Haciendo llover en el infierno
Algunas de las islas m¨¢s peque?as del Mediterr¨¢neo carecen de manantiales de agua. Muchas de ellas est¨¢n demasiado alejadas o demasiado poco densamente pobladas para llevarles agua de una manera econ¨®mica, y as¨ª los habitantes se ven forzados a recoger y almacenar el agua potable en tanques de lluvia. Si se quiere conservar pura este agua hay que poner una anguila en el tanque. Pues el agua de lluvia, como el aire del que cae, contiene unos microorganismos diminutos, que son ingeridos por la anguila al beber agua. Cuando se muere la anguila, el desagradable olor proveniente del tanque de lluvia previene a su propietario de que los microorganismos se est¨¢n reproduciendo descontroladamente y est¨¢n convirtiendo el agua del tanque en agua estancada. Hay que lavar el tanque, rellenarlo y poner otra anguila viva en su interior.Los microorganismos como ¨¦stos son los m¨¢s antiguos y numerosos de todas las especies vivientes sobre la Tierra. Aunque existen cientos de variedades diferentes, se conocen bajo el nombre general de algas. Se clasifican, seg¨²n su tipo, desde la hez de la charca, hasta los crecimientos que forman algunas clases de algas marinas gigantes. De todas las formas de vida conocidas, los microorganismos de las algas parecen los m¨¢s adaptados a vivir en condiciones hostiles, aunque haya cantidades muy peque?as de agua. Se han encontrado algunos que se reproducen perfectamente en los tanques de combustible de los aviones a reacci¨®n, viviendo en el keroseno y sin tener en cuenta los cambios violentos de temperatura y presi¨®n. Se ha encontrado otro grupo en el agua de refrigeraci¨®n que circula a trav¨¦s de los n¨²cleos de los reactores nucleares, donde un ser humano morir¨ªa r¨¢pidamente a causa de las radiaciones. Algunas especies crecen en el desierto Ant¨¢rtico, donde dif¨ªcilmente se encuentra tierra alguna, porque el hielo tiene cientos de metros de espesor y la temperatura es a menudo inferior a los 40? bajo cero. Otras han sobrevivido a?os, congeladas en bloques de hielo. Pero aparecen tambi¨¦n en manantiales calientes, que est¨¢n casi a 200?.
De todas las formas de algas, la azulverdosa, o Cyanophyta, es la m¨¢s resistente. Las algas azulverdosas fueron, con pocas dudas, la primera forma genuina de vida.
Hace tres mil millones de a?os, la atm¨®sfera de la Tierra ten¨ªa poco de su actual mezcla agradable de ox¨ªgeno y nitr¨®geno. Por el contrario, conten¨ªa enormes cantidades de di¨®xido de carbono, amon¨ªaco y metano. M¨¢s tarde, desde los mares soleados y poco profundos, las algas azulverdosas atacaron el di¨®xido de, carbono que lo saturaba todo, para obtener el carbono que les diera la glucosa y otros alimentos de hidratos de carbono. El ox¨ªgeno, liberado del di¨®xido de carbono, despej¨® los mares y el cielo, destruyendo el amon¨ªaco y el metano. Este ox¨ªgeno permiti¨® a los animales evolucionar, y ¨¦stos, a su vez, exhalaron m¨¢s di¨®xido de carbono y as¨ª proporcionaron m¨¢s alimento a las plantas, etc¨¦tera, en una espiral siempre ascendente. Las algas azulverdosas han sido nuestros directos antepasados. Su resistencia, su ritmo tremendamente r¨¢pido de reproducci¨®n, su f¨¢cil disponibilidad y su avidez por atacar al di¨®xido de carbono han persuadido al profesor Carl Sagan, director del Laboratorio de Estudios Planetarios de la Universidad Cornell, de que es la sustancia perfecta para inyectar en la atm¨®sfera de Venus con el prop¨®sito de convertirla en ox¨ªgeno.
La genialidad de este esquema reposa en su sencillez, en su precio relativamente bajo y en el corto tiempo, quiz¨¢ tan solo dos o tres a?os, que tardar¨ªa en dar resultados. Se pondr¨¢n unas docenas de naves espaciales, la mayor¨ªa no tripuladas, en ¨®rbitas que formen una red en torno a Venus. Cada nave espacial llevar¨¢ a bordo un gran n¨²mero de cohetes peque?os, tipo torpedo. Cada noventa segundos, en puntos separados por 800 kil¨®metros m¨¢s o menos cada nave espacial disparar¨¢ uno de estos cohetes a la atm¨®sfera. El morro de cada cohete contendr¨¢ una colonia de algas azulverdosas. Unos gramos de trilita har¨¢n estallar el morro en cuanto penetre en las nubes de di¨®xido de carbono, y las algas empezar¨¢n a alimentarse y a reproducirse. Una vez iniciado, este ritmo de reproducci¨®n aumentar¨¢ tan r¨¢pidamente y el di¨®xido de carbono se descompondr¨¢ a tal velocidad, que quiz¨¢ en un a?o la superficie de Venus sea en parte visible por los telescopios de la Tierra.
El ritmo de reproducci¨®n de las algas es la clave para el ¨¦xito del plan. En la Tierra, las algas estaban al principio tan dispersas que pasaron unos dos mil millones de a?os entre el primer ataque a la atm¨®sfera primordial y la evoluci¨®n de la vida avanzada animal y vegetal. Por muy r¨¢pido que sea un ritmo geom¨¦trico de crecimiento (por ejemplo, 1, 2, 4, 8, 16, 32, 64, etc¨¦tera), si el n¨²mero de organismos de partida es muy peque?o en relaci¨®n con el tama?o de su entorno se tardan millones de a?os para que el ritmo de crecimiento produzca una poblaci¨®n densa. Pero una vez que el ritmo de crecimiento se ha hecho cr¨ªtico, los n¨²meros pronto se hacen colosales. Y as¨ª, en la atm¨®sfera de Venus, donde el n¨²mero de algas individuales al principio no ser¨¢ reducido, como ocurr¨ªa en la Tierra, sino compuesto por cientos de miles de millones, y donde se pueden rellenar o reemplazar en cualquier momento por una especie m¨¢s resistente si su progreso no es satisfactorio, la escala de tiempo necesaria para proporcionar vida al planeta puede reducirse por un factor de casi dos mil millones.
La primera lluvia sobre Venus
Podemos estar casi seguros de que las algas azulverdosas no s¨®lo sobrevivir¨¢n, sino que proliferar¨¢n en un ambiente de di¨®xido de carbono casi puro. Hasta 1970, nadie estaba completamente seguro de que as¨ª ocurrir¨ªa, puesto que no se hab¨ªa hecho experimento alguno para verificar la teor¨ªa. Pero ese a?o cuatro bi¨®logos, pensando en el plan de Sagan, llevaron a cabo una serie de pruebas para ver qu¨¦ suerte corr¨ªan distintos cultivos de algas en tanques llenos de di¨®xido de carbono. Para hacer m¨¢s realista su simulaci¨®n del cielo de Venus aumentaron la presi¨®n atmosf¨¦rica en los tanques todo lo que pod¨ªan soportar las paredes. Los resultados fueron no s¨®lo un gran ¨¦xito, sino que mejoraron el plan de Sagan. Aparte de que las algas empezaron a producir ox¨ªgeno a un ritmo vertiginoso, el ritmo mismo mostr¨® un continuo crecimiento. En un experimento t¨ªpico de la serie se demostr¨® que cada mill¨®n de c¨¦lulas de algas aumentaba la cantidad de ox¨ªgeno un 380 por 100 cada d¨ªa. Se encontr¨® que la especie m¨¢s prol¨ªfica de algas azulverdosas, y por tanto m¨¢s adecuada para Venus, era un g¨¦nero unicelular hallado en la Tierra en manantiales calientes y conocido como Cyanidium caldarium. Si se puede aumentar la cantidad de ox¨ªgeno en la atm¨®sfera de Venus en un 380 por 100 cada d¨ªa, no puede tardar mucho hasta que ocurran cambios espectaculares.
Pronto llegar¨¢ lo que algunos autores de ciencia ficci¨®n, excitados por el gran plan de Sagan, han llamado la gran lluvia. A medida que el ox¨ªgeno reemplace al di¨®xido de carbono, las radiaciones infrarrojas del Sol, hasta entonces atrapadas, escapar¨¢n al espacio, y la temperatura de la atm¨®sfera inferior bajar¨¢ considerablemente. El agua se concentrar¨¢ a partir del vapor de agua. La materia prima para 2,5 metros de agua, extendida uniformemente sobre todo el planeta, existe en la atm¨®sfera. de Venus. Finalmente caer¨¢n torrentes de agua sobre la superficie incandescente, barrida por la tormenta, donde nunca ha llovido.
El primer chaparr¨®n de la gran lluvia no llegar¨¢ seguramente al suelo. La lluvia no puede caer sobre una superficie que est¨¢ a 500? C. A altitudes de cientos de metros se vaporizar¨¢ y se elevar¨¢ de nuevo hac¨ªa la alta atm¨®sfera de la que ven¨ªa. Pero se habr¨¢ logrado algo con este primer intento de encuentro entre el agua fresca y el calor extremo. La temperatura del suelo descender¨¢ quiz¨¢ 50? C. Mientras tanto, arriba, en el cielo, seguir¨¢ la transformaci¨®n acelerada del di¨®xido de carbono en ox¨ªgeno. La fotos¨ªntesis se producir¨¢ a medida que las algas elaboren hidratos de carbono a partir del ox¨ªgeno y carbonos atmosf¨¦ricos. De estos hidratos de carbono surgir¨¢n los compuestos qu¨ªmicos org¨¢nicos complejos que traer¨¢n la vida vegetal a la superficie del planeta.
Pronto la gran lluvia volver¨¢ a producirse. Esta vez se acercar¨¢ m¨¢s a la superficie antes de vaporizarse, y la temperatura del suelo tomar¨¢ a disminuir, quiz¨¢ 75? C. Despu¨¦s de cada intento, la superficie queda m¨¢s fr¨ªa y el di¨®xido de carbono de arriba se descompondr¨¢ m¨¢s. Al final, cuando el suelo est¨¦ alrededor de 100? C, se desatar¨¢ el torrente. Los desiertos se disolver¨¢n en r¨ªos y lagos turbios bajo un descomunal muro de agua. La mayor parte de ella se escurrir¨¢ dentro de la tierra (si se puede dar este nombre a la superficie de un desierto rocoso), formando millones de diminutos canales subterr¨¢neos, humedeciendo su suelo y prepar¨¢ndolo para la llegada de las mol¨¦culas complejas que formar¨¢n los sillares de la vida vegetal. La conquista final de la superficie por la gran lluvia habr¨¢ hecho bajar la temperatura a¨²n m¨¢s, quiz¨¢ a 20? ¨® 30? C. ?Cuando caiga la lluvia? -explica Sagan-, ?las nubes que retienen el calor desaparecer¨¢n en parte, dejando una atm¨®sfera rica en ox¨ªgeno y una temperatura lo suficientemente fresca para mantener a plantas y animales resistentes de la Tierra?. Se formar¨¢n oc¨¦anos en las depresiones, perpetuando los ciclos de lluvia que alimentar¨¢n a la vida vegetal.
Ocurrir¨¢ una ¨²ltima reacci¨®n a medida que se aclare el cielo y se pueda ver el Sol por primera vez en la larga y mon¨®tona historia de Venus. El nuevo ox¨ªgeno atmosf¨¦rico se combinar¨¢ con la luz del Sol para crear, arriba, en la estratosfera, una capa de ozono que absorba los peligrosos rayos solares ultravioletas. Las capas de ozono son indispensables para un planeta en donde viva la gente sin trajes espaciales. Protegen la vida en la Tierra; sin ellos nuestro mundo no ser¨ªa habitable. El esquema global de S¨¢gan, que no requiere m¨¢s gastos que los implicados en una docena m¨¢s o menos de naves espaciales en ¨®rbita y unos miles de peque?os cohetes de algas, nos pondr¨ªa en posesi¨®n de las asombrosas riquezas de un segundo mundo.
Asombrosas riquezas de un segundo mundo
Es la simplicidad de la idea la que la hace tan atrayente. Desde antes de 1950 se han hecho planes para reacondicionar o ?volver similares a la Tierra? a los planetas vecinos. Pero estos planes eran demasiado complicados y costosos. O bien depend¨ªan de la vida vegetal ya existente en el planeta en cuesti¨®n, o bien requer¨ªan una ingenier¨ªa fisica en una escala planetaria que costar¨ªa trillones de d¨®lares. Los productos nacionales brutos de las naciones industrializadasser¨¢n demasiado peque?os durante el siglo XXI para permitir alg¨²n proyecto que cueste trillones, o siquiera billones de d¨®lares, por muy deseables que pudieran ser socialmente. En los siglos XXIII o XXIV ser¨¢ una cuesti¨®n diferente. En esas ¨¦pocas remotas la raza humana tendr¨¢ necesidad de embarcarse en proyectos de ingenieria que requerir¨¢n tales gastos de financiaci¨®n, que su mera sugerencia llevar¨ªa hoy d¨ªa a una comisi¨®n de presupuesto a la histeria. Pero hasta la segunda mitad del siglo XXI, por lo menos, una agencia espacial nacional o internacional, o un consorcio de corporaciones, tendr¨¢ que limitarse a proyectos espaciales que cuesten menos de un bill¨®n de d¨®lares, aun teniendo en cuenta la inflaci¨®n que se registre por entonces. El plan de Sagan para Venus, con su modesta flota de naves espaciales, de las que s¨®lo necesitan ser tripuladas una minor¨ªa, puede muy bien financiarse por debajo de estos l¨ªmites.
Podr¨ªa surgir un problema ¨¦tico si se detecta vida animal en la atm¨®sfera central de Venus, a unos 60 kil¨®metros sobre la superficie. Esta parte de la atm¨®sfera est¨¢ a mucho menos de 500? C. Est¨¢ tanto m¨¢s fr¨ªa, de hecho, que muchos astr¨®nomos creen que las nubes centrales contienen grandes cantidades de cristales de hielo. Las partes bajas de estas nubes est¨¢n ligeramente m¨¢s calientes, y probablemente est¨¦n formadas de gotitas de agua. En la mitad inferior de estas nubes, ha sugerido Sagan, pueden, existir criaturas vivientes.
No quiero decir que esto implique la existencia de una vasta civilizaci¨®n a¨¦rea, que flote siempre indolentemente en las nubes. Estas criaturas podr¨ªan no estar m¨¢s avanzadas que las medusas. Sagan especula que podr¨ªan parecerse a sacos de gas y su tama?o estar¨ªa entre el de una pelota de ping-pong y un bal¨®n de f¨²tbol. Se propulsar¨ªan en el cielo por el mismo principio que un motor a reacci¨®n, aspirando gases por delante y expuls¨¢ndolos por detr¨¢s. Ser¨ªa una forma de vida animal que vivir¨ªa de di¨®xido de carbono. Las algas, al descomponer el di¨®xido de carbono, estar¨ªan descomponiendo su habitat, y, en cierto sentido, el hombre estar¨ªa cometiendo un genocidio.
El dilema moral fue imaginado en una famosa obra de ciencia ficci¨®n de los a?os 30 (la ciencia ficci¨®n tiene a menudo un valor incalculable para la discusi¨®n de problemas hipot¨¦ticos), Las and Firstmen (El primero y el ¨²ltimo hombre), en la que su autor, Olaf Stapledon extrapolaba de un modo claro la carrera futura de la historia humana en miles de millones de a?os. El Venus de Stapledon estaba en parte cubierto de oc¨¦anos, que hac¨ªan su asimilaci¨®n a la Tierra mucho m¨¢s f¨¢cil. En este escenario, una especie humana evolucionada, llamada los quintos hombres, se ve¨ªa forzada a hacer Venus habitable y a emigrar all¨ª, porque la Luna estaba a punto de estrellarse en la Tierra:
Entonces surgi¨® otro problema. Varias estaciones de eletr¨®lisis en Venus fueron destrozadas, aparentemente a causa de una erupci¨®n submarina. Tambi¨¦n estallaron misteriosamente una serie de barcos de ¨¦ter encargados de vigilar el oc¨¦ano. Evidentemente ten¨ªa que haber vida inteligente en alguna parte de los oc¨¦anos de Venus. Y, por supuesto, los venusianos marinos estaban irritados por la constante intromisi¨®n en su mundo acuoso, y decididos a pararla. Como todos los intentos para parlamentar con los venusianos fracasaron totalmente, era imposible establecer un compromiso. Los quintos hombres se enfrentaban, por tanto, a un grave problema moral. ?Qu¨¦ derecho ten¨ªa el hombre de interferir en un mundo que ya pose¨ªan unos seres vivientes? Por otra parte, o se prosegu¨ªa la emigraci¨®n a Venus, o la humanidad ser¨ªa destruida.
Se decidi¨® sacar a los venusianos de su miseria tan pronto como fuera posible. La gran matanza consiguiente influy¨® en el esp¨ªritu humano en dos direcciones opuestas; por un lado, llevando a la desesperaci¨®n; por otro, a la exaltaci¨®n. El horror de la matanza produjo una culpabilidad obsesionante en el esp¨ªritu de todos los hombres, una aversi¨®n irracional hacia la humanidad por haberse visto llevada a matar para salvarse a s¨ª misma. Pero pronto brot¨® una nueva disposici¨®n de ¨¢nimo. La matanza de los venusianos era terrible, pero recta. Hab¨ªa sido cometida sin odio. Este estado de ¨¢nimo, de voluntad inexorable, aunque no despiadada, intensific¨® la sensibilidad espiritual de la especie humana, refin¨®, por decirlo de alg¨²n modo, su o¨ªdo espiritual, y le revel¨® tonos y temas de la m¨²sica universal que hab¨ªan estado en la sombra hasta entonces.
En el Venus real, como hemos visto, hay muy pocas probabilidades de hallar vida inteligente. Aunque la extinci¨®n deliberada de una vida inteligente ajena para reemplazarla por una colonia humana se considerar¨ªa con raz¨®n un crimen ultrajante, la eliminaci¨®n de miles de millones de criaturas que no posean poderes mentales superiores a los de las amebas o las medusas no ser¨ªa seguramente causa de ninguna crisis de conciencia. Una protesta as¨ª vendr¨ªa seguramente de cient¨ªficos que lamentar¨ªan la destrucci¨®n de una especie antes de haberla estudiado debidamente; una protesta contra el momento del acto de la destrucci¨®n m¨¢s que contra el acto mismo. Los colonos de Venus, sin embargo, ignorar¨¢n hasta este tono mas benigno de objeci¨®n. Estar¨¢n m¨¢s interesados en crear su propio h¨¢bitat que en conservar uno que es hostil a toda vida.
Vivir en Venus tendr¨¢ sus inconvenientes. Por razones que no se comprenden todav¨ªa, el planeta gira con extrema lentitud, tan despacio, que pasan ciento dieciocho d¨ªas terrestres entre cada puesta de Sol. Cada d¨ªa y cada noche duran alrededor de sesenta d¨ªas terrestres. Las noches de dos meses, con su fr¨ªo intenso y sus vientos heladores, se parecer¨¢n a los inviernos del Artico. Para evitar estas vigilias, los colonos necesitar¨¢n campamentos de d¨ªa y de noche, cada uno en los ant¨ªpodas. Mud¨¢ndose cont¨ªnuamente de este modo (un viaje de m¨¢s de 15.000 kil¨®metros cada dos meses), ser¨¢ posible vivir con una perpetua luz de d¨ªa.
El lento cielo de rotaci¨®n podr¨ªa, a primera vista, desalentar la construcci¨®n de grandes y elegantes ciudades, cuyo car¨¢cter fijo y permanente, seg¨²n la teor¨ªa de la civilizaci¨®n de lord Clark, es siempre prueba de una cultura duradera, porque demuestra la autoconfianza de una raza que construye para el futuro, en contraste con una tribu de n¨®madas que viven en tiendas. Pero, por esta raz¨®n, porque los pobladores de Venus querr¨¢n demostrar, aunque s¨®lo sea ante ellos mismos, su confianza y su sentido de permanencia, predigo que estas ciudades ser¨¢n construidas, a pesar del inconveniente de las estaciones. Luces potentes y calles con calefacci¨®n podr¨¢n proporcionar, sin duda, un confort nocturno tolerable. Con el tiempo se dispondr¨¢ seguramente de sat¨¦lites sincr¨®nicos que, por medio de potentes reactores nucleares, llevar¨¢n luz diurna artificial a cualquier lugar deseado.
Abuelos antes de los 35 a?os
Estoy tratando de hacer un cuadro del primer crecimiento de un mundo joven, poblado de intr¨¦pidos colonos granjeros, y otros, decididos a ser independientes de la Tierra y a huir a Venus de los peligros terrestres de la poluci¨®n, la superpoblaci¨®n y la guerra. Pero ni siquiera se puede esperar que la nueva civilizaci¨®n de Venus, con sus paisajes al¨ªseos y sus enormes extensiones agr¨ªcolas, prospere durante mucho m¨¢s de dos siglos y medio. Venus no puede ser m¨¢s que un remedio temporal para la claustrofobia en el planeta de origen. Los problemas de la Tierra se volver¨¢n a crear pronto. No podr¨¢ haber era pre-industrial de felicidad sin m¨¢quinas, pues los colonos llegar¨¢n armados con todos los poderes de la tecnolog¨ªa del siglo XXI. No se interesar¨¢n para nada por el control de la natalidad, pues al principio ocupar¨¢n y explotar¨¢n s¨®lo u?a peque?a parte de la amplia superficie del planeta, y tambi¨¦n porque una poblaci¨®n que crezca de prisa les parecer¨¢ el mejor seguro contra cualquier decisi¨®n de los gobiernos de la Tierra de hacerlos volver a casa. Su postura hacia la planificaci¨®n familiar ser¨¢, muy probablemente, la opuesta a la nuestra de hoy d¨ªa. Con el repetido lema de sus dirigentes Poblemos nuestro mundo, la mayor¨ªa de las personal considerar¨¢n su deber casarse antes de los veinte a?os y tener ocho o nueve hijos. Un hombre puede esperar ser abuelo antes de los treinta y cinco a?os y bisabuelo antes de los cincuenta y cinco. Supongamos, por ejemplo, que los colonos son en su origen unos mil, de ambos sexos y bastante igualados, y poseen t¨¦cnicas m¨¦dicas avanzadas que hacen que las enfermedades fatales sean extremadamente raras. Supongamos que se deciden por una pol¨ªtica de poblaci¨®n de crecimiento m¨¢ximo, por las razones que he dado antes. Su tasa de crecimiento medio anual de la poblaci¨®n podr¨ªa f¨¢cilmente llegar al 7 por 100 despu¨¦s de unos a?os. Esto significa duplicarse cada diez a?os. Se puede calcular que, con esta tasa, en dos siglos la poblaci¨®n original de mil habr¨¢ llegado a mil millones, y que en tres siglos ser¨¢ de 1,1 billones, ?m¨¢s de 330 veces la poblaci¨®n de la Tierra en 1970!
Por nobles que sean las intenciones de los colonos al principio, la natural tendencia humana a la querella se impondr¨¢ pronto. Se pelear¨¢n con la Tierra cuando sean pocos, y emprender¨¢n guerras civiles cuando su n¨²mero crezca suficientemente. En unos siglos, el sue?o de ocupar un nuevo mundo de enormes espacios abiertos se habr¨¢ disipado, y el hombre ser¨¢ el propietario de dos mundos, de tama?o casi iguales, y cada uno viciado por problemas similares.
Por desgracia, Venus es el ¨²nico planeta del Sistema Solar cuyo tama?o y proximidad al Sol le hacen adecuado para una asimilaci¨®n a la Tierra relativamente barata. El di¨®xido de carbono atmosf¨¦rico de Marte tiene una densidad de alrededor de un diezmil¨¦simo del de Venus, y por tanto hay pocas esperanzas de sembrarlo de algas con provecho. Sagan ha propuesto un esquema para una formaci¨®n en Marte similar a la de la Tierra, que implica derretir la capa de hielo del polo norte y distribuir el agua y vapor resultantes por la superficie del planeta. Este plan requiere una actividad ingenieril considerable en la superficie, y ser¨ªa, por tanto, m¨¢s dif¨ªcil y costoso que su plan para Venus.
En cuanto a las grandes masas planetarias del Sistema Solar, se tardar¨¢n muchos siglos y ser¨¢n necesarios muchos gastos antes de que puedan ser explotadas para la construcci¨®n real de nuevos mundos del tama?o de la Tierra y pr¨®ximos al Sol. Ser¨¢ entre tanto necesario emigrar a los planetas en ¨®rbita alrededor de otras estrellas. Pero las estrellas, a diferencia de los planetas del Sol, est¨¢n tan alejadas que las posibilidades de que los hombres lleguen alguna vez a ellas podr¨ªan parecer, en primera instancia, muy pobres. La estrella m¨¢s cercana, Pr¨®xima Centauri, est¨¢ nada menos que a 38 billones de kil¨®metros de la Tierra.
Esta enorme distancia se puede visualizar m¨¢s f¨¢cilmente si imaginamos el Sol contra¨ªdo a s¨®lo 30 cent¨ªmetros de di¨¢metro. Si el Sol estuviera situado, por ejemplo, en Londres, en el centro de Picadilly Circus, la Tierra ser¨ªa una pelota diminuta a 32,5 metros. El planeta gigante J¨²piter estar¨ªa a 170 metros, y con un di¨¢metro de s¨®lo tres cent¨ªmetros, y Plut¨®n, el m¨¢s alejado de los planetas conocidos del SoI, estar¨ªa a 1,6 kil¨®metros, en Hyde Park Corner. Pero Pr¨®xima Centauri, segun este c¨¢lculo de posiciones, estar¨ªa a 6.400 kil¨®metros, en alg¨²n sitio cercano a la ciudad de Kansas. A las velocidades m¨¢ximas actuales de las naves Apolo (40.640 km/h), una nave espacial tardar¨ªa muchos siglos en llegar a la estrella m¨¢s cercana. Aunque se pudiese acelerar esta nave a cientos de millones de kil¨®metros por hora, los tiempos de viaje habr¨ªan de contarse todav¨ªa en a?os. Por fortuna, los a?os 60 han presenciado un gran auge en el conocimiento cosmol¨®gico, y nuestros supuestos sobre la naturaleza f¨ªsica del Universo han cambiado radicalmente.
Pr¨®ximo cap¨ªtulo:
Tarde o temprano, los habitantes de la Tierra tendr¨¢n que destruir J¨²piter, pues s¨®lo en los fragmentos del planeta gigante encontrar¨¢n espacio suficiente para su crecida poblaci¨®n y materias primas para sus operaciones industriales.
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