Una aut¨¦ntica queja andaluza
Los palos, segundo espect¨¢culo del grupo sevillano La Cuadra es la reafirmaci¨®n de un compromiso: colocar los cantes y bailes de Andaluc¨ªa en l¨ªnea con las necesidades de su pueblo, desmontar el trauma dulzarr¨®n de las habituales versiones folklorizantes, expresar realidades pol¨ªtico-sociales; abrir un cauce nuevo de manifestaci¨®n para una serie de vivencias que no pod¨ªan encontrar ocasi¨®n de incorporarse en los espect¨¢culos alegres, instalar en su puesto el dolorido clima que genera las quejas, integrar las muestras de expresi¨®n familiares -el cante y el baile- en el justo lugar que ocupan en la oprimida vida andaluza; interrumpir el proceso de diversi¨®n y juerga que normalmente acompa?aba a los ritos de protesta; en fin, mostrar la situaci¨®n de una tierra con casi mill¨®n y medio de emigantes y la mitad del paro agr¨ªcola nacional.El resultado de ese compromiso -primero Quej¨ªo y ahora Los palos- es un espect¨¢culo apasionado, de t¨¦cnica misteriosa, de fuerte espontaneidad, de riqu¨ªsimos valores org¨¢nicos, en que unos andaluces gritan su dolor, su sufrimiento y su miseria, en cantos y bailes agresivos, elaborando una violenta ceremonia de confesiones y desgarramientos. El ronco ritual es de una concreci¨®n apretada. Pero su fuerza integra dentro de ¨¦l violencias y pesares mucho m¨¢s generalizadas. Movimientos y tonos son s¨ªmbolos que sobrepasan las bellezas ac¨²sticas y visuales de rigor para alzarse hasta cotas absolutamente conmovedoras. Esa escritura no teatral devuelve a la queja flamenca su plena potencia de llama purifica dora. El dolor intemporal, primitivo y severo, tiene una amarga y tr¨¢gica unidad; Los palos no constituyen una sesi¨®n de ?flamenco tr¨¢gico? sino que resumen una tragedia que queda historizada a trav¨¦s de sus elementos naturales. Redondo, sobrio, duro, implacable -y muy bello- espect¨¢culo que al mostrarnos mediante el cante y el baile el combate y la esperanza de todo un pueblo provoca una reacci¨®n de la conciencia espectadora y llama a su solidaridad.
Autor: Salvador Tavora,
a partir de unos documentos ordenados y propuestos por Jos¨¦ Monle¨®n.Direcci¨®n: Salvador Tavora. Int¨¦rpretes: Emilia Jes¨²s, Jaime Burgos, Joaqu¨ªn Campos, Miguel L¨®pez, Juan Romero, Jos¨¦ Suero. Teatro Arlequ¨ªn
Escenogr¨¢ficamente se trata, en esencia, del b¨¢rbaro combate de unos hombres contra una parrilla de largos y gruesos palos que unas veces pueden levantar y otras les aplastan. En medio de este brutal enfrentamiento se articula la obra de Salvador Tavora, en torno a tres documentos sobre la muerte de Garc¨ªa Lorca, propuestos por Jos¨¦ Monle¨®n. Estos documentos -declaraciones de la ni?era y el enterrador y certificado de defunci¨®n- provocan una reflexi¨®n, por parte del grupo, que ante la imagen de la violencia general ahonda en la visi¨®n propia, para concretarse en el terrible combate contra los palos. Para bien o para mal el tema de la muerte de Garc¨ªa Lorca no es el tema de Los palos. El grupo desborda totalmente la propuesta, la margina por completo y act¨²a aut¨®nomamente sin otro nexo claro que el de la solidaridad.
Todo ello revela, en relaci¨®n al espect¨¢culo anterior, una organizaci¨®n dram¨¢tica mayor. No es que se pierda la energ¨ªa de las libres vivencias impulsoras, es que el propio grupo las ha cohesionado, para evitar reiteraciones e ingenuidades. Popular, bien popular contin¨²a siendo el lenguaje pero ahora, adem¨¢s, con una severa voluntad formal. Voluntad de oratorio, capaz de testimoniar claramente los agravios f¨ªsicos y sociales, el esp¨ªritu de lucha, el rigor de la esperanza y el rigor de la violencia, la validez expresiva de un ¨¢mbito esc¨¦nico seco, pobre e implacable. Todo esto, configura, por supuesto, un lenguaje teatral ?no literario?, que renuncia a los puentes que tradicionalmente tienden los personajes, aqu¨ª inexistentes, para trasmitir directamente su protesta, con los recursos, puramente populares, de unos sonidos y unas im¨¢genes de fort¨ªsima carga emocional. Las secas im¨¢genes de este lamento potencian un c¨¢ntico de dolor que habla, en definitiva, nada menos que del destino del hombre. Pero habla -con tal autenticidad que el contacto con el espectador es algo fulminante. Esa v¨ªa tan primaria, esquem¨¢tica y sobria es de una grandeza sobrecogedora y trasmite vitalmente al espectador todo el patetismo de las denuncias inexorables. Esos ocho palos cruzados no son una estructura hermosa pero gratuita; son la expresi¨®n terminante de la dial¨¦ctica opresor-oprimido y de la rabia, el dolor, la lucha. Expresi¨®n, dicho sea de paso, purificadora de un folklore que pierde su car¨¢cter liberador siempre que se le despoja de su energ¨ªa y de su autenticidad popular.
Popular, cr¨ªtico, riguroso y comprometido, el espect¨¢culo de Los palos rescata, adem¨¢s, la profunda significaci¨®n del cante flamenco como protesta. Claro est¨¢ que el espect¨¢culo, va firmado. (Salvador Tavora modifica por ejemplo la conocida letra de la ca?a: " A m¨ª me quieren mand¨¢ - a servir a Di¨® a y ar Rey- pero apartarme de tu persona - eso no lo manda la ley", desvi¨¢ndola a partir del tercer verso; como, igualmente, modifica las buler¨ªas tradicionales y dice: ?Yo no le temo a los tiros? por ?Yo no le temo ar castigo -en medio de la calle Nueva- me paro y hablo contigo ?). Est¨¢ en su derecho, pero, al ejercerlo, nos alerta sobre la otra lucha que el espect¨¢culo debe mantener: la lucha contra el flamenco interiormente edulcorado por necesidad de complacer. En ese sentido tambi¨¦n es muy impotante el trabajo y el ejemplo de Los palos. Ser¨ªa triste que el grupo cediese a la presi¨®n visible de ciertas gentes y ciertos p¨²blicos muy interesados por las letras y vagamente atentos al cante. Es todo el complejo flamenco el que debe ser salvado, precisamente por su validez expresiva y su capacidad de representar al pueblo andaluz. Parad¨®jicamente, una hinchaz¨®n de la estimativa de las letras puede da?ar a la ra¨ªz popular del espect¨¢culo propuesto. Espero que esto no suceda.
El sistema arm¨®nico del flamenco es uno de los grandes hallazgos del arte natural. Detr¨¢s del aparente desarrollo improvisado del espect¨¢culo hay una estructura estil¨ªstica muy bien consolidada. Esos interpretes saben perfectamente lo que hacen: como ciudadanos y como flamencos. Por eso Los palos son, a la vez, una afirmaci¨®n y un cuestionamiento. Uno de esos espect¨¢culos inolvidables que se quedan dentro de la conciencia humana resonando y resonando.
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