La Corrala
Creo que hay que dar la voz de alarma. Este Ayuntamiento ya se va quitando la careta. Son unos anarquistas. Unos iconoclastas. Unos rojos. Lo quieren echar todo abajo. El Viaducto, la casa de Gald¨®s, La Corrala.Porque resulta que hicimos una cruzada para salvar las tradiciones, y nada m¨¢s terminar la cruzada, la piqueta municipal y especuladora empez¨® a cargarse tradiciones. Donde hab¨ªa una tradici¨®n levantan un rascacielos hortera con un Banco, unos grandes almacenes, unos apartoteles y un aparcamiento. Ahora, puesto que lo de] Viaducto se lo ponen dif¨ªcil, el se?or Arespacochaga ha decidido arremeter contra la literatura. En estos d¨ªas se anuncia la demolici¨®n de la casa donde muri¨® Gald¨®s, en Hilari¨®n Eslava, y se pronostica asimismo la demolici¨®n de La Corrala, donde se desarrolla El ¨¢rbol de la ciencia, de Baroja.
-Pero a usted no le gustan Gald¨®s ni Baroja-, me dice el quiosquero.
-Por eso tiene m¨¢s m¨¦rito esta cr¨®nica. Porque no me gustan y, sin embargo, los respeto. No olvide que usted y yo vivimos de un.peri¨®dico liberal, EL PAIS.
El vive de venderlo y yo de escribirlo. Esto nos une mucho.
-Me temo que le va a salir a usted otra cr¨®nica municipal.
Al quiosquero no le gusta que yo escriba cr¨®nicas municipales. Lo que le gusta es que meta ca?a al bunker. ?Por qu¨¦ los alcaldes de Madrid, nada m¨¢s tomar posesi¨®n del tintero de la alcald¨ªa, consideran que su primera obligaci¨®n es cargarse Madrid? No s¨¦ cu¨¢ntos alcaldes nos han infligido en cuarenta a?os, pero Madrid, que es eterno, ha sobrevivido a los alcaldes con igual numantinismo que a los bombardeos de la guerra. Defenderse de una escuadrilla de bombardeo, aunque sea alemana, es m¨¢s f¨¢cil que defenderse de un alcalde. Porque los alcaldes atacan desde dentro.-Tambi¨¦n usted es que se pone en lo ¨²ltimo.
Cuando el asedio de Madrid, hubo que tapiar la Cibeles para que una bomba tradicionalista no se llevase el s¨ªmbolo de la tradici¨®n madrile?a. Yo sugiero que entre todos volvamos a tapiar la Cibeles, porque si pasa por all¨ª el se?or Arespac¨®chaga, a echar una carta en Correos, a lo mejor decide quitarla para hacer un aparcamiento. M¨¢s vale que no se entere de d¨®nde est¨¢ la Cibeles.
Me lo dijo mi maestro, Ram¨®n G¨®mez de la Serna, cuando Pedro Rocamora le trajo a Madrid, en la posguerra, y yo era as¨ª de peque?o:
-Mire usted joven, la Cibeles es como Isabel la Cat¨®lica volviendo de las Am¨¦ricas.
-Pero Isabel la Cat¨®lica no estuvo nunca en las Am¨¦ricas.
-Pues por eso precisamente, Pollo.
Y me invit¨® a upa gascosa en Pombo, entre alba?iles que se cargaban la vieja boteller¨ªa para poder una tienda de maletas.-Lo que pasa es que en todas esas obras siempre anda una pasta de por medio-, sugiere el quiosquero, que tiene un sentido materialista de la Historia, pues es un Engels de esquina.
Yo, aunque s¨®lo sea por no coincidir con el quiosquero, prefiero pensar que es un problema de mal gusto y falta de sensibilidad. Hay una metaf¨ªsica hortera de lo que debe ser una ciudad, y los alcaldes, los tenientes de alcalde y los contratistas quieren hacer de Madrid un Chicalgo de ladrillo visto. La Corrala es un monumento vivo a la imaginaci¨®n de los pobres. La Corrala es lo que Madrid tiene de N¨¢poles, una fluencia entre la calle y la casa sin soluci¨®n de continuidad. Ricardo Bofill lo har¨ªa m¨¢s raro, pero no lo har¨ªa mejor. El Viaducto, la casa de Gald¨®s, La Corrala... Se resisten a la ruptura democr¨¢tica porque est¨¢n haciendo la ruptura arquitect¨®nica. Y luego dicen que est¨¢ mal elegida la palabra ruptura. Como que ellos son los ¨²nicos con derecho a romper cosas.
Tu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo
?Quieres a?adir otro usuario a tu suscripci¨®n?
Si contin¨²as leyendo en este dispositivo, no se podr¨¢ leer en el otro.
FlechaTu suscripci¨®n se est¨¢ usando en otro dispositivo y solo puedes acceder a EL PA?S desde un dispositivo a la vez.
Si quieres compartir tu cuenta, cambia tu suscripci¨®n a la modalidad Premium, as¨ª podr¨¢s a?adir otro usuario. Cada uno acceder¨¢ con su propia cuenta de email, lo que os permitir¨¢ personalizar vuestra experiencia en EL PA?S.
?Tienes una suscripci¨®n de empresa? Accede aqu¨ª para contratar m¨¢s cuentas.
En el caso de no saber qui¨¦n est¨¢ usando tu cuenta, te recomendamos cambiar tu contrase?a aqu¨ª.
Si decides continuar compartiendo tu cuenta, este mensaje se mostrar¨¢ en tu dispositivo y en el de la otra persona que est¨¢ usando tu cuenta de forma indefinida, afectando a tu experiencia de lectura. Puedes consultar aqu¨ª los t¨¦rminos y condiciones de la suscripci¨®n digital.