Cuarenta a?os de p¨¢ramo cultural
Si Juan de Mairena levantara su humilde y po¨¦tica cabeza para echar una ojeada al panorama cultural espa?ol, de seguro quedar¨ªa anonadado y, sobre todo, triste al ver lo que ocurre en estas mesetas. El aut¨¦ntico p¨¢ramo cultural, del que habl¨® Jos¨¦ Luis Abell¨¢n en su libro La cultura en Espa?a, constituye un macabro regalo hist¨®rico legado por un invertebrado y monop¨®lico sistema pol¨ªtico al t¨¦rmino de cuarenta a?os, a pesar de que desde los mismos poderes p¨²blicos han venido continuamente maquill¨¢ndolo -la m¨¢scara, que dir¨ªa Cioran- con el triunfalismo al uso. Ni el deshielo cultural iniciado en 1970, ni la ley de Prensa de 1966, ni la de Educaci¨®n de 1970, ni la del Libro de 1975, prologada por la llamada a los intelectuales de 1974, han servido para tapar la dram¨¢tica carencia de una cultura genuina, moderna, progresiva y libre. La recient¨ªsima repesca de exiliados, puesta en circulaci¨®n en este 1976 -una tr¨¢gica manipulaci¨®n para que unos venerables cerebros mueran en sus pagos de origen-, confirma todo lo anterior. El vac¨ªo cultural es un hecho real y cierto, cuyo coste es dif¨ªcil de cifrar en estos momentos y que viene dado, en acertadas palabras del citado Abell¨¢n en su La industria cultural en Espa?a, ?por la absoluta falta de promoci¨®n y de inter¨¦s por parte del Estado sobre los valores culturales del pa¨ªs?. As¨ª, corno suena, y los que vengan detr¨¢s que arreen.Nuestro pejugal, de suyo vario y regional, es proclive a los frutos tard¨ªos, seg¨²n t¨¦rmino de don Marcelino, y a las frases anticulturales por antonomasia. Ejemplos de estos ¨²ltimos quedan al alcance de la mano. Las no tan lejanas -mueran los ¨ªntelectuales y abajo la inteligencia- y la m¨¢s cercana-m¨¢s deporte y menos lat¨ªn- brillan como aut¨¦nticas piezas de nuestro museo de la barbarie. Lo malo del tono de ciertas formas verbales es que suelen venir acompa?adas por actos de igual talante. As¨ª, la casi nula dedicaci¨®n a la investigaci¨®n cient¨ªfica, la anulaci¨®n de la Universidad como foco de formaci¨®n y cr¨ªtica, la negaci¨®n de la vida a las culturas regionales, la eliminaci¨®n del arte y de la literatura corno asignaturas del bachillerato, los asaltos a las librer¨ªas y a las galer¨ªas de arte; nuestro pa¨ªs, el segundo del ranking en traducciones -despu¨¦s de Rusia-, el desarrollo incre¨ªble de una subcultura trivial y empobrecedora -deporte a todo pasto, fotonovelas, prensa del coraz¨®n, etc-. Est¨¢ visto que hay que evitar se cultive el hecho cultural por aquello de la funesta man¨ªa depensar, definici¨®n lapidarla que ha permanecido incardinada en la filosof¨ªa, en la actitud vital y en la normativa emanada de nuestros poderes p¨²blicos.
Qu¨¦ le vamos a hacer.
Filtros parciales
Pero estas connotaciones no quieren ser una actualizada versi¨®n del serm¨®n de Barricadas, ese que solt¨® Fernando de los R¨ªos en 1861 a la reina Isabel. Pretendemos, ¨²nicamente, seguir al pie de la letra la definici¨®n sartriana -los escritores, centinelas de la cultura-, a fin de enhilar una serie de cuestiones que sirvan para concienc¨ªar al respetable -al de arriba y a los de abajo-, col¨¢ndole por todas las rendijas posibles de la mente nuestras dudas, nuestra preocupaci¨®n y, tambi¨¦n, nuestra esperanza. De ah¨ª que nos llene de estupor, por desconocimiento de lo que aqu¨ª se ha cocido y cuece, lo que vino a clamar e indoctrinar el Nobel ruso ante las c¨¢maras de la televisi¨®n.
A estas alturas del siglo contin¨²a en pie, y bien vivo, el punto cuarto del manifiesto editorial de la fallecida revista Escorial. Rezaba as¨ª: Traer al ¨¢mbito nacional los aires del mundo tan escasamente respirados por los pulmones espa?oles, y respirados, sobre todo, a trav¨¦s de filtros tan aprovechados, parciales y poco escrupulosos. Esto se escribi¨® en 1940. Desde hace siete meses hemos comenzado a respirar mejor, si bien, todav¨ªa, las bocanadas salen a trancas y barrancas, quiz¨¢ por falta de costumbre, y con m¨¢s pena que gloria. Tenemos la sensaci¨®n que a nivel de poder el clima de intolerancia intelectual no ha desaparecido del todo y se sigue pensando, por miedo de perder la poltrona o por la confusi¨®n del ambiente, que la cultura es cosa de imposici¨®n, de consigna, de etiquetado por decreto, de coacci¨®n y de ausencia de cr¨ªtica. En suma, se sigue ignorando, de una parte, que el cambio social operado en el pa¨ªs es enorme y proclive a la diversificaci¨®n y, de otra, que la cultura no tiene nada en com¨²n con la propaganda pol¨ªtica ya que, por encima de todo, se trata de una aventura en la libertad para la libertad.
Son claros y llevan nombre y apellidos, los escasos frutos culturales que el pa¨ªs ha dado a lo largo del anterior r¨¦gimen. Desde el 27, y salvo casos espor¨¢dicos o excepcionales, se ha orde?ado poco de nuestro erial. Es m¨¢s, el sistema pol¨ªtico anta?o en vigor logr¨® lo que muy pocos consiguen: agostar un par de generaciones de intelectuales. Por el contrario, obras culturales espa?olas de cu?o moderno y acordes con los tiempos han aflorado, con evidente reconocimiento mundial, gracias a la tenacidad y a la inspiraci¨®n sapiente de la llamada cultura del exilio. Los esfuerzos individuales, as¨ª como los aportes reales, de los que se quedaron dentro han sido escasos y m¨¢s bien producto de las nieblas de la clandestinidad -con el consiguiente olvido del favor p¨²blico-, am¨¦n de ser rabiosamente antiestablecimiento. Aranguren, uno de los apaleados por el cerrilismo prepotente, lo expresa muy fina, pero n¨ªtidamente, en su libro La cultura espa?ola y la cultura establecida, con las siguientes palabras: ?La cultura establecida ha sido, en suma, a mi parecer, demasiado sistem¨¢tica, no tan cr¨ªtica como habr¨ªa sido de desear, demasiado metaf¨ªsica, demasiado satisfecha de s¨ª misina y, por tanto, poco autocr¨ªtica, desatenta a lo que ven¨ªa voluntad de integraci¨®n, reclamada hace a?os por La¨ªn? ?Ser¨¢ operativo y generoso el mensaje de la Corona? No s¨®lo los intelectuales, sino tambi¨¦n el pueblo, necesita contar, no con un pa¨ªs culturalmente vac¨ªo, sino con uno de cultura propia, asentada en la variedad, en la cr¨ªtica y en la libertad. Es un derecho inalienable al que los pueblos no pueden, ni deben, renunciar.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.