Homenaje y martirio de Rafael Alberti
Voy a decir mi verdad, leal y claramente: el estreno de El adefesio, de Rafael Alberti, constituy¨® un homenaje en la sala y un martirio en el escenario; el p¨²blico fue infinitamente superior al espect¨¢culo, que nos enfri¨® la fiesta, nos rob¨® la alegr¨ªa y nos dej¨® sin el m¨¢s leve vestigio del poeta que quer¨ªamos festejar. ?Qu¨¦ equivocaci¨®n, qu¨¦ espantosa equivocaci¨®n!El adefesio, para empezar, es un poema l¨ªrico en que Rafael Alberti dilucida, sensorialmente, el viital enfrentamiento que existe entre el clavel y la espada, entre la libertad que pide el vitalismo andaluz y la violenta represi¨®n de esa libertad. Este desacuerdo es, por s¨ª mismo, dr¨¢matico. Se trata, dicho sea de paso., de un tema cl¨¢sico, el mayor tema de la dramaturgia, por serlo de la existencia humana. Y como Rafael Alberti es el primer poeta espa?ol de este siglo y uno de los m¨¢s grandes de toda la literatura espa?ola, po¨¦tica es la transposici¨®n de ese combate entre la vida Yla muerte. Y de lesa poes¨ªa es el crimen del Reina Victoria.
Autor: Rafael Alberti
Director: Jos¨¦ Luis Alonso. Escenograf¨ªa y vestuario: Manuel Rivera. Int¨¦rpretes: Mar¨ªa Casares, Laly Soldevila, Julia Mart¨ªnez, Tina S¨¢inz, Victoria Vera y Jos¨¦ Mar¨ªa Prada, entre otros.Teatro Reina Victoria.
?De qu¨¦ sirve ahora invocar las lecturas de El adefesio, la memoria de otras creaciones inmortales, la cruda y sufriente peripecia del autor o el aire casi traspuesto con que todos fuimos esa noche al teatro para recuperar a Alberti, abrazamos y ovacionar hasta no poder m¨¢s a Mar¨ªa Casares? ?De qu¨¦ sirve todo eso frente a ese espect¨¢culo? No tuvimos mas emoci¨®n que la que nosotros mismos llevamos. Eso no es Alberti ni Cristo que lo fund¨®.
Una representaci¨®n g¨®tica, wagneriana, monumentalista, magnificante, en que todo el mundo quer¨ªa comportarse agigantadamente, aplast¨®, pulveriz¨® y silenci¨®, con verdadero energumenismo, la voz del poeta. Yo no he visto nunca destrozar un poema como, para mi desgracia, he visto destrozar El adefesio. La palabra de Alberti no soporta esos pesos elefanti¨¢sicos. Ning¨²n poeta del mundo los resistir¨ªa. As¨ª pues, obligado a olvidar mis lecturas y mi devoci¨®n albertiniana, yo debo encararme con un hecho aut¨®nomo: la representaci¨®n. Una representaci¨®n lent¨ªsima, aparatosa, abrumadora, representaci¨®n que despreciaba, totalmente, uno de los t¨¦rminos del conflicto: la vida. Una representaci¨®n tan desequilibrada que, sencillamente, se convirti¨® en mortal. El decorado de Manuel Rivera era espl¨¦ndido d¨¦ concepci¨®n. La luz lo destruy¨®. Mar¨ªa Casares es la maravillosa tr¨¢gica que nunca hemos tenido. Su andadura es asombrosa. Alter¨® el equilibrio esc¨¦nico. Su voz es un prodigio. Acab¨® descuadr¨¢ndose. Su m¨¢scara es riqu¨ªsima, se torn¨® hier¨¢tica. Su autoridad es inmensa. Apenas si logr¨® alguna interrelaci¨®n con el personaje de Prada. Algo parecido sucedi¨® con los dem¨¢s actores. Lali Soldevila relampague¨® con un inteligente esfuerzo y Tina S¨¢inz gote¨® algunas serenidades sobre la crispad¨ªsima tesitura general. Adivin¨¦ m¨¢s que o¨ª los hermosos versos que dir¨ªa Victoria Vera. Su impavidez facial borr¨® su potencial encanto. Prada fue quien anduvo m¨¢s cerca de aludir a los t¨¦rminos del conflicto. Pero no fue bastante.
Respeto a Rafael Alberti hay en esta representaci¨®n de El adefesio para dar y tomar. Respeto hay much¨ªsimo. Pero amor, amor a su mundo no hay ninguno. Aqu¨ª se colma la medida del menosprecio a una cultura a la que Rafael Alberti pertenece irrevocablemente: la cultura andaluza. Medida, por cierto, ya abusada por tanto mesetario seco como anda por ah¨ª, acogi¨¦ndose a las sensibilidades andaluzas y permiti¨¦ndose despu¨¦s el insultante ensayo de desarraigar esas obras neg¨¢ndoles su sal, su raiz, su padre y su madre. Pero esta es harina de otro costal aunque convendr¨¢ ir alertando a los ofendidos y humillados andaluces.
Estoy escribiendo con rabia -como andaluz, del malague?o barrio de Capuchinos- y ello me resulta cat¨¢rtico. Denuncio globalmente el espect¨¢culo. No he visto El adefesio. No he visto ni oido a Alberti. Y mantengo intactas mis fidelidades: El adefesio es un texto importante, con propuestas dramat¨²rgicas tan aceptables como v¨ªrgenes y, por supuesto, con un maravilloso y sensual lenguaje de riqu¨ªsimas modulaciones.
El espect¨¢culo del Reina Victoria, que es otra cosa, con su pan se lo coman. Rafael Alberti y Mar¨ªa Casares deben saber que su poder de convocatoria fue tan grande y tan hermoso que all¨ª fuimos todos, con arlegr¨ªa sin l¨ªmites, a rendirles un homenaje tan puro como entra?able. No se merec¨ªan, no nos mereciamos, el posterior martirio.
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