gritos cortaban el silencio. Se hubiese podido hacer una pel¨ªcula en aquellos momentos, con reminiscencias de una cierta ¨¦poca hist¨®rica...
-?Sinti¨® miedo?
-S¨ª, porque mi situaci¨®n estaba a¨²n sin decidir. Aquella tarde yo no fui nombrada.
-Por entonces, ?d¨®nde estaban los soldados?
-Se encontraban a¨²n all¨ª, hablando con los del comando amistosamente.
-?Despu¨¦s de la primera separaci¨®n, les llamaron m¨¢s tarde?
-Nos llamaron para hacernos muchas preguntas. Eramos cinco. Hicieron el interrogatorio los terroristas m¨¢s mayores los que no vinieron en el avi¨®n. Hablaban en ingl¨¦s.
Me preguntaron qu¨¦ hac¨ªa, qui¨¦n era, qu¨¦ nacionalidad ten¨ªa y d¨®nde viv¨ªa. Les contest¨¦ que soy francesa, pero que hab¨ªa residido temporalmente en Israel. Sin embargo, ellos nos dijeron a los cinco: ?Sabemos todo sobre ustedes. Es mejor que no oculten nada?. Insist¨ªan en que pertenec¨ªamos al grupo KAPOTE. Yo, al principio, no les entend¨ªa.
??Ha estado alguna vez en Kiriat Shmone??, me preguntaron. Les contest¨¦ que s¨ª, pero como turista. ?Sabe que hay Kapotes en Kiriat Shmone ... ?, me dijeron.
A los israel¨ªes no les preguntaban nada. Una persona fue interrogada ampliamente porque encontraron que llevaba fotos en las que aparec¨ªa ¨¦l en un tanque.
Despu¨¦s que nos separaron empez¨® a desarrollarse entre nosotros un cierto complejo. El capit¨¢n del avi¨®n ven¨ªa de cuando en cuando a vernos para animamos un poco. A los otros franceses s¨®lo les ve¨ªamos al ir al cuarto de ba?o.
-?Qu¨¦ pas¨® cuando soltaron al primer grupo?
-Yo no v¨ª c¨®mo se marchaban, porque estaba en la otra habitaci¨®n con los israel¨ªes S¨®lo fueron liberados los viejos, las mujeres y los ni?os. Era un grupo peque?o. Todos fueron escogidos entre la gente de la otra habitaci¨®n. Realmente no fue un suceso muy alentador para los que nos encontr¨¢bamos en la otra sala, ya que a ninguno de nosotros nos dejaron partir. Fue muy duro, para los esposos que se encontraban all¨ª, ver partir a sus mujeres e hijos y tener que quedarse ellos.
La segunda vez que liberaron a otro grupo fue m¨¢s dura para nosotros, porque obstruyeron la comunicaci¨®n entre nuestra habitaci¨®n y la otra y, a partir de entonces, no pudimos saber qu¨¦ pasaba.
-?Qu¨¦ hac¨ªan los ugandeses?
-Ellos supervisaban. No participaban directamente. Eran m¨¢s bien un apoyo pasivo.
-?Qu¨¦ pas¨® entonces?
-Despu¨¦s de pasar alg¨²n tiempo incomunicados, nos dejaron pasar a la otra habitaci¨®n, donde s¨®lo quedaba gente francesa: doce pasajeros y la tripulaci¨®n del avi¨®n. Nos anim¨® mucho volverles a ver.
-?Volvi¨® Idi Am¨ªn el s¨¢bado?
-S¨ª. Dijo: ?Har¨¦ todo lo que est¨¦ en mi mano para salvar sus vidas?.
?No tengan miedo ¨¦chense al suelo?
-?Cu¨¢ndo fueron liberados?
-Nos pareci¨® que los terroristas estaban muy contentos. Pensamos que las negociaciones hab¨ªan llegado por fin a buen t¨¦rmino, porque vimos pasar un coche con dos de los palestinos m¨¢s mayores, que nos hicieron un gesto de triunfo. Cre¨ªmos que algo hab¨ªa ocurrido, as¨ª que nos echamos a dormir. Est¨¢bamos todos muy relajados. A eso de la media noche me despert¨¦ al o¨ªr ruidos de gente que corr¨ªa hacia el fondo de la habitaci¨®n. O¨ªmos un ruido, el sonido de unos disparos. Creo que lanzaron una granada, pero yo no la v¨ª. El ruido dur¨® diez minutos. Yo me tem¨ªa que los palestinos hubiesen cambiado de opini¨®n y que iban a matarnos.
Entonces unos hombres entraron en la habitaci¨®n diciendo que eran israel¨ªes. Nos advirtieron: ?No tengan miedo, ¨¦chense al suelo?. Luego nos hicieron salir y, en un cami¨®n, nos llevaron a los aviones que acababan de aterrizar.
-?Qu¨¦ pas¨® con los terroristas?
-Yo no tuve tiempo de ver qu¨¦ les hab¨ªa pasado. S¨®lo me d¨ª cuenta de que hab¨ªa uno muerto en un rinc¨®n, pero no quise mirar.
Despu¨¦s me met¨ª en un reactor y despegamos. Paramos en Nairobi, donde los israel¨ª llevaron a los heridos al hospital. Despu¨¦s despegamos nuevamente, esta vez hacia Tel Aviv.
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