Tarde de toros
Que estampa de tarde antigua la del Pleno de las Cortes. El hemiciclo (plaza partida, como la de los aguafuertes de Goya) ten¨ªa una veladura velazque?a de humor de puro y un juego de sol y sombra que iba del azul al rosa. Lo dijo Federico Garc¨ªa Lorca, muerto en trincheras de paz frontera a la de Gir¨®n:
-Tus muslos, como la tarde, van de la luz a la sombra.
Pero los procuradores del franquismo no tienen muslos. Son bustos parlantes y antes eran muslos aplaudientes. Los muslos firmes de Blas Pi?ar, repeinado como un
M¨¢nolete que se niega a torear bajo la bandera de la reforma, no temblaron cuando el notario del r¨¦gimen se dirig¨ªa al centro de la plaza partida. Don Francisco de Goya, en la tribuna de la prensa, sacaba aguafuertes apresurados de los fusilamientos del Dos de Mayo, los desastres de la guerra y la carga de los mamelucos: todo el desescombro hist¨®rico invocado por Pi?ar para apuntalar la nada.
Plaza partida, Espa?a partida. El poeta L¨®pez Anglada lo puso una vez en verso. Adolfo Su¨¢rez, de azul y negro, como un torero Caracho de la revoluci¨®n taurina dentro de un orden, beb¨ªa del botijo fresco de su propia juventud reformista mientras don Blas y sus peones, que fueron varios, le daban ver¨®nicas de alhel¨ª falangista al toro mareado del proyecto de ley.
Qu¨¦ estampa de Espa?a antigua. Un martes madrile?o, yendo hacia el Prado, le conoc¨ª. Iba en calesa, pidiendo guerra: era Blas Pi?ar, don Torcuato Fern¨¢ndez-Miranda, presidente de la lidia, fue invitado a bajar al ruedo para dar unos capotazos, pero en el Coss¨ªo no se contempla esta posibilidad de que la presidencia cambie el palco por la arena. Fern¨¢ndez-Miranda, como un presidente de corrida que se creyese presidente de las Cortes, sancionaba la lidia con el silencio sabio de la legalidad. Miguel Primo de Rivera, de la escuela sevillana, le hab¨ªa hecho al toro una parad¨®jica faena ronde?a, dej¨¢ndolo en su sitio. Corri¨® un llanto eleg¨ªaco a trav¨¦s de las ganader¨ªas y a trav¨¦s de los procuradores.
Siempre he tenido, en el periodismo, dos vocaciones frustradas: ser cronista de toros y ser cronista pol¨ªtico. Pero no entiendo de una cosa ni de la otra. Hoy puedo realizar mis dos vocaciones muertas gracias a una inolvidable tarde de Espa?a, como aqu¨¦lla del 98 en que todo Madrid se meti¨® en los toros para no ver el desastre. No pasaron grandes cosas en el Pleno, pero se midieron las fuerzas. ?D¨®nde est¨¢ la otra media plaza partida que le falta al hemiciclo? Est¨¢ en la calle. La otra mitad del redondel es el pueblo. P¨²blico de sol que bebe en bota y espera su momento.
El espectro del caballo de Pav¨ªa entraba por las ventanas como el caballo picassiano de Guernica, pero Fernando Su¨¢rez (en la pol¨ªtica se repiten los apellidos, como en los toros) hizo una faena templada y justa de novillero que igual pod¨ªa haber sido ciclista, porque a quien se parece es a Bahamontes. Dicen que un aplauso de mujer (quiz¨¢ la suya) inici¨® la corona de palmas al torero, que levemente herido por el negro toro de Espa?a, ?ay! negro toro de pena, s¨®lo alcanzaba a decir con la mirada:
-Pisa, morena, pisa con garbo.
O sea que hubo hasta ese hilo lev¨ªsimo de romance, como en los toros, y don Jos¨¦ Antonio de Gir¨®n de Velasco, hist¨®rico como el Guerra, mitol¨®gico como un torero de Creta, asist¨ªa, m¨¢s que a una corrida, a los funerales de Carlos V. Espa?a, plaza partida, hemiciclo taurino, corrida de la Beneficiencia a beneficio de inventarlo. En su segundo toro, Blas Pi?ar hizo incluso el salto de la garrocha. Banderilleros Y picadores del r¨¦gimen se refrescaban en el ambig¨², echando un pito, y las cuadrillas de azul y rojo, como la corbata de don Blas, queriendo parar la democracia, han toreado en la primera sesi¨®n democr¨¢tica de su vida. La corrida dur¨® hasta las tantas.
Plaza partida, Espa?a partida, tarde de toros con m¨²sica de El Relicario al fondo. La reforma, vestida de Raquel Meller, pon¨ªa claveles en el ojal de sus se?or¨ªas. Pero es pronto para hablar de la revoluci¨®n del clavel.
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