La unidad de la oposici¨®n
Una vez conseguida la amnist¨ªa vamos a vivir bajo el dogma de la ?unidad?. El grito en favor de la amnist¨ªa, y el clamor ciudadano en pro de los derechos y las libertades, han sido la gran plataforma unitaria de las conciencias democr¨¢ticas. Pero si la democracia es un concepto unificador, la referencia a la unidad s¨®lo se puede entender en raz¨®n de las imperfecciones de que pueden adolecer las expectativas democratizadoras. El grito de ?unidad, unidad ? se ha hecho habitual en todos los actos de la oposici¨®n. Como es l¨®gico, sin embargo, no encubre una finalidad ideol¨®gica sino estrat¨¦gica. La apelaci¨®n a la unidad es la gran carta de batalla de la que se est¨¢n prevaliendo los comunistas para no quedar fuera del juego.Que quede claro que no censuro ni recrimino nada. Me limito a ver lo que sucede y a comentarlo. Los comunistas tienen toda la raz¨®n del mundo al convertir el eslogan ?la democracia es indivisible? en el mensaje primordial de su reciente congreso romano. Quiz¨¢s alg¨²n ingenio se sorprenda al ver que se han marginado las apelaciones a la sociedad futura para llamar a las puertas de la sociedad inmediata. La habilidad con la que Carrillo ha sabido subordinar toda la estrategia pol¨ªtica de la oposici¨®n a la eliminaci¨®n del riesgo de que pueda existir un juego pluripartidista sin los comunistas es realmente admirable. Las dos fases de su gran jugada demuestran un talento poco com¨²n. Con la primera -la Junta Democr¨¢tica- Carrillo convirti¨® al PCE en el expedidor de los carn¨¦s de la legitimidad antifascista. Con la segunda -Coordinaci¨®n Democr¨¢tica- el PCE llam¨® a toda la oposici¨®n en derredor suyo creando el mecanismo de coacci¨®n para que nadie entrara en el juego si no entrabar. ellos. Con una y otra maniobra el PCE se ha convertido en el fielato para comprobar la veracidad del cambio democr¨¢tico. Guste o no eso, eso es lo que hay. Yo tambi¨¦n sostengo que la democracia debe ser para todos. Pero evidentemente, la iniciativa para que no se pueda admitir ninguna hip¨®tesis en contrario tiene nombres y apellidos. Lo cual, a fin de cuentas, no viene sino a subrayar la ingenuidad de aquellos sectores de oposici¨®n que declararon un boicot absoluto a todos los procesos electorales del franquismo en lugar de aprovecharlos cuando ten¨ªan alguna posibilidad de infiltrarse en el aparato. Por eso el espect¨¢culo ofrece tantos claroscuros. Porque mientras para unos la democracia es una afirmaci¨®n te¨®rica, para otros es un problema. de praxis.
En la oposici¨®n, por ejemplo, hay quien confunde el oportunismo con el don de la oportunidad. O lo separa, si le beneficia. Todo depende de quien administre el incensario de las canonizaciones. Lo que en tinos es leg¨ªtimo puede ser descalificador en otros. Este relativismo moral me parece extraordinariamente peligroso. O juzgamos seg¨²n patrones objetivos o, bien admitimos la bondad de las intenciones de cada quisque. No lo primero o lo segundo seg¨²n de quien se trate. O lo que es lo mismo: bienvenida la unidad como t¨¢ctica com¨²n. Pero habr¨ªa que declararla inadmisible si fuera una forma de chantaje.
Viene todo ello a cuento de una noticia que no me puedo acabar de creer. Leo en Guadiana que Carrillo habr¨ªa tratado de disuadir a Felipe Gonz¨¢lez de que entrara por su cuenta en el juego abierto por la pol¨ªtica reformista. Y que le habr¨ªa amenazado, en el caso de no obedecer, de desatar una campa?a period¨ªstica para presentarle como un ?socialista de derechas?. No me cabe ninguna duda de que Carrillo est¨¢ en condiciones t¨¦cnicas de hacerlo. Medios le sobran. Es m¨¢s, algo muy similar se ha intentado ya en otras ocasiones. Pero la noticia, que no puedo llegar a creer, presenta aspectos que juzgo inaceptables. Porque nadie, a fin de cuentas, puede asumir el arbitraje ni el directorio de conductas pol¨ªticas ajenas. De la misma manera que tampoco puede ofrecer de sus periodistas incondicionales una imagen tan pobre como para convertirlos, no en la conciencia de la sociedad sino en los amanuenses de la coyuntura. Yo no puedo creer, en efecto, que haya escritores a los que tanto les d¨¦ hablar de la ?unid ad? como poner de chupa de d¨®mine al que no acepte las consignas unitarias. Porque todo ello, a fin de cuentas, parecer¨ªa la moda retro del dinigismo y presentar¨ªa un tufillo totalitario que no puedo llegar a imaginar en persona tan inteligente como Carrillo.
Pero la noticia, en cualquier caso, ah¨ª est¨¢. Y la atm¨®sfera de chantaje en la que se inscribe tambi¨¦n me parece evidente, Quedan por ver sus consecuencias. Porque un servidor, que ha pedido decenas de veces que el PCE sea legalizado, se niega a admitir que pueda valer aquello de ?o todos o ninguno?. Lo que es bueno para Espa?a ha de ser bueno para el PCIZ. Pero dif¨ªcilmente se puede convertir en dogma absoluto que lo que no es radicalmente bueno para el PCE es radicalmente malo para Espa?a. Lo cual, como es l¨®gico, no impide que se siga presionando y que se agoten todos los medios para forzar los l¨ªmites de la tolerancia. Incluso buscando una solidaridad t¨¢ctica y ejerciendo una influencia colectiva. Nunca, sin embargo, a base de perdonarle la vida a quienes se ven forzados a renunciar a la legalidad aunque entiendan que su actuaci¨®n a plena luz podr¨ªa ser m¨¢s beneficiosa para la causa democr¨¢tica de todos los espa?oles. Por eso, aunque no acabe de creerme lo que leo, me siento enormemente preocupado. Porque tal vez con mi ingenuidad puedo ser incapaz de advertir que algo de todo ello sucede.
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