Un aspecto ignorado : la dependencia de los t¨¦cnicos militares de Estados Unidos
A trav¨¦s de sus ventas de armas al mundo, Estados Unidos ha entrado en un periodo de intrincadas dependencias mutuas dif¨ªciles de controlar y cuyas consecuencias son dif¨ªciles de calcular. En cierta medida, los acuerdos armament¨ªsticos se han convertido ahora en los equivalentes funcionales de los tratados, pero mucho m¨¢s nebulosos.Las recientes ventas de armas del Gobierno han colocado a Ir¨¢n en tal situaci¨®n, que no podr¨¢ combatir sin la presencia en escena de miles de norteamericanos; a Arabia Saudita en tal posici¨®n que se convertir¨¢ en un almac¨¦n de armas para sus vecinos ¨¢rabes, y a Kenya y Zaire en tal dependencia militar que tendr¨¢n que recurrir siempre a Washington.
El nuevo per¨ªodo de las exportaciones norteamericanas de armas se caracterizaba por estos dos factores: la venta de sistemas armament¨ªsticos altamente sofisticados a pa¨ªses desarrollados que carecen de la experiencia necesaria para mejor¨ªas, y la aparici¨®n de los que podr¨ªamos llamar ?mercenarios burocr¨¢ticos?, miles de empleados civiles privados que van a ense?ar a estos compradores.
Ir¨¢n es casi un caso puro en este aspecto, como demuestra un reciente estudio de la Comisi¨®n de Relaciones Exteriores del Senado. El estudio, basado en entrevistas por expertos del Gobierno, sostiene que Ir¨¢n depende ahora tanto del personal americano, que no podr¨ªa lanzarse a una guerra ?sin un apoyo diario de Estados Unidos?.
Ya hay m¨¢s de 20.000 norteamericanos en Ir¨¢n, la mayor¨ªa relacionados con el entrenamiento de las Fuerzas A¨¦reas iran¨ªes. El informe predec¨ªa que para 1980, esta cifra podr¨ªa f¨¢cilmente llegara 10.000 ¨® 60.000.
El punto al que quer¨ªa llegar el informe del Senado es el siguiente: al revisar las ventas de armas, el Congreso ha prestado atenci¨®n casi exclusiva a la decisi¨®n inicial de vender o no vender una cierta cantidad de armas a un pa¨ªs en paricular, pero ha ignorado virtualnente los efectos secundarios de las ventas.
Despu¨¦s de firmados los contratos y entregadas las armas, llegan en masa los norteamericanos para administrar el entrenamiento sobre el terreno, durante m¨¢s de 10 a?os. Bajo la presi¨®n del Congreso, para que se reduzcan estas misiones norteamericanas de entrenamiento, el Pent¨¢gono ha entregado cada vez m¨¢s estas tareas a contratistas privados. Los civiles son relativamente inmunes al control del Gobierno norteamericano.Podr¨ªa parecer que la dependencia de Ir¨¢n le dar¨ªa a Estados Unidos una amplia capacidad de control sobre cualquier decisi¨®n del sha de utilizar la fuerza. Pero en cierta medida, los norteamericanos podr¨ªan convertirse de asesores en rehenes. Si Washington decidiese no apoyar a Ir¨¢n en un conflicto, correr¨ªa el riesgo de una ruptura de relaciones con Ir¨¢n, y dejar¨ªa a los norteamericanos en una situaci¨®n precaria.
Los dirigentes sauditas no tienen el mismo gusto por las armas sofisticadas que el sha, pero all¨ª podr¨ªa producirse tambi¨¦n una situaci¨®n similar. Ya hay miles de norteamericanos civiles contratados trabajando en asuntos militares en aquel pa¨ªs.
Parece que llegar¨¢n m¨¢s. El Gobierno decidi¨® vender a los sauditas cohetes aire-aire ?Sidewinder?, cohetes anti-tanques guiados por medios ¨®pticos, cohetes aire-superficie, y una primera versi¨®n de las llamadas ?bombas inteligentes? guiadas por laser. Los sauditas tendr¨¢n que importar muchos m¨¢s norteamericanos para manejarlas.
No puede decirse lo mismo con respecto a las ventas a Kenya y Zaire. En este caso se trata del hecho simple de que sus vecinos -Angola, Uganda y Somalia, por mencionar a tres- est¨¢n mucho mejor armados.
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