El modo teatral americano
No es ning¨²n secreto para nadie que los Estados Unidos difunden y pretenden imponer su concepci¨®n particular del mundo a los pa¨ªses que controlan econ¨®micamente. El modo de vida americano se ha convertido en la expresi¨®n que sintetiza estos principios. Los medios de penetraci¨®n ideol¨®gica, desde los telefilmes televisivos hasta la forma de pr¨¢cticar el deporte, son todos aquellos que sirven para mostrar la bondad del sistema y de las leyes que lo rigen. La ideolog¨ªa subyacente es siempre la misma: un capitalismo sin l¨ªmites, a tumba abierta, con su cortejo de secuelas: individualismo a ultranza, insolidaridad, mitolog¨ªa del ¨¦xito, culto a la estrella, jerarqu¨ªa absoluta del dinero, los que no triunfan no sirven o son malditos de Dios, etc¨¦tera.Muchos aspectos de la vida espa?ola se han impregnado de estos mitos que han contado con una pol¨ªtica de puertas abiertas para imponerse. Sin medios pol¨ªticos ni culturales para defender el pa¨ªs, los sectores democr¨¢ticos nacional populares han podido ofrecer muy poca resistencia a la invasi¨®n. No cabe duda de que el teatro ha sido terreno abonado para la infiltraci¨®n no solo por la forma que reviste este trabajo sino por carecer de una aut¨¦ntica tradici¨®n renovadora y de una relaci¨®n enriquece dora entre teatro y sociedad. Nuestra rutina y miseria teatrales han fertilizado la ?iIusi¨®n? americanista.
Toma de conciencia
El desarrollo pol¨ªtico y social de nuestro pa¨ªs ha producido la toma de conciencia de amplios sectores de gentes de teatro respecto a su condici¨®n y en menor medida, sobre el papel que el teatro debe jugar en una sociedad democr¨¢tica. Las formas dominantes de producci¨®n teatral son las aut¨¦nticas responsables, aunque no siempre visibles, de este estado de cosas. Cuestiones como el paro real de actores (excluyo deliberadamente el aparencial), el centralismo, la retracci¨®n en las fuentes de financiaci¨®n, la ausencia casi total de planificaci¨®n y organizaci¨®n, son consecuencias, entre otras, de un. problema mucho m¨¢s hondo.
La salida de esta situaci¨®n exige una pol¨ªtica teatral coherente que plantee la reinserci¨®n del teatro en la sociedad espa?ola, su organizaci¨®n, y sustituya la rentabilidad econ¨®mica del teatro- mercanc¨ªa por la rentabilidad social del teatro como bien de cultura.
Entre las soluciones que se han ensayado para que el teatro recobre su vitalidad perdida, tiene indudable poder la tentaci¨®n americanistica. La causa de este predominio estriba en el hecho de que manteniendo la estructura productiva dominante y la figura omnipotente del empresario-intermediario, puede cobijarse bajo la capa de un aparente progresismo. Un progresismo de clich¨¦s, por supuesto, que s¨®lo afecta a la pura interioridad del hombre, que nunca se relaciona con el med ?o social o los problemas concretos colectivos, que extrae sus temas de lo ins¨®lito, lo extra?o, lo ex¨®tico, eludiendo toda tentaci¨®n de abordar la historia de los problemas espec¨ªficos de las comunidades humanas. Un progresismo de imagen vendible en las ¨¢reas de difusi¨®n de la pseudocultura de loprogre. Que incluso cuando lucha contra la censura no lo hace por defender el principio de la libre expresi¨®n sino para ampliar el se?uelo de sus productos. Un comportamiento que se define por contaminar todo lo que toca.
El modo, teatral americano ha encontrado en Espa?a condiciones para su desarrollo porque el empresario-intermediario ha podido convertirse en protagonista y alardear de serlo. Ha podido practicar una acci¨®n comercial m¨¢s agresiva, intensificar el car¨¢cter mercant¨ªl del espect¨¢culo y situar la moral del ¨¦xito como fuerte de toda virtud y m¨¢xima aspiraci¨®n. A ello hay que a?adir el culto al divo, pagado hasta cifras exhorbitantes porque es el que vende. La emulaci¨®n y la conciencia de equipo se sustituye por el enfrentamiento insolidario y el ansia de subir, llegar, triunfar. Se evita y vitupera toda vinculaci¨®n del teatro con la sociedad para buscar el oportunismo del momento, lo que va a venderse bien. En consecuencia surge la necesidad de las modas y la b¨²squeda del m¨¢s dif¨ªcil todav¨ªa. Ser original es la gran preocupaci¨®n.
Estas son algunas caracter¨ªsticas del modo teatral americano que traducidas a nivel espa?ol, est¨¢n cargadas de ribetes grotescos. Por supuesto que esta actitud es compartida por no pocos actores y algunos directores. De todos modos no es este el ¨²nico camino de invasi¨®n. Incluso dentro de las compa?¨ªas que intentan formas de producci¨®n distintas, se busca consciente o inconscientemente la m¨ªmesis con ciertos ejemplos del teatro marginal americano, antes el Living Theater, despu¨¦s el Bredand Pupett, despu¨¦s otros de los que. van saliendo, sin estudiar las ra¨ªces ,americanas de estos fen¨®menos. Se intenta plantear un teatro de la, marginaci¨®n o la segregaci¨®n, cuando la estructura social de Espa?a es completamente distinta, as¨ª como sus tradiciones y su historia.
Quiz¨¢s la raz¨®n de que esto ¨²ltimo suceda resida en el hecho de que tambi¨¦n desde una ¨®ptica pseudoprogresista, se ha bombardeado nuestro pa¨ªs con una informaci¨®n sobre los USA, mientras que nada se ha dicho -ni hay lugares donde decirlo- de las j¨®venes compa?¨ªas, suecas o del teatro checo o polaco o de las alternativas teatrales italianas. De todo esto no se dice nada y se ignora todo. Entre tanto, a lomos de un progresismo vergonzante que a duras penas esconde sus postizos y afeites, su car¨¢cter asocial, el modo teatral. americano nos invade y con ¨¦l la. ideolog¨ªa del modo de vida americano. ?Pero no es eso lo que pretenden, sean cuales sean los medios, y caminos? ?Y qu¨¦ hacen nuestras fuerzas culturales nacionaldemocr¨¢ticas para oponerse a la invasi¨®n? ?Cu¨¢ntas preguntas tendremos todav¨ªa que hacernos?
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