Un ego¨ªsmo l¨²cido
Ll¨¢mase anacoreta a aquella persona que vive en lugar solitario, retirada del trato con las gentes y entregada enteramente a la contemplaci¨®n y a la penitencia. Tal es el personaje central de esta pel¨ªcula: un anacoreta laico como ¨¦l mismo se define. Aunque no rehuye el trato con las gentes, en este caso su familia y amigos, su desierto es su cuarto de ba?o. Acepta de buen grado su aislamiento al que le lleva su escaso inter¨¦s por el mundo que le rodea, al que juzga a trav¨¦s de breves aforismos y con el que se comunica por medio de mensajes, enviados en tubos de aspirina, por v¨ªa acu¨¢tica, es decir por la taza del retrete. Uno de estos mensajes llegar¨¢ a manos de la bella amiga de cierto millonario que, atra¨ªda por el reclamo de lo ins¨®lito, buscar¨¢ al anacoreta hasta dar con ¨¦l para intentar sacarle de su encierro.Un argumento original, una moderna f¨¢bula ideada por Rafael Azcona, transformada en gui¨®n en colaboraci¨®n con el director e interpretada en un s¨®lo excepcional por Fernando Fern¨¢n G¨®mez, ese actor excepcional, cuyos m¨¦ritos van m¨¢s all¨¢ de la escena. Tal historia hubiera podido dar de s¨ª un filme fr¨ªo, cerebral, un relato prolongado artificiosamente en extensi¨®n y no en profundidad, tal como suced¨ªa en Dillinger ha muerto, de Ferreri. Sin embargo, no ha sido as¨ª. Gracias al talento de este gran tr¨ªo de nuestro cine actual: Azcona-Fern¨¢n G¨®mez-EsteIrich, la idea original se ha transformado en una gran comedia tragicoc¨®mica, un sainete en el que lo grotesco roza una humana poes¨ªa y en ocasiones el cl¨¢sico esperpento. En ella, habr¨ªa que a?adir a¨²n a riesgo de rozar tambi¨¦n el t¨®pico, que el tema del ego¨ªsmo y de la soledad, su consecuencia l¨®gica, aparece tratado muy a la espa?ola, dentro de una tradici¨®n que se empe?a en mostrar sus verg¨¹enzas al aire tal como suelen quedar en el desierto de loza y azulejos donde este nuevo protagonista deja escapar sus d¨ªas y sus horas.
El anacoreta
Argumento: Rafael Azcona. Gui¨®n: Rafael Azcona y Juan Esterlich. Director: Juan Esterlich. Fotograf¨ªa: Alejandro Ulloa. Montaje: Pedro del Rey. Int¨¦rpretes principales: Fernando Fern¨¢n G¨®mez, Martine Aud¨®, Jos¨¦ Mar¨ªa Mompin, Charo Soriano, Eduardo Calvo, Maribel Ayuso. Humor. 1976. Color. Local de estreno, cine Azul.
Este Fernando con el que el otro Fernando, el actor, tan bien se identifica, harto de un mundo que ni le atrae ni le irrita ni le angustia, due?o de un estable pasar y al que no conmueven las relaciones extramatrimoniales de su mujer, amante a su vez de todas cuantas pierden la intimidad en su habit¨¢culo, resulta a lo largo de la historia, m¨¢s humano y real que cuantos le rodean, con serlo ¨¦stos mucho. Quiz¨¢s ello se deba a su car¨¢cter de personaje ins¨®lito, trazado de la primera a la ¨²ltima secuencia, con su orgullo a la vez altivo y modesto, tan espa?ol tambi¨¦n, de cabeza escondida bajo el ala, salvo esos mensajes lanzados a un proceloso mar de alcantarillas fantasmales que van a dar nada menos que a Capri. De Capri llegar¨¢ la tentaci¨®n que acabar¨¢ con su retiro en un ¨²ltima parte que quiz¨¢s resulte la m¨¢s discutible de la obra, all¨ª donde la fuerza del esperpento se disuelve en comedia amorosa en un final de amor y desenlace que se despega del relato como la juerga flamenca que no llega a realizarse. El resto que viene a ser casi la pel¨ªcula toda, es un alarde de cine actual, medido, c¨®mico y tr¨¢gico en el que un grupo de excelentes actores van y vienen con su carga a cuestas de piedad o ego¨ªsmo miserable sin salir un solo instante de una de esas peque?as habitaciones que en los antiguos palacios y mansiones, serv¨ªan de retiro reservado para citas secretas y graves meditaciones. En tal sentido, este retrete o lugar retirado viene a cumplir antiguos menesteres, pues apartado del mundo, en su soledad excepcional, se convierte para su habitante, m¨¢s que en barrera ante los dem¨¢s, en defensa ante propias frustraciones. Nuestro moderno anacoreta est¨¢ all¨ª lejos de lo que nunca pudo llegar a ser, pero que en un momento explica con la gran lucidez del ego¨ªsmo que s¨®lo a si mismo se estudia, que s¨®lo en s¨ª mismo piensa: ??Cu¨¢ntas veces -dice-, me he imaginado a mi mismo libre de cuidados, estudiando con la ¨²nica finalidad de saber, de conocer, sin la obligaci¨®n de explotar un d¨ªa los conocimientos adquiridos! Vivir, morir esperando cada curso que traer¨ªa una generaci¨®n de nuevos amigos...!
Fernando Tobajas de hoy, nuestro actual anacoreta, hubiera sido, a lo que parece, un buen estudiante con atisbos de humanista en la Alcal¨¢ o Salamanca de nuestros siglos mejores. Nacido en el actual, su camino breve a lo largo y lo ancho de su cuarto, nunca le llevar¨¢ a las puertas de ninguna Universidad de ahora, sino al quicio de su ventana, tal como desde un principio imagin¨¢bamos.
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