Una carrera contra el reloj
LA RECIENTE crisis de gobierno y lo imprevisto de su desenlace todav¨ªa no han recibido una explicaci¨®n satisfactoria. Tal vez la ponderaci¨®n contrastada de los testimonios acerca de lo que ocurri¨® en los pasillos del poder desde el cese de Arias Navarro hasta la formaci¨®n del gabinete Su¨¢rez permita reconstruir alg¨²n d¨ªa la cr¨®nica de aquella sorprendente semana. Pero mayor inter¨¦s revestir¨¢, sin duda, la comparaci¨®n entre las realizaciones de los dos primeros Gobiernos de la Monarqu¨ªa en relaci¨®n con las posibilidades que tuvieron a su alcance.Una de las falacias m¨¢s corrientes al escribir la historia es llegar a la resignada conclusi¨®n de que las cosas del pasado no pudieron ocurrir de otra manera. Sin embargo, las posibilidades que ofrece cada momento a los protagonistas de la vida p¨²blica son muy numerosas y diversas; la decisi¨®n que convierte en acto a una de esas posibilidades, ni anula la existencia de las dem¨¢s ni implica que la elegida fuera la m¨¢s conveniente.
As¨ª, la declaraci¨®n program¨¢tica del gobierno Su¨¢rez y el inicial refrendo que de esos prop¨®sitos suponen la amnist¨ªa (incompleta, pero mayor de lo que se esperaba) y los primeros contactos con la oposici¨®n, si bien no garantizaban que la democratizaci¨®n se vaya a llevara cabo (es muy largo el camino a recorrer en comparaci¨®n con los pasos dados), constituyen una prueba de que el gobierno Arias desaprovech¨® buena parte de las posibilidades de reforma que el destino le depar¨®. No sabemos si esto se debi¨® a una decisi¨®n meditada (movida por el deseo de atemperar el ritmo de la democratizaci¨®n a un eficaz control del aparato estatal con vistas a las futuras elecciones), o bien a una equivocada apreciaci¨®n de la situaci¨®n.
En cualquiera de los dos casos, el error consisti¨® en moverse dentro de una concepci¨®n del tiempo t¨ªpicamente franquista: la idea de que el poder no est¨¢ sometido a plazos y dispone a su arbitrio de la historia para realizar sus planes. En la lucha por la hegemon¨ªa del cambio, los reformadores perdieron la ocasi¨®n para ganar su primera batalla: una amnist¨ªa concedida a los pocos d¨ªas de la proclamaci¨®n del nuevo Jefe del Estado hubiera significado un triunfo para el Gobierno mientras que, ocho meses despu¨¦s, constituye una victoria de la movilizaci¨®n popular y un ¨¦xito para la oposici¨®n.
Esta lecci¨®n debe ser estudiada. Desde el 20 de noviembre el tiempo hist¨®rico de nuestro pa¨ªs transcurre de forma mucho m¨¢s veloz y puede expulsar de su curso tanto a los que navegan contra corriente como a los que no consiguen adaptarse a su ritmo. El gobierno Su¨¢rez no s¨®lo ha de aprovechar todas las posibilidades que la realidad ofrece para la reforma, muy superiores -como los hechos han demostrado- a lo que sus antecesores creyeron. Ha de hacerlo, adem¨¢s, r¨¢pidamente: su carrera es contra el reloj.
Nadie puede profetizar si el eventual pudrimiento de la situaci¨®n pol¨ªtica, consecuencia del mal aprovechamiento de las posibilidades de evoluci¨®n pac¨ªfica nacidas hace ocho meses, beneficiar¨ªa m¨¢s a los catastrofistas que a los inmovilistas. Lo que resulta seguro es que, en tal caso, la historia condenar¨¢ a quienes no supieron tener la audacia y la inteligencia suficientes para imprimir a la reforma el veloz ritmo que exige el tr¨¢nsito ordenado desde la autocracia a la democracia.
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