Regreso a Espa?a de Mar¨ªa Casares
?No s¨¦ si mi coraz¨®n podr¨¢ soportar el pisar tierra espa?ola?, hab¨ªa dicho, en abril y en Par¨ªs, Mar¨ªa Casares, la actriz hija de Santiago Casares Quiroga, presidente que fue del Gobierno de la Rep¨²blica Espa?ola. Pues bien, ayer, a las nueve de la ma?ana, llegaba a Madrid, en el Puerta del Sol
En la estaci¨®n, media hora antes, una especie de informal y cari?oso comit¨¦ de recepci¨®n, integrado por su compa?¨ªa -Corral de Comedias-, el director Jos¨¦ Luis Alonso, y, a nivel de amigos, Paco Nieva y una Nuria Espert emocionada. Y periodistas.Mar¨ªa Casares viene a hacer El Adefesio, de Rafael Alberti, tal como se hab¨ªa filtrado a la prensa meses atr¨¢s. Irremediablemente, en las cortas declaraciones que el cansancio le tolera, contest¨® que le gustar¨ªa que viniera el propio Alberti. ?Espero que las circunstancias le permitan venir?, agreg¨®.
Preguntada sobre la impresi¨®n que le produc¨ªa Espa?a, confes¨®: ?Todav¨ªa no siento nada. Acabo de llegar. S¨ª que ten¨ªa una fuerte impresi¨®n en el tren...? ?Espero poder quedarme muchos meses?. Al parecer, El Adefesio, ser¨¢ estrenada el pr¨®ximo septiembre, a mediados, en Canarias, a finales, en el teatro Reina Victoria, de Madrid.
Sobre la situaci¨®n espa?ola estuvo parca en palabras. Dijo haberla seguido con inter¨¦s. Y en cuanto a las posibles dificultades legales para su entrada en el pa¨ªs asegur¨® no haber tenido ninguna, en absoluto, pese a que su pasaporte y su sallida del pa¨ªs son anteriores al r¨¦gimen franquista. ?No soy una refugiada en Francia?, dijo. Cuando le preguntamos sobre las razones que le han decidido a volver, dijo: ?Es muy largo de explicar, y no es el momento. Ya les contar¨¦ a ustedes todas estas cosas un d¨ªa de estos, pronto?. Mar¨ªa Casares tiene un apartamento en Madrid, donde vivir¨¢ estos meses, y nos prometi¨®, sobre la marcha, una rueda de prensa para antes de tres o cuatro d¨ªas.
Mar¨ªa Victoria Casares, Mar¨ªa Casares en las tablas, es una de las m¨¢s cotizadas actrices de la Comedie Fran?aise. Su tard¨ªo debut en Espa?a ser¨ªa noticia simplemente por esto, pero es que, adem¨¢s, hay la historia de su exilio. Los cuarenta a?os desde que saliera de nuestras fronteras de la mano de su padre, reci¨¦n dimitido presidente del Consejo de la Rep¨²blica Espa?ola.
Santiago Casares Quiroga naci¨® en La Coru?a, en 1884. Abogado, pol¨ªtico autonomista desde muy joven, fue uno de los fundadores de la Organizaci¨®n Republicana Gallega Aut¨®noma. Condenado a muerte de resultas de los sucesos de Jaca, fue incluido desde los primeros momentos en los Gobiernos de la Rep¨²blica, ocupando los ministerios de Marina, Gobernaci¨®n y Obras P¨²blicas sucesivamente. En el Gobierno del Frente Popular, con Aza?a como presidente de la Rep¨²blica, pasa a presidir el Consejo, al tiempo que se hace cargo de la cartera de Guerra. Acusado de mas¨®n anticierical y exaltado, se trata de una controvertida figura. Exiliado en Francia, pasa a Inglaterra al sobrevenir la ocupaci¨®n razi, para volver al terminar la guerra. Y es en Par¨ªs donde, devorado por la tuberculosis y el exilio, fallece el 16 de febrero de 1950.
Mar¨ªa Casares, hija de su matrimonio con Gloria P¨¦rez, naci¨® en Galicia, donde vivi¨® su primera infancia. Los primeros estudios los hizo en Madrid, en el Instituto Escuela, de la Instituci¨®n Libre de Ense?anza. Y el 20 de noviembre de 1936 part¨ªa al exilio con su madre. Su convivencia con el matrimonio Alcover, en Par¨ªs, decide su vocaci¨®n teatral. Desde los 19 a?os, en que hace en el teatro Maturins, de Par¨ªs, Deindre de los dolores, de Milton Synge, su nombre de primera actriz dram¨¢tica ha sonado por todo el mundo, considerada como primer¨ªsima figura de la exigente Comedie Fran?aise.
Desde hace m¨¢s de diez a?os se vino rumoreando la posibilidad de su presentaci¨®n en Espa?a, que empez¨® a ser gestionada, entonces, por Javier Reg¨¢s, al parecer infructuosamente. Ahora, de la mano del empresario espa?ol Antonio Redondo y del director Jos¨¦ Luis Alonso, corta su exilio con la obra de otro de nuestros exiliados: Rafael Alberti. Un paso m¨¢s en la recuperaci¨®n para nuestra cultura de estas figuras que nos pertenecen.
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