La oposici¨®n democr¨¢tica
En Espa?a mientras las democracia sea org¨¢nica, la oposici¨®n ser¨¢ democr¨¢tica. Parece una boutade y no lo es. En el mundo occidental nadie habla de la oposici¨®n democr¨¢tica. La oposici¨®n es la oposici¨®n a secas. En todo caso, en las monarqu¨ªas constitucionales. se habla de la oposici¨®n al Gobierno de Su Majestad. Al matizarlo as¨ª, quiz¨¢ se entienda mejor. Lo que hace la oposici¨®n en las democracias occidentales es oponerse al Gobierno. Criticar sus acciones y omisiones. proponer soluciones distintas a las que ofrece el Poder ejecutivo, vigilar por si se cometen errores o abusos por parte de quienes gobiernan. Esta actitud de la oposici¨®n presupone, a su vez, que la oposici¨®n est¨¦ reconocida legalmente, que forme parte del juego constitucional, que sea tan leg¨ªtima como el propio Gobierno y tan honorable como quienes -accidentalmente- ostentan el poder. No existe ninguna presunci¨®n, ni por parte de la propia constituci¨®n, ni por parte de las instituciones del Estado y del Gobierno, ni por la opini¨®n p¨²blica de que los que mandan sean m¨¢s honrados o mejores ciudadanos que los que, tambi¨¦n accidentalmente, militan en el campo de la oposici¨®n.La oposici¨®n all¨ª no es un grupo m¨¢s o menos folkl¨®rico de gente marginada, silenciada o perseguida por el poder. La oposici¨®n all¨ª gobierna con el Gobierno. Impide en unos casos que se aprueben leyes poco afortunadas, condiciona el articulado de los decretos ministeriales, controla la utilizaci¨®n de los presupuestos del Estado, pacta con el Gobierno f¨®rmulas de convivencia nacional, participa en los debates donde se discute la pol¨ªtica internacional y, en definitiva. colabora a que el pa¨ªs en cuesti¨®n sea lo que quiere la mayor¨ªa, respetando a la minr¨ªa. O, en otras palabras, la oposici¨®n vive acampada a extramuros de la constituci¨®n. Por el contrario, en todas las instituciones del Estado y en todos los ¨®rganos y asociaciones de la comunidad civil, la oposici¨®n convive a diario con los que ocupan las responsabilidades del poder. Y cuando los que militan en la oposici¨®n alcanzan el poder, cumplen las mismas reglas porque sin ellas no habr¨ªa democracia posible.
El problema en nuestro caso es que la oposici¨®n no es al Gobierno de Su Majestad, sino al propio Estado, a sus instituciones, al texto constitucional. Lo que ocurre en nuestro pa¨ªs es que la oposici¨®n no existe, no es, no est¨¢. Cualquiera me puede replicar que la oposici¨®n existe, es y est¨¢ todos los d¨ªas, en todos los peri¨®dicos. en mil manifestaciones p¨²blicas de toda ¨ªndole. Y as¨ª es, en verdad. Pero es la oposici¨®n que se adjetiva democr¨¢tica. No la oposici¨®n a secas. Y esa oposici¨®n democr¨¢tica no existe en el contexto de las llamadas leves fundamentales. no est¨¢ autorizada, no es legal. No tiene, para acceder al poder otros canales que los de la senda revolucionaria, el de la autodestrucci¨®n del Estado o el de la ruptura. La oposici¨®n habla de ruptura porque sin ella no tiene ni voz ni voto.
As¨ª pues, legalizar a la oposici¨®n es la primera tarea pol¨ªtica del tiempo que vivimos en nuestro pa¨ªs. Sin ella no se puede gobernar. no se debe gobernar. Y s¨ª se quiere gobernar sin esas voces y sin esos votos, el Estado. tarde o temprano, tendr¨¢ que desencadenar lo que se ha llamado la violencia desde el poder.
Porque cuando la oposici¨®n tena cauces legales para conquistar el poder asumir¨¢ sus propias responsabilidades y, entre ellas, la primera y fundamental que no es otra que la de defender al propio Estado, a sus instituciones y a la letra y el esp¨ªritu de la nueva constituci¨®n. Dejar¨¢ entonces de ser una oposiej¨®n frontal a todo lo que representa el poder. Dejar¨¢ entonces de llamarse la oposici¨®n democr¨¢tica. Porque puede que choque, pero la verdad es que la oposici¨®n dejar¨¢ de ser democr¨¢tica -como hoy se dice- cuando lo sea el gobierno y, en definitiva. el propio Estado.
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