Problemas espec¨ªficos de nuestra regionalizaci¨®n
Las regiones hist¨®ricas m¨¢s relevantes, las que se presentan porta doras de un regionalismo, cultural o nacionalismo y, por ello, las m¨¢s activas en sus reivindicaciones, Catalu?a y Pa¨ªs Vasco, son precisamente las dos m¨¢s desarrolladas del pa¨ªs; entre, las dos, que demogr¨¢ficamente suponen aproximadamente un sexto d ' el pa¨ªs (espacialmente mucho menos), acumulan casi una tercera parte del producto nacional bruto; en ellas radican industrias y servicios que abastecen al pa¨ªs entero (a lo que se ha llegado, por cierto, tras m¨¢s de un siglo de proteccionismo arancelario por tales regiones postulado y sostenido, a cargo, pues de los consumidores espa?oles en su con junto).y son, a la vez, junto con Madrid y Valencia, los centros de recepci¨®n m¨¢s caracterizados de la vasta emigraci¨®n interior cumplida en los ¨²ltimos treinta a?os. Hay que decir rotundamente que una situaci¨®n de este car¨¢cter., que las regiones reivindicativas m¨¢s activas: sean las m¨¢s altamente desarrolladas del pa¨ªs consutuye -una completa singularidad espa?ola respecto del problema regional en. Europa en ¨¦sta son siempre, sin excepci¨®n, las regiones menos desarrolladas las que postulan el reconocimiento propio. En Espa?a este planteamiento est¨¢ hoy por hoy reducido a los regionalismos gallego y canario (¨¦l andaluz es apenas literario a¨²n). B) Por razones hist¨®ricas bien conocidas, aludidas m¨¢s atr¨¢s por nosotros, el regionalismo vasco se ha pretendido vincular a la t¨¦cnica del concierto fiscal, que es la ope-, rante a¨²n en los dos modestos regionalismos hoy vigentes, Navarra y Alava, t¨¦cnica que supone, con independencia de un efectivo privilegio para los habitantes respectivos, que soportan una carga fiscal interior a la del resto del pa¨ªs, como se ha subrayado m¨¢s de una vez, algo mucho m¨¢s importante en el plano econ¨®mico y social, la reservapara las regiones respectivas de todas las fuentes tributarias generadas en los territorios de las mismas. Esta- t¨¦cnica ha pretendido trasladarse recientemente al arsenal del regionalismo catal¨¢n; uno, de sus.valedores caracterizados, que sorprendenteniente es un prestigioso profesor de Econom¨ªa, viene afirmando con reiteraci¨®n que todo lo que la Hacienda recauda en Catalu?a es de los catalanes y que a ellos corresponde decidir. libremente la cuota que de esa cifra ha de ir a parar a las cajas del Estado central, cuota que incluso ¨¦l ha cifrado alguna vez en menos de ,un 17 por 100. No han faltado tampoco, curiosamente, los intentos de justificar esa reserva formal de. las fuentes tributari'as posibles sobre el territorio regional en el hecho de una supuesta explotaci¨®n econ¨®mica realizada por Madrid -Y, por tanto, puesto que Madrid juega aqu¨ª el papel de un distribuidor, descontando el gasto de su propia. burocracia central, por las dem¨¢s regiones espa?olas-, tesis sorprendente de entrada, antes de cualquier'puntualizaci¨®n econom¨¦trica (recu¨¦rdese s¨®lo que las tres provincias vascas son las tres primeras en Espa?a en. la renta per c¨¢pita, que viene a ser casi tres veces la correspondiente a las provincias m¨¢s pobres, diferencia que tiende a crecer), tesis, y que puede verse, por ejemplo (ejemplo tambi¨¦n curioso), en el primero de los ensayos reunidos por J. P. Sartre en el reciente y. ¨²ltimo tomo de Situa -tions, volumen X, 1976; es obvio que el gran fil¨®sofo, que intenta aplicar el esquema del colonialismo, incluso econ¨®mico, a nuestras provincias vascas, est¨¢ operando con datos que le han facilitado y que ha dado por buenos con cierta ligereza. Pues bien, hay que decir rotun damente que esta posici¨®n, fia grantemente anti-solidarista, que pretende consolidar en las regiones m¨¢s desarrolladas los mayores re . cursos que en ellas se generan (precisamente, porque sus empre sas act¨²an en todo el territorio na cional y tienen a todos sus habitan tes como consumidores), es rotun ,damente antiregionalista, en el sentido actual de la reginoal scien ce, que antes resumimos. Si esto se consagrase, no estar¨ªamos en pre sencia de -una regionalizaci¨®n, an tes bien de la m¨¢s grave discrimi naci¨®n contra el resto del pa¨ªs, al que se vendr¨ªa a reducir al humilde papel de mano de obra (en cuanto son sus emigrantes los que alimen tan las f¨¢bricas y tajos catalanes y vascos) y de consumidores; con to da objetividad, la f¨®rmula se ase mejar¨ªa m¨¢s al sistema de Africa del Sur de los Bantustands, expre si¨®n m¨¢s pura del apartheid de co munidades, que a un regionalismo de cualquier tipo de los presentes hoy, tan activamente, seg¨²n vimos, en el mundo occidental. Por otra parte, hay que decir que en una perspectiva puramente econ¨®mica,el sistema no es en absoluto conve"_ niente para las propias regiones ricas; no es que no sea justo (que eso parece claro, muclio m¨¢s cuando esa riqueza se ha generado a trav¨¦s del proteccionismo arancelario, con la contribuci¨®n positiva * de todo el pa¨ªs) y que resulte escalamente compatible con el socialismo que tan frecuentemente pro-claman los regionalistas actuales, es que, simplemente, no es operativo en el plano econ¨®mico,. para el cual resulta infinitamente superior p 1 romover el desarrollo de l¨¢s regione s deprimidas que no congelarlo; lo indicado m¨¢s atr¨¢s sobre el problema baste ahora. C) Me permitir¨¦ acogerme, para jus tificar el juicio anterior y para extraer de ¨¦l alguna consecuencia positiva, a una fuente neutral y objetiva, la que facilitan los ya citados informes y docu.mentos p¨²blicos ingleses sobre su. proceso de regionalizaci¨®n en curso. El informe Kilbrandon comienza observando sobre el tema financiero que resulta fundamental, una vez que la ?devoluci¨®n? se consagre, que la unidad no s¨®lo pol¨ªtica, sino tambi¨¦n econ¨®mica del Reino Unido sea preservada, lo que impone que el poder central mantenga los poderes que permiten ordenar y dirigir la pol¨ªtica econ¨®mica como un todo, lo cual exige que los principales poderes, de impuesto y de gasto hayan de continuar en manos del Parlamento de Westminster. Esta retenci¨®n es, adem¨¢s, la ¨²nica que permite asegurar el ?principio de paridad? entre todos los ciudadanos del pa¨ªs tanto respecto a las cargas p¨²blicas como respecto a los servicios prestados por la Adr¨¢inistraci¨®n. En definitiva, el informe propon¨ªa operar preferentemente con la descentralizaci¨®n del gasto, atribuy¨¦ndolo a las regiones, y no del ingreso, unificado en el presupueslto central, si bien admit¨ªa un cierto nivel de imposici¨®n regional que no deb¨ªa afectar a las grandes figuras tributarias del sistema fiscal. Pero en los Libros Blancos sobre Escocia y Gales de 1974 y 1975 el Gobierno ha sido a¨²n m¨¢s estricto y reduce la ?devoluci¨®n? al puro gasto, mediante la asignaci¨®n por el Parlamento de un block grant, de subvenciones globales, que a la regi¨®n corresponder¨¢ luego administrar aut¨®nomamente; el sistema, ?is inescapable?, es ineludibledice- si ha de preservarse la un?dad econ¨®mica y la necesidad de una parificaci¨®n regional; ¨²nicamente, se admite la posibilidad de imponer un recargo sobre la imposici¨®n local actual. Especialmente se ha insistido en el Libro Blanco de 1975 que carece de sentido que Escocia pretenda invocar t¨ªtulos para apropiarse todas (o parte) de las rentas derivadas del petr¨®leo descubierto recientemente en sus costas y sobre el mar del Norte, descubrimiento sobre las que tanto f¨ªa la econom¨ªa brit¨¢nica en el futuro. Con explicitud, el Libro Blanco dice que la propuesta de reservar a Escocia las rentas del petr¨®leo ?would mean the break-up of the United Kirigdom? -significar¨ªa la ruptura del Reino Unido. Con agudeza dice uno de estos documentos que el principio de igualdad y el de la capacidad contributiva no se predica s¨®lo de los ciudadanos, tambi¨¦n de los ?ugares, territorios y regiones: todos deben pagar el impuesto y quien m¨¢s tiene, m¨¢s debe pagar. Un aristocratismo por colectividades encubre dif¨ªcilmente un sistema. ra . dicalmente arcaico y contrario a la conciencia social de nuestro tiempo.
Este tema resulta capital, como b¨ªe,n se compr ende, para la ma -phite d¨¦'iis regiones espa?¨®I¨¢s.
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