Violencia carnal
Seg¨²n una reciente estad¨ªstica dada a conocer en Francia, una mujer es violada en el pa¨ªs vecino, cada tres minutos. Ascensores, aulas, oficinas, almacenes, bosques, ning¨²n lugar parece seguro ante esta ola reciente de violencia carnal. S¨®lo uno de veinte casos es denunciado ello se debe a que, seg¨²n el Movimiento para la Liberaci¨®n de la Mujer, la que pone en conocimiento de la justicia el suyo, debe sufrir p¨²blicamente, al menos, otros cuatro tipos de violencia. Tras la de su agresor, la del agente que la interroga desde su condici¨®n masculina, qui¨¦rase o no; la del m¨¦dico que debe examinar los da?os f¨ªsicos y morales a lo largo de penosas y a veces -qui¨¦rase o no tambi¨¦n-, humillantes exploraciones y preguntas; le sigue el juez instructor que ha de reconstruir el caso, y, como broche final, espera a la v¨ªctima, el tribunal que tambi¨¦n debe conocer los hechos al detalle, formado por gentes desconocidas y diversas aunque el juicio se desarrolle a puerta cerrada.Problemas de esta ¨ªndole hicieron nacer en Chicago el Rapel Crisis Center donde las v¨ªctimas de violencia carnal reciben asistencia y refugio provisional, y a semejanza del cual se acaba de crear en Francia el Centre Anti-Viol.
Lipstick
Argumento y gui¨®n de Freddie Fields.Fotografia: Bill Butler. Direcci¨®n: Lamont Johnson. Int¨¦rpretes principales: Margaux Hemingway, Anne Bancroft, Chris Sarandon y Perry King. Drama. USA 1975. Local de estreno: Minicine n¨²mero 3.
Un problema de tal ¨ªndole, tambi¨¦n sirve de base a Lipstick, historia de una bella modelo violada por un s¨¢dico. El gui¨®n, construido con gran eficacia en sus dos terceras partes, nos lleva desde la agresi¨®n hasta el juicio, a lo largo de una serie de momentos en los que las circunstancias antes rese?adas se van dando con cierta claridad, a partir del momento en que la v¨ªctima decide denunciar su caso. La humillaci¨®n, la cobard¨ªa en torno, el interrogatorio a que debe someterse, incluso leves acotaciones sobre el sentido moral de cierto tipo de publicidad a la que el cine no es ajeno, est¨¢n a punto de convertir en filme-testimonio lo que a partir del juicio primero, no es m¨¢s que justificaci¨®n de una vendetta. En realidad, la pel¨ªcula termina con el primer veredicto; el resto s¨®lo aparece para dar satisfacci¨®n al p¨²blico, -al femenino sobre todo-, que no desea ver al culpable vivo y libre y en cambio se complace viendo a la v¨ªctima tomarse la justicia por su mano. La an¨¦cdota de ese ep¨ªlogo final es pueril e incluso confusa en lo que al segundo juicio se refiere, pues si el reo es un paranoico -y as¨ª se nos presenta-, la no culpabilidad de la protagonista es, por lo menos, cuestionable. Bien realizada y muy bien interpretada por un grupo reducido de actores, entre los que destacan dos mujeres: Margaux Hemingway y Anne Bancroft, es ¨¦ste filme ambiguo donde, a la sombra de una actual problem¨¢tica, se roza a veces el alegato moral en una de sus vertientes m¨¢s vidriosas y agudas: la relaci¨®n carnal entre hombres y mujeres.
Aun suponiendo que esta historia, donde el sadismo aflora a veces, m¨¢s o menos claramente, pretendiera, tal como siempre se asegura: sacar a la luz ciertos hechos aleccionadores, por aquello de que conocerlos es premisa indispensable para combatirlos, digamos que desde la creaci¨®n de los centros anti-violencia en los Estados Unidos, las agresiones carnales han aumentado en este pa¨ªs notablemente. Ello se debe a la publicidad que, a pesar de su fin encomiable, tales centros suponen, y es un dato a tener en cuenta a la hora de enjuiciar filmes como Lipstick, en sus ultimas y definitivas consecuencias, ya que las razones de su realizaci¨®n no aparecen muy di¨¢fanas, m¨¢s all¨¢ de sus prop¨®sitos claramente comerciales.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.