?Christo en Madrid?
El proverbial retraso con que nos llega el eco de la vanguardia for¨¢nea nos obliga a dar por primicia (y, a veces, por esc¨¢ndalo) lo que por otros pagos es costumbre divulgada y consentida. A tenor de ello, la cr¨ªtica se hace forzosamente anacr¨®nica o termina por afrontar presuntos fen¨®menos renovadores, al margen de su origen genuino, fuera de su g¨¦nesis y de su peculiar contexto hist¨®rico.
?Christo en Madrid? S¨ª, el b¨²lgaro Christo Javachev (Christo, a secas, en el santoral del arte), el que empaquet¨® el Kunsthallen de Berna y embal¨® el Witney de Nueva York, el que, con ocasi¨®n de la IV Documenta de Kassel, erigi¨® un gigantesco falo de pl¨¢stico, inflado con gas comprimido, y utiliz¨® un mill¨®n de pies cuadrados de tela sint¨¦tica para envolver m¨¢s de una milla de la costa australiana, el que colg¨® una gran cortina anaranjada (milla y media de ancho y 365 pies de alto) de lado a lado del Gran Ca?¨®n del Colorado..., Christo, el de las lonas Y las cuerdas, el que, desde final de la d¨¦cadadel 50, viene envolviendo y embalando cuanto cae en sus manos (sillas, mesas, ¨¢rboles, estatuas, mujeres, museos, motocicletas...)¨ªDesde finales de los a?os 50! Valga la fecha como punto de partida y tambi¨¦n de reflexi¨®n. Porque ocurre que cuando, all¨¢ de las fronteras, no queda plaza por cubrir, trasto por envolver y monumento que empaquetar a manos del incansable b¨²lgaro, quieren present¨¢rnoslo en Espa?a como novedad de novedades, piedra de esc¨¢ndalo y motivo de censura o cautela por parte de la autoridad municipal y qui¨¦n sabe si de otras m¨¢s altas esferas: el proyecto de embalaje del barcelon¨¦s monumento a Col¨®n est¨¢ pendiente de permiso gubernativo, y a merced de ¨¦l quedar¨¢, iniciados ya los primeros tr¨¢mites, el de la madrile?a Puerta de Alcal¨¢.
La salchicha de Kassel
?Falta de informaci¨®n y divalgaci¨®n? S¨®lo relativa. Sin alzarme en ejemplo de nada, hace a?os que yo mismo daba cumplida noticia (?Nueva Forma?, n¨²m. 46/7 nov./dc. 1968) de la peripecia christiana en Berna y en Kassel. Aludiendo a esta ¨²ltima, escrib¨ª entonces literalmente: ?El plato fuerte de la IV Documenta de Kassel se produjo fuera del recinto expositivo, en una amplia explanada (el Auepark) en la que Christo, tras tentativas mil, hab¨ªa logrado erigir un gigantesco falo de pl¨¢stico (85 metros de altura), merced a una compleja combinaci¨®n de gases y al trenzado de un sutil embalaje. Las gentes acudieron, en masa, a contemplar tal alarde er¨®tico-espacial al aire libre. El enojo de los conservadores, el aplauso de los avanzados y el escepticismo de los m¨¢s, formaban el coro de una pol¨¦mica que ni aboc¨® a la sangre, ni alter¨® siquiera el buen tono de los modales c¨ªvicos:,.Cierto que tomaron cartas en el asunto la autoridad municipal y el Departamento de Inspecci¨®n A¨¦rea, pero con el objeto exclusivo de aplicar estrictamente la normativa de la navegaci¨®n supraterrestre a la envergadura del falo o menhir o coloso o, de acuerdo con la advocaci¨®n popular, salchicha de Kassel: la adici¨®n, en su cumbre, de un faro rojo como medida precautoria en los vuelos nocturnos. Otros int¨¦rpretes de la ley, atentos a, principios antes t¨¦cnicos que morales o sociales, juzgaron que el pujante artefacto, dada, su peculiar configuraci¨®n de objeto tubular alentado por aire comprimido, merec¨ªa la consideraci¨®n de globo aerost¨¢tico, cuyo reposo y movimiento, pliegue y despliegue, hab¨ªan de acatar lo legislado en cuanto a velocidad fluctuante de los vientos, en ¨¦pocas, especialmente, de tormentas.
Observe el lector que las autoridades germanas se cuidaron de solas razones t¨¦cnicas, sin que la moral o el orden p¨²blico entraran en la cuenta de sus preocupaciones, en tanto la experiencia de Barcelona (y dentro de poco, la de Madrid) ha de afrontar, o viene afrontando, motivos sociales y pol¨ªticos. Mal los parece que algunos de los organizadores quieran, a favor de factores ideol¨®gicos no muy del caso, desvirtuar enteramente la propuesta de Christo, pero mucho peor, que las esferas administrativas tomen partido en algo que, de quedar en las fronteras del arte, excede a las claras los alcances de su campo intelectual, dicho con remedo estructura lista.
165.000 yardas de lona
No deja de ser grotesco que mientras prosigue el tira y afloja en tomo al embalaje del monumento a Col¨®n (total, cuatro lonas y una cuerda) y se inician t¨ªmidos tanteos para empaquetar (idem de idem) la madrile?a Puerta de Alcal¨¢, el b¨²lgaro Christo est¨¦ ejecutando, por estos mismos d¨ªas, el m¨¢s ambicioso de sus proyectos, el Running Fence, al Norte de California: una resplandeciente cinta de color rosa, intermitentemente sustendada en postes met¨¢licos y extendida a lo largo de 24 millas, por encima de 10 carreteras p¨²blicas (incluida la autopista 101), a trav¨¦s de docenas de granjas, valles y colinas, al filo de la costa y tierra adentro, cerca de Petaluma. Se ha dado cima al proyecto con el concurso de 300 estudiantes y el empleo de 2.050 postes, 165.000 yardas de lona, millas y millas de alambres y cientos de miles de ganchos.?F¨®rmula de financiaci¨®n y destino de los horarios? Desde 1972, fecha en que Christo concibi¨® su sue?o, el proyecto ha costado, exactamente, 2.250.000 d¨®lares, conseguidos, casi en su totalidad, merced a la venta de dibujos, dise?os, bocetos, grabados, trazas y estructuras previas... con destino a coleccionistas americanos y europeos. Es de saberse que una sexta parte de esta suma fue a las arcas de los numerosos abogados que, tras 17 audiencias p¨²blicas y tres sentencias del Tribunal Supremo de California, lograron dar v¨ªa libre a esta nueva y rosada Muralla China, frente a tales cuales querellantes privados y a las consabidas sociedades de amigos de lo que sea, empe?ados en motejarla de rollo de papel higi¨¦nico.
Se me dir¨¢ que tambi¨¦n en USA ha habido controversia, llegando a mediar en el pleito los altos organismos del poder judicial. ?A instancias de qui¨¦n? De los particulares que ve¨ªan invadidas sus posesiones, y de anacr¨¢nicas sociedades filo-fito-zoo-antr¨®picas, allanadas, a la postre y entre p¨²blica audiencia y sentencia eventual, a una decisi¨®n irrevocablemente favorable al proyecto de Christo, cuya envergadura y cuant¨ªa en modo alguno son equiparables al envoltorio, ya en marcha, de Barcelona o al paquete-muestra pr¨®ximo a marchar en Madrid.
Que no. No es para escandalizarse, ni para que de la simpl¨ªsima propuesta de Christo quieran unos sacar partido pol¨ªtico o a los otros les sea dado barruntar des¨®rdenes e infamias. A fin de cuentas, los oficios del b¨²lgaro son tan de ayer como el propio dadaismo, renovada respuesta, cuando m¨¢s, a una de sus premisas m¨¢s felices: todo objeto, desprovisto de su funci¨®n, pasa a ser objeto del arte. ?Hay mejor f¨®rmula que su propia ocultaci¨®n, a la hora de privar de funci¨®n (utilitaria o aleg¨®rica) a las cosas de la costumbre? ?Dista mucho la obra entera de Christo de aquel Enigma de Isidore Ducasse (una m¨¢quina de coser, envuelta y atada con una tela de saco) que Man Ray diera en alumbrar hace m¨¢s de medio siglo?
Running Fence, obra suprema de Christo, responde tambi¨¦n, y por abundancia de lo in¨²til, a la exaltaci¨®n de lo ef¨ªmero en la consideraci¨®n del arte. Se trata de -una obra imposible o indigna de reproducir luego de su demolici¨®n (que tendr¨¢ lugar dentro de un par de semanas), si no es de forma conscienteniente evocadora, como puede certificarlo el acento, enf¨¢tico e ir¨®nico, de alusi¨®n al pasado remoto con que Jan van der Mark resumi¨®, apenas concluido, el paseo a lo largo y lo ancho del paraje de California: ?Fue un acontecimiento precioso, todo niebla rosada y luz solar escondida?. ?Otra gran Muralla China?, pregunt¨® a Christo un periodista. Y el infatigable b¨²lgaro respondi¨®: ?No. Aquella fue hecha con un prop¨®sito y una funci¨®n; no es, por tanto, una obra de arte. Una obra de arte debe ser, ante todo, inutilizable, ¨¦sta, la m¨ªa, est¨¢ a punto de serlo?
?Christo en Madrid? Deseche el lector todo aire de b¨ªblico advenimiento y remita la pregunta a su destino espec¨ªficamente burocr¨¢tico. S¨ª, en Madrid, y por solicitud de una galer¨ªa comercial (Juana Mord¨®, concretamente) en la que se expondr¨¢n e intentar¨¢n venderse, como es costumbre en nuestro artista, los diversos instantes (dise?os, bocetos, dibujos, grabados ... ) de la generalidad del proyecto. S¨¦ que se est¨¢n haciendo gestiones para que el Colegio de Arquitectos asuma o apoye (como lo ha hecho en Barcelona, ante el caso Col¨®n) la iniciativa. Grotesco y vergonzante ser¨ªa que una empresa tan al uso y al abuso en otras latitudes, fuera oficialmente rechazada, como consecuencia primordial (argumentos raciales, de lado) con que nos sigue llegando el eco de las vanguardias for¨¢neas.
Babelia
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