Un espect¨¢culo de otra ¨¦poca
Catch as ctach can significa en ingl¨¦s ?lucha como luchar puedas? o, si se prefiere, lucha como puedas. Es el nombre completo del catch o lucha libre americana. A pesar de lo que indica su nombre completo, tiene un reglamento que expresa algunas prohibiciones: los golpes con el pu?o y con el pie, los rodillazos en los genitales, los ara?azos, los tirones de pelo, los mordiscos y los ataques a los ojos. El primitivo catch, pues, consist¨ªa en encerrar a dos hombres en un ring (id¨¦ntico al que se emplea en boxeo) y, con s¨®lo esas limitaciones a su agresividad, dejarlos embest¨ªrse en busca de un vencedor.Durante muchos a?os, desde la belle ¨¦poque hasta algo despu¨¦s de la segunda guerra mundial, el catch fue un espect¨¢culo deportivo que compiti¨® dignamente con el boxeo. En tomo a los rings en que se practicaban los duros combates de catch se reun¨ªa un p¨²blico tan numeroso y apasionado como el que arrastra el boxeo. Incluso hubo muchos hombres que practicaron ambos deportes de forma sucesiva. Cabe decir que en aquella ¨¦poca el boxeo estaba considerado por delante del catch por aqu¨¦llos que valoraban los superiores aspectos t¨¦cnicos del deporte de los guantes de crin, en tanto que el catch era preferido por los amantes de una lucha m¨¢s completa. Generalmente, el catch se surt¨ªa de j¨®venes boxeadores fracasados o de veteranos faltos ya de los reflejos que exige el boxeo y que no son tan precisos en la lucha. Nombres inolvidables en la historia del boxeo como loi de Joe Louis, Jack Dempsey o Primo Carnera, se inscribieron, una vez conluida su actividad pugil¨ªstica, en las filas de los practicantes del catch.
?C¨®mo se practicaba? Las llaves, m¨¢s o menos similares a las del judo, se alternaban con los golpes de antebrazo y con dolorosas presas. Un luchador pod¨ªa perder por puesta de espaldas, por lesi¨®n (muy frecuente, porque las luxaciones se produc¨ªan con gran facilidad) o por puntos.
Con el paso del tiempo, y la consiguiente retirada del hambre y de la incultura, el catch fue perdiendo practicantes, y hoy no cabe decir que exista ya como deporte. Sin embargo, acaso ha ganado en belleza. La lucha se ha convertido en algo muy distinto, pero sigue viva.
Un p¨²blico heterog¨¦neo
S¨¢bado noche en el campo del Gas. Como todos los s¨¢bados durante los meses de verano, hay lucha en este recinto, un campo de f¨²tbol sin c¨¦sped sobre cuyo terreno dejuego se coloca un ring en el centro de un c¨ªrculo de sillas. Los viernes, boxeo; los s¨¢bados, lucha. El campo del Gas est¨¢ situado en uno de los barrios m¨¢s castizos y de m¨¢s antiguo sabor de Madrid, sumergido en la zona que ocupa el Rastro los domingos. Incluso es posible que si usted acude a presenciar el singular espect¨¢culo encuentre ploblemas de aparcamiento, porque la calle del Gas¨®metro, en la noche del s¨¢bado, ya est¨¢ ocupada por los tenderetes de los que a la ma?ana siguiente pretenden hacer su agosto.
El precio no es caro y vale la pena. A cambio de ¨¦l, usted puede disfrutar de un viaje al pasado. De un espect¨¢culo entre ingenuo, bufo y cruel, que tal vez ya no esperaba ver nunca, de un espect¨¢culo que no s¨®lo se ci?e a lo que ocurre entre las doce cuerdas, sino que se extiende fuera de ellas. El p¨²blico de la lucha, heterog¨¦neo, comprende desde el grupo de estudiantes que acuden al reclamo de la guasa que aquello supone, hasta los matrimonios de mucha edad y poca cultura que, ingenuamente, creen verdaderamente que dos hombres se est¨¢n matando sobre el ring, pasando por el invertido entradito en a?os que busca no se sabe qu¨¦ extra?as delectaciones de voyeur, por el grupo de ni?os que acuden all¨ª a comer pipas, porque en Madrid ya no hay apenas cines descubiertos y por el diletante que disfruta con todo ese mundo, abigarrado.
Lo primero que se advierte al comienzo del primer combate es que la ancestral dicotom¨ªa entre el bien y el mal es una de las bases del espect¨¢culo. De los dos luchadores, uno es el malo y el otro el bueno, y muy pronto se aprende a distinguirlos. El malo es feo, bajo, gordo, casi siempre rapado al cero, pero con enormes bigotes y cejas y que es terriblemente tramposo. El bueno tiene mucha mejor pinta: un esqueleto bien hecho y un porte que en su juventud tuvo que ser similar al de Tarz¨¢n (ya no quedan j¨®venes que practiquen la lucha). Es noble y se resiste a infringir las reglas. El malo empieza ganando el combate gracias a sus malas artes, que excitan la c¨®lera del p¨²blico m¨¢s ingenuo: ?Tramposo! ?Sucio! Un ¨¢rbitro de aire conspicuo vigila las incorrecciones, y s¨®lo cuando el malo se ha pasado much¨ªsimo se decide a amonestarle. Los primeros asaltos son un infierno para el bueno, que inspira la m¨¢s profunda piedad a sus partidarios; el malo le ata a las cuerdas, le patea el escroto, le tira del pelo, le urga en los ojos y le tira fuera del ring. De cuando en cuando, el malo abandona su afanosa tarea de torturar al bueno y trepa hasta la segunda cuerda de un rinc¨®n para desafiar a la muchedumbre que le increpa; incluso baj¨¢ del ring dispuesto a embestir contra las primeras filas. Los guardias, el ¨¢rbitro, su segundo y los jueces de las mesa, salen a la carrera tras ¨¦l y consiguen detenerle antes de que pueda consumar su ataque al p¨²blico, y le devuelven al ring donde vuelve a entregarse al disfrute de castigar al bueno.
Ya temen los partidarios de ¨¦ste que se encuentre moribundo, cuando milagrosamente renace, se deshace de una dura llave y lanza al malo fuera del ring. Por las sillas corre un escalofr¨ªo tan alegre como el que pasa por las butacas de un cine infantil en el momento en que aparece el S¨¦ptimo de Caballer¨ªa. A partir de ah¨ª, la pelea es un paseo para el bueno, que termina ganando de calle y deja en la m¨¢s completa humillaci¨®n al rival, a quien le toca retirarse avergonzado entre los gritos del p¨²blico; ?Ea, ea, ea! ?El calvo se cabrea!
Tambi¨¦n las mujeres
Naturalmente, la base del espect¨¢culo es el malo, y cabe afirmar que todos los malos son verdaderas estrellas. Sus nombres son especialmente atractivos en el cartel (hay hasta un Gran Jefe Nube Blanca, que sale al ring con un espl¨¦ndido penacho y que cuando se lo quita muestra un cr¨¢neo casi plenamente rapado, con una cresta de pelo en el centro, al estilo mohicano), y sin ellos el espect¨¢culo no ser¨ªa apenas nada. La lucha, adem¨¢s, presenta algunas variantes que mejoran las posibilidades de diversi¨®n; hay, por ejemplo, la f¨®rmula del enmascarado, que suele tener un nombre rimbombante, algo as¨ª como ?El Angel Cruel?. Si ?El Angel Cruel? pierde, sufrir¨¢ el castigo de tener que quitarse la m¨¢scara y mostrar su rostro al p¨²blico. Esta f¨®rmula alent¨® durante mucho tiempo el mito de que tras la m¨¢scara se ocultaba un delincuente com¨²n muy famoso y perseguido, que se ver¨ªa atrapado el d¨ªa que perdiese un combate.
Por desgracia, cuando esto ocurre, todo el suceso estriba en que ?El Angel Cruel? se convierte en un simple Angel P¨¦rez y la cosa no pasa de ah¨ª. Existe tambi¨¦n la lucha de pareja por relevos, que eleva al cuadrado las posibilidades de trampas y de maldades, y que tambi¨¦n eleva al cuadrado el triunfo del bien sobre el pecado. Y existe, por ¨²ltimo, y en Espa?a desde hace s¨®lo un a?o, la lucha femenina.
Las mujeres que vemos luchar aqu¨ª no dominan tanto el arte del bien y del mal como los hombres, ni sus combates tienen la espectacularidad, los geniales vuelos y la crueldad de los de aqu¨¦llos, pero brindan muchas posibilidades. Evidentemente, produce un innegable morbo el combate entre dos mujeres de treinta a?os y cierta aproximaci¨®n, al ?buen ver? (todas ellas re¨²nen estas condiciones), y sus combates despiertan el ingenio machista: ?Como suba yo vais a ver! ?Deja algo p'al marido!... Sus peleas casi siempre se sit¨²an al final del programa, con la preferencia equivalente a la que se otorga a los combates de fondo en las veladas de boxeo.
Los luchadores pertenecen a grandes cuadras, y se contratan por temporadas. Cada ?troupe? se presenta en la ciudad que le ha contratado con sus capas de colores, sus penachos y sus mil trucos ensayados una y otra vez hasta llegar a un alt¨ªsimo grado de especializaci¨®n. Concluida la temporada, recogen sus b¨¢rtulos y se marchan a otra parte, con su carga de fantas¨ªa y sus reminiscencias de mundillo camp. No es posible hablar con ellos ?porque son muy peligrosos?, seg¨²n afirman sus cuidadores, ni vale la pena intentar que nadie, ligado a este mundillo, reconozca que todo aquello no pasa de ser una broma; todos aseguran que los combates son serios. Sea como fuere, el espect¨¢culo es precioso, y da pena pensar que tal vez est¨¦ dando sus ¨²ltimos coletazos.
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