Injertos sindicales
Una valoraci¨®n pol¨ªtica del proyecto de ley sobre asociaciones profesionales enviado a las Cortes por el Gobierno Su¨¢rez, tiene que tener en cuenta que lo que con ¨¦l se pretende no es ni m¨¢s ni menos que una mera reforma parcial de la Ley Sindical de 1971. Esta afirmaci¨®n no es m¨ªa, sino del pre¨¢mbuIo del propio proyecto gubernamental.S¨®lo cuatro art¨ªculos de la Ley Sindical, los que regulan las asociaciones sindicales, viene a modificar por ahora el proyecto sindical del Gobierno. Los restantes 59 art¨ªculos siguen vigentes. As¨ª de claras deben decirse las cosas, y m¨¢s a¨²n cuando el Gobierno calla al respecto.
Parece que son pocos los que dudan de que el aparato de la Organizaci¨®n Sindical sea un organismo pr¨¢cticamente muerto que subsiste gracias al apoyo que le otorga el Gobierno. Consciente de ello el Gobierno Su¨¢rez se ha planteado su propia opci¨®n sindical. Entre la libertad sindical sin limitaciones y el reformismo sindical a partir de la Organizaci¨®n Sindical, el Gobierno ha optado por la segunda f¨®rmula.
Algo nuevo
El reformismo sindical pretende injertar algo nuevo, las asociaciones profesionales, en un ¨¢rbol sindical viejo y est¨¦ril, la Organizaci¨®n Sindical. A esta se le ha cambiado el nombre por el de Administraci¨®n Institucional de Servicios Socioprofesionales, para que la operaci¨®n reformista merezca mayor credibilidad. Injertando las asociaciones profesionales del proyecto gubernamental, en el sindicato oficial, se pretende revitalizar un aparato antidemocr¨¢tico en su esencia y esclerotizado en su funcionamiento.
El ¨¦xito o el fracaso de la operaci¨®n sindical oficial radica en el uso que los trabajadores hagan de las asociaciones profesionales, pero viene predeterminado por su propia naturaleza. De entrada parece claro que la savia que por esas asociaciones pueda circular no es precisamente la savia de la libertad sindical. Pero no basta con decirlo. Son los trabajadores quienes tienen que decidirlo. De momento las organizaciones sindicales representativas del movimiento obrero organizado ya han dado su no al reformismo sindical. La cada vez mayor implantaci¨®n de estos sindicatos democr¨¢ticos entre los trabajadores permite afirmar que no obstante las progresivas diferencias que entre estos sindicatos existen en cuanto a l¨ªnea, estrategia y t¨¢ctica sindicales, el injerto sindical oficial est¨¢ abocado al fracaso.
El previsible fracaso ser¨¢ imputable en exclusiva al Gobierno. Habr¨¢ que achacarle no haber asumido en materia sindical el papel de Gobierno gestor de la transici¨®n que el Gabinete se atribuy¨® a s¨ª mismo al constituirse. El Gobierno Su¨¢rez en materia sindical, no est¨¢ siendo gestor de nada, sino implicador del camino hacia la libertad sindical. El Gobierno est¨¢ construyendo un edificio de papel, sobre el papel del Bolet¨ªn Oficial, sin el menor arraigo social, sin cimientos.
Piezas de museo
La Administraci¨®n Institucional de Servicios Socioprofesionales, la ley sobre asociaciones profesionales, la reforma del Consejo de Econom¨ªa Nacional y el decreto sobre derecho deseuni¨®n ahora, como el d¨ªa de ma?ana la ley de huelgas o la nueva ley de convenios colectivos, son piezas de museo, sin ninguna conexi¨®n con lo que pasa en las f¨¢bricas. El Gobierno, en materia sindical, est¨¢ legislando para fantasmas. Su desconexi¨®n de la reafidad laboral es clara y as¨ª se evidencia en las intervenciones de los ministros responsables de la materia.
Los pr¨®ximos meses se encargar¨¢n de demostrar si la reforma sindical es o no viable. Tal vez entonces habr¨¢ algunos que desde el propio sistema reconozcan que la democracia no es posible cuando se ignora a los trabajadores. Lo malo es que el pa¨ªs no est¨¢ para perder el tiempo.
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