Los futurismos y los manifiestos futuristas
Centenario del nacimiento de Marinetti
Analizar, desde el hoy y hacia el pasado, una actitud nacida en un ayer pr¨®ximo y alentada por un prop¨®sito decidido de porvenir tiene algo de paradoja y no poco de riesgo. Tal es, a juicio m¨ªo, la consideraci¨®n que en el centenario del nacimiento de Marinetti, su pregonero mayor, debe presidir la simple aproximaci¨®n hist¨®rica al fen¨®meno futurista. Hablar de futurismo en pret¨¦rito resulta forzosamente parad¨®jico, y sumamente arriesgado aducir criterios actuales a un suceso nacido en otras circunstancias- y de otras motivaciones. Emulaci¨®n o pura conveniencia podr¨ªan llevarnos a infundir un nuevo contenido a la letra impresa o a la obra alumbrada antes de que se cumpliera la primera d¨¦cada del siglo.
Una cosa es cierta: el porvenir que, sigui¨® a la voz de los futuristas nos es hoy de sobra conocido (nosotros mismos somos, de alg¨²n modo, consecuencia de aquella incipiente profec¨ªa), en tanto el futuro (de lo contrario, no ser¨ªa futuro) que hoy se adivina, o intenta adivinarse, no pasa de ser horizonte.S¨®lo juzgado como actitud, no como ciencia, puede el futurismo hist¨®rico emparentar con el af¨¢n innovador de nuestro tiempo y con la conciencia progresista de cualquier edad. Ciencia y actitud van a ser tema de este an¨¢lisis, o fundada respuesta a estas tres preguntas: ?Cu¨¢les fueron los postulados del futurismo? ?Cu¨¢l, la realidad que los motiv¨®?. ?En qu¨¦ medida el porvenir se ajust¨® a ellos? Atento a la estimaci¨®n objetiva de su historia, no hablar¨¦ de futurismo, sino de futurismos, y para, distinguir del contenido cient¨ªfico la mera actitud revolucionar¨ªa, probar¨¦ a separar de su preg¨®n dos claras direcciones: manifiestos dogm¨¢ticos y manifiestos t¨¦cnicos. El alcance diverso, por no decir antag¨®nico, que un mismo fen¨®meno vino a cobrar en dos confines de Europa, aconseja escindirlo, a su vez, en dos vertientes: futurismo italiano y futurismo ruso, no siempre debidamente delimitados, aun pareciendo palmaria la divergencia del precedente hist¨®rico en tierra eslava y en suelo mediterr¨¢neo y la distinta verificaci¨®n de uno y otro, al desvelarse el por venir premonizado por los manifiestos futuristas.Manifiestos dogm¨¢ticos y t¨¦cnicos
En el Primer Manifiesto de Marinetti, ejemplo cabal de los dogm¨¢ticos, lo menos importante es su contenido; lo m¨¢s relevante, su oportunidad. Dado a la luz en 1909, resulta, en efecto, el de m¨¢s aguda entonaci¨®n revolucionaria y el de menor base cient¨ªfica. Otro tanto cabe afirmar del suscrito en Rusia (1912) por Burliuk, Krucheniki, Klebnikov y Maiakovsky, exento de todo rigor doctrinal, enconadamente hostil al pasado y abierto con descaro al solo porvenir: ?La Academia y Pushkin son el m¨¢s incomprensible de los jerogl¨ªficos. Lanc¨¦moslos al mar. El que es incapaz de olvidar el primer amor jam¨¢s conocer¨¢ el ¨²ltimo. Liberad vuestras manos, ?oh suicidas!, de la torpe, podredumbre de los libros escritos...?
Al lado, sin embargo, de estos escritos iniciales en que soflama y desenfado preponderan sobre .cualquier insinuaci¨®n de ciencia renovadora o simple doctrina, ir¨¢n surgiendo otras y otras p¨¢ginas sistem¨¢ticamente programadas y enteramente acordes con una actividad sujeta a disciplina. Tales son los manifiestos t¨¦cnicos y harto comprobable su disparidad (pese al car¨¢cter simult¨¢neo, no pocas veces, de su publicaci¨®n) para con la desenfadada afirmaci¨®n de los dogm¨¢ticos. Concepto y norma, teor¨ªa y pr¨¢ctica, intenci¨®n est¨¦tica y human¨ªstica..., har¨¢n surgir de ellos obras de envidiable perfecci¨®n y probada congruencia con el porvenir, previsi¨®n y planteamiento de problemas todav¨ªa vigentes.
Frecuente es cifrar en el Primer Manifiesto de Marinetti el origen y el contenido del futurismo italiano. ?Posee realmente otro alcance que el don de la oportunidad? No. Es la conciencia de Europa la que est¨¢ en palpitante ebullici¨®n y son los artistas quienes se hallan en plena acci¨®n innovadora cuando anuncia el calendario, con cifras rojas, la radiante alborada de 4909. Nunca se entienda que el arte europeo se con mueve y despierta por obra y gracia de Marinetti. Ocurre exactamente lo contrario. El poeta italiano lanza su manifiesto cuando la mentalidad europea se siente vigorizada por una nueva concepci¨®n human¨ªstica y se han plasmado ya en obra muchas de las nuevas exigencias est¨¦tico-vitales.Modelo consumado de los dogm¨¢ticos, no concluy¨® el Manifiesto de Marinetti en utop¨ªa por ser viva realidad hist¨®rica muchas de las consignas en ¨¦l formuladas con pretendido acento mesi¨¢nico. A su ejemplo, han de multiplicarse y disputar el galard¨®n a la osad¨ªa otros tantos del mismo corte, acentuando m¨¢s y m¨¢s el contraste con la lucidez y eficiencia de los manifiestos t¨¦cnicos. Quienes pretenden dar una significaci¨®n grandilocuente e ilusoria a la proclama futurista olvidan, sin duda, el influjo decisivo, que estos ¨²ltimos manifiestos han ejercido en la evoluci¨®n del arte contempor¨¢neo o el norte atinado que imprimieron en la obra de los Boccioni, Severini, Balla, Russolo, Sironi, Prampolini...
Energ¨ªa, audacia, lucha
Identificar el fen¨®meno futurista con el primer preg¨®n de Marinetti es dar al olvido los otros 30 manifiestos, t¨¦cnicos y dogm¨¢ticos, o el holgado centenar de ensayos y cat¨¢logos debidos a mano ajena, m¨¢s las cinco revistas (Poes¨ªa, La voce, Lacerba, Vitalia y Noi) en que se aglutin¨® y diversific¨® el futurismo italiano. No fueron, en todo caso, los artistas de 1909 quienes siguieron al dictado las consignas marinettianas. La actividad de aqu¨¦llos, la pujanza de una renovada mentalidad y la apertura de un nuevo entorno pol¨ªtico (que, nunca acert¨® Marinetti a comprender) eran, m¨¢s bien, las que hac¨ªan mil veces v¨¢lido y oportuno su Primer Manifiesto que ¨¦l mismo se encargar¨ªa de hacer ut¨®pico.
Analizadas con alg¨²n rigor las predicaciones de Marinetti, se viene a concluir que en ellas prevalece furtivamente, y bajo expresiones como energ¨ªa, audacia, lucha, toda una exaltaci¨®n de la belleza. Es condici¨®n de todo jefe de escuela exaltarlo que proclama maldecir. Los duros ataques de Marinetti a la belleza y las invectivas al pasado responden, de hecho, a su refinada posesi¨®n y asimilaci¨®n met¨®dica.
Propugna Marinetti incendios e inundaciones en museos y bibliotecas, cuando ¨¦l se nutre realmente de sus secretos y se deleita con sus tesoros. Energ¨ªa, audacia y lucha son voces que, despojadas de consecuente actividad, no tardan en convertirse en sonoros ep¨ªtetos, muy id¨®neos para la oratoria.
?Cu¨¢l es el presente vivido por Marinetti? ?Hacia qu¨¦ pasado entona el r¨¦quiem? ?En pro de qu¨¦ presente invita a la lucha? El inmediato siglo XIX, decadente y vano, pesa en la sensibilidad del refinado poeta italiano como una losa que sepultara la grandeza de la Rep¨²blica y el Imperio. Otra es, sin embargo, m¨¢s grave y menos ret¨®rica que el verbo de Marinetti, la crisis qu¨¦ se cierne sobre Europa: el primer temblor hondo en la civilizaci¨®n demo-liberal, ¨¦l nacimiento de toda una problem¨¢tica social que la revoluci¨®n industrial ha puesto al descubierto, el despertar masivo, a la conciencia de la reivindicaci¨®n y la libertad.... que, apenas desatada la Guerra del 14 han de significar la Revoluci¨®n rusa del 17.
Energ¨ªa, lucha y audacia son los tres puntos en que funda Marinetti su nuevo concepto de belleza. Ha estallado la Guerra del 14 y a ella acuden los futuristas, encabezados por su profeta. ?A probar los postulados de la revoluci¨®n art¨ªstica? Se ha querido juzgar al futurismo como un fen¨®meno eminentemente pol¨ªtico. Le¨ªdas, empero, las cartas b¨¦licas de Marinetti y las arengas marciales, lanzadas por las publicaciones futurist¨¢s, no se advierte el m¨¢s leve rastro de pol¨ªtica en la vertiente italiana. Marinetti, Tuni, Russolo, Boccioni, Sant'Elia.... acaban de alistarse como voluntanios en la agrupaci¨®n m¨¢s af¨ªn al buen gusto del futurismo: un batall¨®n ciclista. ?Qu¨¦ buscan en la guerra las huestes del porvenir?
?El futurismo, din¨¢mico y agresivo -escribe Marinetti a Severini, en noviembre de 1914-, dar¨¢ la verdadera expresi¨®n pict¨®rica, escult¨®rica, po¨¦tica ( ... ) de la guerra. Esta guerra envolver¨¢ paulatinamente al mundo y procurar¨¢, al menos por diez a?os, un estado din¨¢mico, futurista?. De la lectura de este texto se desprende que Marinetti interpreta la guerra como un suceso est¨¦tico: estudiarla en. toda su maravillosa fuerza (trenes militares, fortificaciones, ambulancias, heridos ... ) y hacer, entre batalla y batalla, exposiciones para realce la belleza futurista. ?La guerra -agrega C¨¢rra, en 1915- es el mejor aliado de nuestro Manifiesto, favorece la afirmaci¨®n del genio y aumenta el coraje creador...?
Obs¨¦rvese el cariz dogm¨¢tico y ut¨®pico de este tipo de manifiesto, en los que llega a afirmarse que la cruel grandiosidad de la guerra crea en el hombre una fuerte pasi¨®n por el maquinismo y se hace motor del arte. Cuando Europa se ve agitada, por1a quiebra de un pasado reciente y a la expectativa de un incierto porvenir, entiende Marinetti la llama misma de la conmoci¨®n como juego del arte. Y conste que aqu¨ª no se cuestiona el honor o el valor del batall¨®n ciclista-futurista. ?C¨®mo pondr¨ªamos en tela de juicio un gesto atrevido que vino a privar (no s¨®lo al Futurismo, sino al arte universal) tr¨¢gica y prematuramente de artistas tan geniales como Bocciopi, Appolinaire, Sant'Elia, Duchamp-Villon...?
Es en la pesada losa del sigloXIX, en el ocaso del antiguo esplendor, donde ha de buscarse el germen de la ingenua afirmaci¨®n de Marinetti. En su utop¨ªa (por eso es justamente utop¨ªa) no se esclarece de ning¨²n modo el verdadero precedente hist¨®rico del futurismo y se esfuma por completo la realidad pol¨ªtica a que apuntaban los aut¨¦nticos francotiradores. No puede explicarse, de otra suerte, su jubilosa adhesi¨®n a la preceptiva fascista, inspiradora del grupo Novecento, que, con el apoyo oficial y evidente anacronismo, propugn¨® un arte ret¨®rico, fatuo, lleno de resonancias del glorioso pasado, entre rom¨¢ntico y naturalista, guiado por la vana pretensi¨®n de emular el esplendor del Renacimiento.
Tampoco, de otra suerte, hallar¨ªa justificaci¨®n la elegante naturalidad de Marinetti al recibir de manos de Mussolini la banda de miembro de la Academia de Letras (?haces y lauras!), cuando unos a?os antes hubiera hecho del asiento acad¨¦mico le?o ideal para la inextinguible hoguera futurista. A espaldas suyas, quedaba la doctrina y capacidad emp¨ªrica de esos otros manifiestos t¨¦cnicos, ya aludidos, en que el futurismo italiano hab¨ªa de concentrar sus mejores intenciones y alumbrar obras ejemplares. Entretanto, una nueva concepci¨®n del hombre y de la vida anunciaba en el Este de Europa, y a manos de otros futuristas, la inminente realidad de un porvenir cuyas. consecuencias no dejan de abarcar nuestro presente.
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