Guinea: se levanta el tel¨®n
HOY SE LEVANTA la calificaci¨®n de ?materia reservada? que desde 1971 pesaba sobre todas las informaciones, comentarios y opiniones referentes a Guinea Ecuatorial. Como dec¨ªamos en nuestro editorial de ayer no debemos felicitar al Gobierno por semejante medida: reservaremos nuestro aplauso para el d¨ªa en que decida derogar la ley de Secretos Oficiales, una norma incompatible con la vida democr¨¢tica y libre de cualquier pa¨ªs.Al levantarse el tel¨®n sobre Guinea Ecuatorial conviene aquilatar con la mayor precisi¨®n posible hasta d¨®nde alcanzan a Espa?a sus responsabilidades y hasta qu¨¦ punto lo que fue materia reservada hasta ayer, puede convertirse en arma arrojadiza o en instrumento de presi¨®n, hoy.
El proceso de descolonizaci¨®n de Guinea Ecuatorial fue conducido por los entonces responsables gubernamentales con una falta de tacto, prudencia y sentido com¨²n verdaderamente ins¨®litos. El lamentable enfrentamiento entre algunos sectores de Presidencia del Gobierno y otros de Asuntos Exteriores condujo a soluciones precipitadas y claramente desfavorables para lo que entonces era el inter¨¦s nacional.
La normalizaci¨®n de relaciones entre la ex colonia y la ex metr¨®poli fue dificultosa y no s¨®lo por culpa espa?ola. Las muy especiales caracter¨ªsticas del r¨¦gimen personal del presidente Mac¨ªas, las interferencias de algunos pa¨ªses ajenos al ¨¢rea geogr¨¢fica de Guinea, la existencia de una creciente oposici¨®n al r¨¦gimen, etc¨¦tera, fueron envenenando estas relaciones hasta destruir casi todas las posibilidades de colaboraci¨®n entre dos naciones que, por m¨²ltiples razones, estaban tambi¨¦n condenadas a entenderse.
Espa?a debi¨® adoptar una pol¨ªtica de mano blanda ante las amenazas y las represalias que el r¨¦gimen del se?or Mac¨ªas ejerci¨® sobre los compatriotas que resid¨ªan en aquella ex colonia. Semejante actitud les ha sido reprochada en todos los tonos a los sucesivos Gobiernos por la oposici¨®n guineana exiliada en nuestro pa¨ªs, o por personalidades de la oposici¨®n democr¨¢tica espa?ola. La vida y los bienes de unos 300 espa?oles depend¨ªan hasta ahora de la discreci¨®n de la prensa, lo que no deja de ser ins¨®lito y dram¨¢tico.
Al tiempo que se tomaban todas estas cautelas y se silenciaba el tema, nuestra proyecci¨®n en aquel pa¨ªs africano era cada vez m¨¢s tenue. Los compromisos contra¨ªdos a ra¨ªz de la independencia no se cumplieron o se cumplieron a rega?adientes, y poco a poco el hueco que dej¨® Espa?a fue ocupado por otros pa¨ªses. La presencia simb¨®lica de algunos t¨¦cnicos espa?oles en tierras guineanas no hace sino confirmar esta realidad. As¨ª pues, mientras la prensa no hablaba de Guinea ni del se?or Mac¨ªas, el poder no se ocupaba de Guinea ni del se?or Mac¨ªas, con lo cual la materia reservada se extend¨ªa a todos los ¨®rdenes y no solamente al period¨ªstico.
Si el Gobierno ha decidido levantar ahora la prohibici¨®n que pesaba sobre el tema es porque seguramente la vida y los bienes de los espa?oles que viven en la ex colonia no se ven amenazados. O porque est¨¢ dispuesto a defender ambas cosas en caso de que el se?or Mac¨ªas intensifique sus amenazas e intente llevarlas a la pr¨¢ctica. Pero semejante cambio de rumbo gubernamental parece inspirarse en nuevos principios de actuaci¨®n. Convendr¨ªa que as¨ª fuese. La colaboraci¨®n hispano-guineana puede fundarse en bases nuevas pese a las caracter¨ªsticas antag¨®nicas de los dos reg¨ªmenes. Espa?a tiene todav¨ªa deberes ineludibles para con su antiguo territorio africano. El tel¨®n que ahora se levanta no debe servir para hurgar en antiguas heridas, sino para establecer b¨¢lsamos duraderos...
Nuestro pa¨ªs se encuentra ante una alternativa simple y comprometida: o sigue manteniendo en la nevera sus relaciones con Guinea -lo que ser¨ªa impensable e insensato- o asume con todas sus consecuencias el papel que le toca jugar con la antigua colonia.
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