Cuando la calle contesta al poder
UNA HUELGA pol¨ªtica generalizada paraliz¨® ayer dos de las provincias Vascas y gran parte de las otras dos tambi¨¦n Santa Cruz de Tenerife fue escenario de una gran protesta de signo pol¨ªtico y, mientras tanto, toda Espa?a sufre las consecuencias de una huelga de Correos, de incierto final y soluci¨®n. Dos cosas son a nuestro juicio evidentes y comunes en todos estos casos: la primera de todas ellas, la inhabilidad de unos gobernantes que s¨®lo saben llamar a los guardias o quedarse estupefactos ante las situaciones de conflicto. Su escasa capacidad negociadora, sumada a unas proclamas y declaraciones en todos casos dignas de los mejores tiempos del ?show? celtib¨¦rico, son para ponerse a pensar sobre c¨®mo gentes as¨ª quieren conducir ni m¨¢s ni menos que un proceso democr¨¢tico.
La segunda observaci¨®n es el hecho de que se trata de acciones de solidaridad -en dos casos de todos los ciudadanos, y en el otro de un sector laboral concreto -, motivadas porprotestas de signo pol¨ªtico; pues pol¨ªtica es, en cierto modo, tambi¨¦n la huelga de los carteros, aunque est¨¦ avalada por una situaci¨®n laboral an¨®mala y unas reivindicaciones de signo econ¨®mico.
Los sucesos del Pa¨ªs Vasco merecen una reflexion ,serena. Los gobernadores de la zona hab¨ªan anunciado para ayer ?una insidiosa campa?a propagand¨ªstica de organizaciones de la extrema izquierda ?legal y terrorista ... ?, pero nos hemos encontrado con todo un pueblo que protesta por unas formas de gobernar vejatorias en muchos casos para sus derechos y para la condici¨®n humana. Lo de ayer no fue, as¨ª, un movimiento subversivo, sino algo m¨¢s grave, serio e hist¨®rico que eso._ Fue el rechazo del poder por parte de la calle. Y en estos casos ya se pueden llenar las calzadas de fuerzas antidisturbios, que no por eso el poder y la autoridad saldr¨¢n reforzados.
Las provincias vascas se han paralizado por razones no econ¨®micas: en demanda de una amnist¨ªa total para los vascos. Lo mismo que en Santa Cruz de Tenerife, donde la gente se ha echado a la calle en un acto de protesta masiva originada por c¨®mo se entiende a veces entre nosotros la represi¨®n del delito y la salvaguardia del orden. Conviene no ser alarmistas, pero conviene desde luego alarmarse cuando hay motivos para ello. Lo que vascos y canarios est¨¢n diciendo es que es preciso arbitrar las relaciones de
los ciudadanos con el poder de modo muy diferente a
como est¨¢n ahora establecidas. Y es, al final, lo que los propios carteros exponen. Esta huelga merecer¨¢ un comentario , aparte, pero vaya por delante en esta opini¨®n de urgencia una impresi¨®n ya muy contrastada: la huelga empeor¨® cuando se quisieron intentar originales sistemas de resolverla, contratando voluntarios que hicieran las veces de carteros. La Operaci¨®n Mercurio no la habr¨ªan montado mejor los propios l¨ªderes de la protesta: ¨¦sta, que era parcial, se generaliz¨® y las divisiones de los carteros desaparecieron para dar paso a una unidad de hecho: la que rechaza un sistema de di¨¢logo d¨¦ sordos entre los funcionarios y la Administraci¨®n. En una palabra, se est¨¢ rechazando en cada caso la legalidad vigente, a la que se aferra el poder; y se rechaza, no porque sea la legalidad, sino porque no sirve para resolver los conflictos que se plantean. Se dice no a d¨¦cadas de autoritarismo y se reclaman f¨®rmulas modernas de di¨¢logo y convivencia: Muchos pueden sucumbir a la tentaci¨®n de pensar que todo esto son cosas de la democracia. Pero la democracia no es el poder en la calle, ni la inhibici¨®n del gobernante, ni el desamparo del ciudadano. Aqu¨ª resulta que, como los carteros est¨¢n en huelga y no se les quiere militarizar -¨²nica alteenativa que el poder contempla-, los espa?oles nos quedamos sin recibir cartas. Vaya sistema de gobernar un pa¨ªs. O con la cachiporra en la propia mano, e. con la cachiporra en la mano de los dem¨¢s. Era l¨®gico: los gobernantes del franquismo no pueden, por m¨¢s que quieran, ser gobernantes de la democracia, porque no son dem¨®cratas. El nuevo r¨¦gimen debe, por eso, dar paso desde ahora a otras formas de entender los problemas. Pero, sobre todo, a alguna forma de solucionarlos.
No es pecar de agoreros decir que el oto?o caliente no ha hecho sino comenzar, y hay que hacer una llamada a la serenidad de todos, Si la actual situaci¨®n de indisciplina laboral por razones pol¨ªticas o econ¨®micas- crece, la econom¨ªa, gravemente amenazada ya, puede verse tan en peligro que, al amparo del desorden en la calle o la baja del poder adquisitivo de la gente,laya sectores que propongan por ¨²ltimo soluciones de fuerza. Esto no es nuevo en nuestra historia y no es dif¨ªcil de predecir que acabar¨¢ por suceder si sigue habiendo muchos lunes como el de ayer. El pa¨ªs necesita una moratoria nacional de unos meses, en la que se relajen tensiones y se recomponga la situaci¨®n de la econom¨ªa. Esta moratoria equivale, de un lado, a que el Gobierno no se siga empe?ando en hacer solo una reforma que resulta imposible si no se cuenta con la oposici¨®n; y del otro, a que la oposici¨®n acepte, bajo condiciones una m¨ªnima plataforma de encuentro con el Gobierno.en la oposici¨®n incluimos a los sindicatos obreros, que deben asumir el papel de la responsabilidad que les ha tocado jugar: saber combinar sus reivindicaciones con la estabilidad general del pa¨ªs en medio del proceso de cambio pol¨ªtico. Hace falta, pues, de un lado, paz en la calle y que los partidos de la oposici¨®n no se empe?en en una labor de permanente obstruccionismo -a este respecto nos parece muy desafortunada la ¨²ltima declaraci¨®n de Coordinaci¨®n Democr¨¢tica-; del otro, que el Gobierno se deje de aferrar, a legalidades obsoletas y pacte definitivamente con el pueblo soberano -como el mismo Gobierno dice- las condiciones de la democracia: que acepte sentarse a la mesa con los representantes de los grandes partidos hist¨®ricos y de las centrales sindicales, en un esfuerzo conciliador y constructivo.
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