Homenaje a Falla de la Orquesta y Coro de RTVE
Con un concierto extraordinario en homenaje a Manuel de Falla se ha inaugurado en el Real el ciclo de la Orquesta y Coro de RTVE. En realidad ha sido el comienzo de la temporada sinf¨®nica cuyo primer trimestre traer¨¢ jornadas de recuerdo a los dos espa?oles universales cuyo centenario centenarios: Falla y Casals.Los radiotelevisivos har¨¢n desfilar por sus atriles toda la obra sinf¨®nica de don Manuel, incluido el estreno p¨²blico en Madrid del in¨¦dito Fuego fauto que el pasado mes de junio diera a conocer RNE. La primera jornada de esta cadena de homenajes junto dos obras tan diversas como El retablo de maese Pedro y La vida breve Iniciaci¨®n ¨¦sta de una carrera y, sin embargo, seg¨²n pasa el tiempo, una ¨®pera que cuenta con m¨¢s de setenta a?os aparece con extraordinaria vitalidad y sin un rinc¨®n de su partitura que no contenga sorprendentes bellezas.,
Hay que decir que la versi¨®n dirigida por Od¨®n Alonso fue de extraordinaria calidad. Neg¨¢ndole lo que don Manuel quer¨ªa negar a su m¨²sica, el f¨¢cil pintoresquismo. y cargando la mano en la emoci¨®n sincera, en la fuerza l¨ªrico-dram¨¢tica, en la elegancia y vigor de unas danzas nacidas al calor de lo popular pero voluntariamente estilizadas e idealizadas. La orientaci¨®n del maestro Alonso merece, a mi juicio, un calificativo m¨¢s dif¨ªcil de otorgar que cualquier superlativo gastado por el uso. Fue, ni m¨¢s ni menos, que certera, verdadera, fidel¨ªsima. Cuando la primera danza empez¨® a sonar vinieron a mi memoria los consejos interpretativos de Falla sobre la p¨¢gina: ?Quisiera que sonase a m¨²sica de c¨¢mara, casi como un cuarteto?. Y en los momentos vigorosos tuvimos plenitud, nervio pero no abuso. As¨ª sin excesos y a trav¨¦s de un sentimiento muy hondo. La vida breve evidenci¨® ser lo contrario que sucle interpretarse. Esto es la negaci¨®n de la pandereta la realidad de una Espa?a situada en el fluir de un romanticismo rezagado y en el vest¨ªbulo de una Andaluc¨ªa probIem¨¢tica. El canto del pueblo que pregona, trabaja y se concentra posee presencias dram¨¢ticas que se acent¨²an por el enfrentamiento, en la an¨¦cdota argumental, no s¨®lo de los sentimientos, sino, tambi¨¦n, de las clases sociales. Guillermo Fern¨¢ndez Shaw defini¨® a su padre, don Carlos, autor del libro de La vida breve, como poeta de transici¨®n. Acaso parte del misterio -que lo tiene y mucho- de la respuesta musical de Falla reside en la suma de transiciones que contiene. Acaso habr¨ªa que sumar reflejos biogr¨¢ficos del compositor que, en este como en cualquier caso se transparentan de modo inevitable en la obra. Sin las circunstancias vitales del Falla de la primera d¨¦cada de siglo -sufrimiento, alg¨²n desenga?o amoroso, meditaci¨®n sobre tantas cosas de su pa¨ªs y de su entorno- La vida breve no habr¨ªa sido exactamente lo que es.
Cant¨® la parte de salud una excelente soprano nueva para Madrid: la extreme?a Mar¨ªa Coronado. Bell¨ªsima voz de inflexiones muy atractivas, naturaleza teatral refinamiento de l¨ªnea, eficacia en la dicci¨®n y c¨¢lida temperatura cuajaron en una gran versi¨®n. Le dio respuesta en el d¨²o el tenor Manuel Cid, tan flexible que, en la misma jornada, pudo ser buen Paco y buen Maese Pedro. La carrera de Cid sigue un curso ascendente visible d¨ªa a d¨ªa. Del resto hay que destacar las soleares de Jos¨¦ Menese, uno de los mejores cantaores actuales. Su garganta parec¨ªa resumir la gran orquesta de Falla y, a la vez, desde su autenticidad pod¨ªamos medir la de la invenci¨®n fallesca. Muy entonado, seguro, due?o de brillantes medios, Alfonso Leoz en su interesante cometido (la voz de la fragua) y al nivel impuesto desde la batuta y los protagonistas, Antonio Lagar, Jacinto de Antonio y Caridad Casao, sin olvidar la maestr¨ªa jonda del guitarrista Enrique de Melchor. Coros y orquesta, sencillamente estupendos. El p¨²blico dedic¨® a todos y a la m¨²sica de Falla interminables ovaciones.
En la primera parte, El retablo de maese Pedro en la versi¨®n depurada que ya conocemos de Od¨®n Alonso. Isabel Penagos y Julio Catania m¨¢s la menos frecuente, hasta la fecha, de Manuel Cid. El gui?ol de Maese Villarejo, contestado por alguna voz en solitario me pareci¨®, no obstante, muy adecuado a la humildad que el retablo parece exigir.
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