Los ¨²ltimos d¨ªas de Saig¨®n / 4
Algunos grupos influyentes, pero s¨®lo en Par¨ªs, las ?Fuerzas Libres del Vietnam ?, las ?Fuerzas para la Democracia y la Paz?, el ?Frente Nacional para la Paz y la Neutralidad del Sudvietnarn?, la ?Asociaci¨®n de Budistas de Ultramar?, el ?Movimiento para la Reconciliaci¨®n Nacional?, y el del ?Derecho a la Vida de las Mujeres Vietnamitas?. Apenas unos miles de adherentes, sobre todo de los Estados Mayores. Me olvidaba de la ?Fuerza de Reconciliaci¨®n Nacional? del senador Vu Van Mau, a quien el grueso de los budistas no sigue. No son otra cosa que grupos min¨²sculos y asociaciones de emigrados.Sonambulismo y teatro de sombras, divisiones y querellas personales, rivalidades e intrigas inextricables entre clanes, religiones y, a veces, por dinero. Y, reinando sobre toda esa mezcla, un personaje indeciso y valiente a la vez, que no muestra la hilacha y parece dejarse manejar: Doung Van Minh.
Tiene cincuenta y nueve a?os. Para un vietnamita es corpulento, por eso su sobrenombre. Juega bien al tenis y cuida su f¨ªsico. Cultiva orqu¨ªdeas. Es uno de los grandes especialistas en esta flor y cr¨ªa peces de formas ex¨®ticas en acuarios especiales.
Pertenece a esa peque?a burgues¨ªa franc¨®fila y franc¨®fona de Mytho, la ciudad m¨¢s ?francesa?, de Vietnam, despu¨¦s de Saig¨®n. Se incorpora el ej¨¦rcito franc¨¦s en 1940 y regresa como subteniente en 1942. Es teniente coronel en la ¨¦poca de Dien Bien Phu. Despu¨¦s de aprobar los cursos de la Escuela de Guerra en Par¨ªs, llega a general en 1955 y es jefe del Estado Mayor en 1959. Su prestigio es el de un buen soldado que no hace pol¨ªtica. Probablemente no la hace bastante, y tampoco se entremezcla con la gente de Cain Lao, el partido ¨²nico del r¨¦gimen, a trav¨¦s del cual se logra progresar. Al mismo tiempo, es demasiado popular. En 1962 es dejado de lado por Diem y designado para un cargo puramente honor¨ªfico que le deja muchas horas libres: ?consejero de la presidencia?. Todas las ma?anas se le puede ver en las canchas de tenis del C¨ªrculo Deportivo. Juega a menudo con buenos adversarios de la embajada de los Estados Unidos. Se decide recurrir a ¨¦l para derribar al r¨¦gimen. Pero es legalista y hay que empujarlo.
El 1? de noviembre de 1963 encabeza, por fin, a los generales que derrocan a Diem y se encuentra, bastante sorprendido, convertido primero en presidente del Consejo militar y revolucionario, y despu¨¦s en jefe del Estado.
En esa ¨¦poca lo veo a menudo. Desea fervientemente la paz, pero no importa qu¨¦ paz y se defiende ante las acusaciones de neutralismo.
Me dice, en la oficina que ocupa en el Estado Mayor: ?Era necesario el golpe de Estado, de lo contrario est¨¢bamos perdidos... ?C¨®mo quiere que firmenos una paz, que lleguemos a un acuerdo con el Norte en tanto seamos d¨¦biles? Ser¨ªa lo mismo que hacernos devorar. El neutralismo no quiere decir nada y jam¨¢s ha sido una buena pol¨ªtica para tratar con los comunistas?.
Pero, para toda la poblaci¨®n, y a pesar suyo, se transforma en el s¨ªmbolo de la paz. Es aclamado en todas partes. Demasiado fuerte.
El 31 de enero de 1964, los norteamericanos, irritados, lo acusan de querer tratar con el Norte, lo que es falso, y lo hacen derribar por el general Khanh, un payaso.
A fines de octubre se exilia en Tailandia y recibe el trato de un embajador, pero sin la funci¨®n. All¨ª permanecer¨¢ durante cuatro a?os, aburri¨¦ndose, leyendo mucho, viendo a muy pocos. Finalmente, Thieu, en octubre de 1968, lo autoriza a volver a Saig¨®n. Le propone inclusive el cargo de consejero de la presidencia, pero, sabiendo de qu¨¦ se trata, Minh rehusa. No hace pol¨ªtica y se vuelve un ?phong-luu?, una especie de sabio.
Por ¨²ltimo, en 1971, sale de su silencio, y despu¨¦s de dudarlo mucho se presenta contra Thieu en las elecciones presidenciales. Lo hace para retirarse, con el pretexto de que esas elecciones no son m¨¢s que una farsa. Siempre fue as¨ª en Vietnam y en todo el Sudeste asi¨¢tico.
Thieu es elegido y Minh vuelve a sus peces y a sus orqu¨ªdeas. Trata inclusive de reencontrarse con su ?clientela? militar comprendiendo, al fin, que sin ella no puede hacer nada. Pero s¨®lo est¨¢ en condiciones de ofrecerles lindas palabras, en tanto que Th¨ªeu paga al contado.
Minh, al que sigo viendo a menudo, me explica que no le gusta la pol¨ªtica, sobre todo cuando son los militares quienes se meten con ella. Quiere servir ¨²nicamente a su pa¨ªs y espera que sabr¨¢n encontrarlo cuando lo necesiten.
Observador l¨²cido, sigue siendo un hombre de acci¨®n muy indeciso. Atiende consejos de todos lados. Se cree que va a hablar, a hacer algo, pero se encierra en un silencio gru?¨®n.
Sin embargo, ahora ha llegado su hora. Sabe que ¨²nicamente ¨¦l puede, si no salvar a Vietnam, impedir que Saig¨®n sea destruida. Porque Vietnam del Sur ya no es nada m¨¢s que eso, una ciudad con cerca de cuatro millones de habitantes, asediada por refugiados a quienes se les prohibe la entrada. Y por las tropas comunistas, contra las cuales no hay nada que hacer.
Christian Hoche, del ?F¨ªgaro?, y Michel Laurent, fot¨®grafo de la agencia Gamma, acaban de sentarse a mi mesa. Son j¨®venes llenos de entusiasmo. Se r¨ªen con la lectura del hor¨®scopo. Junto con el equipo de la primera cadena francesa de televisi¨®n quieren ver qu¨¦ pasa en la ruta de Xuan Loc a Trang Bom. Nosotros seguimos esperando nuestro equipo. Si hubiese llegado habr¨ªamos partido probablemente con ellos en esa direcci¨®n, donde seg¨²n ciertas informaciones se estar¨ªan batiendo encarnizadamente las milicias cat¨®licas.
El comandante sudvietnamita que debe acompa?arnos se ha descompuesto. Los comunistas, despu¨¦s de una pausa de dos d¨ªas, han reiniciado la ofensiva.
Pens¨¢bamos que los sudvietnamitas dispon¨ªan todav¨ªa de cuatro divisiones regulares, de una divisi¨®n de Rangers, otra de paracaidistas y una brigada blindada. En total 10.000 hombres para enfrentar a las quince divisiones que rodean Saig¨®n desde el 18 de abril, adem¨¢s de los regimientos de artiller¨ªa. De atenerse a la cantidad de hombres, los 100.000 sudvietnamitas deben luchar contra 120.000 del Norte que los rodean. En apariencia la cosa no est¨¢ resuelta, pero el ej¨¦rcito del Sur est¨¢ desorganizado, desmoralizado, y ha perdido la mayor parte de sus jefes y de su armamento pesado.
Hoche, Laurent, el equipo de la televisi¨®n y el comandante parten en dos furgones de pl¨¢stico equipados con un motor 2CV Citro?n. Si quieren pasar tendr¨¢n que deslizarse como serpientes.
Coutard y yo bajarnos hacia el puerto. Un proyectil de 122 ha ca¨ªdo sobre el hotel Majestic, cuya terraza ha quedado devastada. Me entero que viv¨ªa all¨ª el general Vanuxem, amigo y consejero de Thieu, que busca ahora otro hotel.
Detr¨¢s de la estaci¨®n central, donde han ca¨ªdo otras tres bombas, ha volado todo un barrio. Una decena de muertos en total. A lo lejos se oye el rugido de un ca?¨®n. Los 155 norteamericanos responden a los 130 sovi¨¦ticos.
Almorzamos langosta en la punta de Blagueurs. Tratamos de entender porqu¨¦ misterio el ej¨¦rcito de Vietnam del Sur, el m¨¢s fuerte y el mejor armado del Sudeste asi¨¢tico, apoyado por una aviaci¨®n poderosa, se ha derrumbado en un mes. Ha quedado reducido ahora a la misi¨®n de defender los suburbios de Saig¨®n, despu¨¦s de haber perdido la totalidad del pa¨ªs, con la excepci¨®n de algunas provincias en el Sur que caer¨¢n de un momento a otro.
Hechos y cifras:
El 9 de marzo, despu¨¦s de una calma de tres meses, en el momento que se desataba la ofensiva bautizada Ho Chi Minh, las fuerzas enfrentadas son pr¨¢cticamente iguales. Los sudvietnamitas cuentan con 270.000 regulares, 300.000 fuerzas regionales y 200.000 milicianos populares que no valen gran cosa. Hay, adem¨¢s, 60.000 aviadores y patrulleros y 40.000 marinos. Los aviadores se agrupan en seis divisiones a¨¦reas que disponen de un millar de aparatos, de los cuales 370 son caza-bombarderos. El material est¨¢ en mal estado y m¨¢s de un tercio de los aviones permanecen inmovilizados en tierra para ser reparados.
La gran desventaja de este ej¨¦rcito: no contar con ninguna reserva y tener a todo el mundo en acci¨®n.
Los comunistas suman veinticuatro divisiones de 6.000 a 8.000 hombres (las divisiones sudvietnamitas ascienden, en principio, a 12.000 hombres) y cincuenta y cinco regimientos independientes con tanques, artiller¨ªa y cohetes, de acuerdo al sistema sovi¨¦tico. Sin aviaci¨®n.
En resumen, los sudvietnamitas alinean 270.000 combatientes contra 230.000 norvietnamitas y vietcongs.
Las unidades de choque del Sur son netamente superiores a las de Hanoi, y la infanter¨ªa ligeramente inferior en calidad pero mejor armada. Los tanques sovi¨¦ticos son mejores que los norteamericanos pero, en cuanto al resto, que est¨¢ equilibrado, esa inferioridad en blindados se compensa porque los del Sur cuentan con una aviaci¨®n poderosa y un gran n¨²mero de helic¨®pteros.
Igualdad aparente al comenzar el encuentro. En los hechos no es tal. El alto mando sudvietnamita es incapaz, en tanto que sus adversarios, al contrar¨ªo, est¨¢n dirigidos por jefes aguerridos que no ignoran nada de Clausewitz, de las ense?anzas de Mao Tse Tung y de su maestro, Sun Tzu. Tienen una larga experiencia guerrera y un conductor prestigioso, Nguyen Van Giap. Est¨¢ enfermo y cansado, pero es siempre ¨¦l quien los dirige.
En el Sur no hay Estado Mayor. Thieu lo ha suprimido por miedo a los complots. Las promociones de los generales se hacen por amistad o se compran. Reina el nepotismo en todas partes. La estrategia de Thieu es simplista: mantener el control sobre todo el pa¨ªs para evitar que el enemigo ocupe una porci¨®n del territorio en la que pueda instalarse. Esto significa un enorme despliegue de tropas.
Continuar¨¢
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.