Violenc¨ªa y flores en el mundo de los "hippies"
Picadilly 144, de Samuel Fuller. Madrid. ?ditorial Fundamentos, 1976 Samuel Fuller es conocido en Espa?a por algunas de sus pel¨ªculas m¨¢s sobresalientes, Manos peligrosas y Yuma, sobre todo, aunqu - su filinograf¨ªa ha sido repuesta muy recientemente, casi en su integridad, por el espacio Cine Club, de la Segunda Cadena de RTVE. Su llegada al cine, como la de tartos corripa?eros de generaci¨®n, pas¨® por el periodismo y la novela, sc,bre todo, por el reportaje de sucesos, escuela de tantos talentos narrativos. Despu¨¦s de una intermitente carrera filmica, al borde de la retirada, Fulle r vuelve a nosotros ocin una novela que tiene todo el sabor de los guiones imposibles, maqui'_ llados,como relatos literarios Fara poder salir a la vilda p¨²blica que s¨®lo el dinero en grandes cant¨ªdades permite a los cineastas. Es bastante frecuente este hecho de lo que podr¨ªamos llamar novelistas vicarios, es decir, de los escritores cuyo objetivo fundamental es la pantalla y s¨®lo aceptan el libr¨® como intermediario., a reservas de su trasvase posterior a las im¨¢genes en movimiento.Director de cinePi(,adil~j~ 144 narra el encuentro de un director de cine, reportero y novelisi. a -es decir, el propio Fuller, rejuvenecido y convertido en protagonista ideal de su propia historia-, con una banda de hippies y Angeles del infierno que ocupan una vieja mansi¨®n v¨ªctoriana en Loridres, precisamente el n¨²mero 144 de Picadilty al que alude el t¨ªtulo, defendidos por una vieja ley del siglo XIII que apoya a los menesterosos. La m 1 tolog¨ªa de los a?os sesenta, el pacifismo de los hijos de la flor, el sadismo manifiesto de- los motor? stas enloquecidos, es el punto de arranque de una confusa narraci¨®n, en la que el viejo periodista, con ese pulso nervioso y vivo que nace del gran reportaje sobre los hechos, demuestra la fascinaci¨®n y el odio simult¨¢neos que siente ante los movimientos juveniles de protesta caracterizad os,por un pacifismo a ultranza, en ' las ant¨ªpodas de su propia actitud ideol¨®gica.
Samuel Fuller, como tantos americanos rondando los sesentaa?os, es un ultraconservador, al que muchos comentaristas han relacionado incluso con actitudes fascistas, gran convencido de la utilidad de la violencia y la fuerza para arreglar todos los problemas. Con todo lo discutible que sean -que lo fueron, mejor dicho- los puntos de partida de la ideolog¨ªa hippie, resulta m¨¢s que evidente la falta de congruencia del autor con la materia novelada.
De este desajuste nace el mal original de esta historia trepidante condenada a ser una novela de tesis con los dados marcados desde el principio, cuyo desenlace se apoya en la conversaci¨®n final de los pac¨ªficos protagonistas a la violencia m¨¢s desatada, como ¨²nica forma de solucionar un enfrenta-7 miento insostenible. Samuel Fuller, en el fondo y en la superficie, es un moralista gru?¨®n, disfrazado de escritor, un sermoneador incorregible convencido de que el .mundo debe marchar seg¨²n sus convicciones que -afortunadamente- est¨¢n a contrapelo de las que deben dominar en todas las comunidades civilizadas que no quieren regresar a la barbarie propugnada por este director cinematogr¨¢fico en declive.
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