Veinte a?os de Antoni Tapies
Antoni Tapies. Obra 1956-1976. Fundaci¨® Joan Mir¨®. Parc de Montju?c. Barcelona.
Vinculado, en sus origenes, al sur realismo y al iwformalismo en el punto crucial de su evoluci¨®n, dir¨¦ que T¨¢pies no es ni surrealista, ni informalista. T¨¢pies es T¨¢pies: la afirmaci¨®n, serena y contundente, de una identidad, la incesante propuesta de un signo un¨ªvoco, el acto ferozmente individualista de significar por significar, la causa reflexiva de un perpetuo remitirnos, sin tregua algo que simplemente est¨¢, que simplemente inidica, e indica, sin m¨¢s, en el universo.
Pocos pintores nos regalan un esquema biogr¨¢fico tan propicio para fijar, de forma inmediata, hist¨®rica, casi determinista, la interrelaci¨®n surrealismo-informalismo.- el tr¨¢nsito gradual, paulatino, de una, actitud liberadora, desde el mundo de las im¨¢genes o figuraciones aparienciales al de los materiales y los procesos de elaboraci¨®n. Y en ninguno, como en ¨¦l, se nos pone tan de manifiesto que la tal interrelaci¨®n es puramente te¨®rica, libresca, sistem¨¢ticamente preestablecida.
Este ser¨ªa el esquema ideal: Comienza T¨¢pies (¨¦poca de Dau al Set) siendo un surrealista de escuela, dado a liberar el mundo del inconsciente, o del deseo, a trav¨¦s de unas im¨¢genes tomadas del mundo a la conciencia y de la apariencia, para luego desituarlas, distorsionarlas y recomponerlas. En una segunda etapa (los veinte a?os que alberga la exposici¨®n que comentamos), el af¨¢n liberador se traslada, por v¨ªa abstraccionistas, al 'campo de los materiales, a.la autonom¨ªa de los procedimientos.
A caballo de una y otra edad, romper con la esclavitud de la conciencia equivaldr¨ªa, para T¨¢pies, a liberar las ligaduras corporales y hacer que tal liberaci¨®n hallase una correspondencia en el lienz¨®..Lejos de todo rapto inconsciente, se pro ducir¨ªa, por tal modo, una especie de ajuste entre las apariencias pict¨®ricas y los contenidos intencionales, una suerte de control selectivo, nada atentatorio ni contra la libertad de los materiales ni del propio proceso elaborador.
La ruptura entre la primera etapa y la segunda radicar¨ªa en la renuncia decidida a la manipulaci¨®n (al trueque sistem¨¢tico de las incitaciones de la realidad y de la vida por las categor¨ªas conceptuales), para aceptar una participaci¨®n m¨¢s directa en el hacerse de la obra, respetando la manera de ser de 1 -os materiales, dando paso a las internas transformaciones de su propio desarrollo y centrando toda la atenci¨®n en el suceso que, paso a paso, aflora ante los ojos del hacedor.
. Dij¨¦rase que el salto de surrealismo de escuela a esta otra modalidad que, a falta de mejor nombre, viene llarn¨¢ndose,informalista, se ha producido ejemplarmente en el proceder hist¨®rico de Antoni T¨¢pies, tal como su propio curriculum ,parece sugerirlo. Y tal vez sea as¨ª, aunque en la pulcritud del planteamiento y del discurso se nos escape (por ideal, como antes dije, o te¨®rico o generalizable) lo m¨¢s y mejor de cuanto haya aportado a la pl¨¢stica de nuestro tiempo el gran pintor catal¨¢n.
Atemporalidad
?Cu¨¢l es, pues, lo m¨¢s distintivo de su actitud creadora? El primer acierto de esta exposici¨®n consiste en haber renunciado a una versi¨®n antol¨®gica, propiamente dicha, o haber establecido una clara soluci¨®n de continuidad. Si la relaci¨®n entre el T¨¢pies surrealista y el T¨¤pies decisivo se rompi¨®, d¨¦mosla por rota, en vez de reconstruirla te¨®ricamente. T¨¢pies no es surrealista por el solo hecho de que en esta exposici¨®n ni consta tal origen ni es menester que conste para su buen entendimiento.
Deshecha la relaci¨®n, la exposici¨®n de Barcelona (veinte a?os de incesante actividad) -viene a confirmarnos, a¨²n con mayor fuerza o motivo, que la obra de T¨¢pies poco o nada tiene que ver con las intenciones de los informalistas. ?Qu¨¦ parentesco cabe establecer entre el proceder de T¨¢pies, reflexivo, objetivado, a expensas de una larga duraci¨®n y maduraci¨®n.... con el gesto repentizado, caprichoso, supuestamente autom¨¢tico y aut¨®nomo, de los amigos de la mancha y el chorreado a la brava?
Es como si se hubiera abierto un gran par¨¦ntesis en las amplias salas de Fundaci¨® Joan Mir¨®, para mostrarnos una creaci¨®n que cobra sentido por s¨ª misma, reposa en s¨ª misma y significa lo que quiere significar y lo que quiera usted que signifique. Un gran par¨¦ntesis de -atemporalidad, abierto a un T¨¢pies sin precedentes (aunque en teor¨ªa los conozcamos), sin transiciones (aunque no nos sean hist¨®rica mente ignoradas), sin otro trasunto o correlato que su propia y radiante identidad.
He expuesto, de entrada, el origen surrealista del pintor y he pormenorizado su tr¨¢nsito hacia la pr¨¢ctica del mal llamado informalismo, justamente, para negarlos, y con pleno conocimiento de causa, o para advertir que ni aqu¨¦l ni ¨¦ste (en¨®jense cuanto quieran los amigos de las clasificaciones) sirven de nada a la hora de explicar lo que se explica por s¨ª mismo.
Una exposici¨®n henchida, por enteramente ambigua, de hondos significados, de indicaciones mil, de atisbos y m¨¢s atisbos directamente vinculados al conocimiento. Una exposici¨®n en la que conocemos, o en la que se nos ense?a a conocer: ¨¢mbitos, estancias, estratos, climas, extra?eza circunstante, incitaci¨®n vital..., y signos de una vaga panor¨¢mica, de la que, cual acontece con la vida misma, nos son conocidos los accidentes y se nos escapa el mapa de su integral coherencia.
Sabedor T¨¢pies de que no hay signo que nos traduzca un significado verdadero (sino signos y signos y m¨¢s signos, encadenados sine fine) procede, deliberadamente, por v¨ªa de simplificaci¨®n. Signos, los suyos, someros, escuetos, reducidos a su pujante y m¨ªnima expresi¨®n, remiti¨¦ndose y merimi¨¦ndonos a ellos mismos, o a la vaga y multiplicada sugerencia (de la presencia y del recuerdo) que cada uno de ellos es capaz de suscitar y poner en contacto con el puro y simple conocer.
Ni surrealista, ni informalista (o neo- expresionista, mat¨¦rico, libre-abstraccionista ... ) ni otras mil lindezas. T¨¢pies en cuanto que T¨¢pies, escueto y desbordante, opulento hasta en la expresi¨®n de lo insignificante, materialista y preceptor del esp¨ªritu y del conocimiento... Un T¨¢pies, en fin, sin precedentes. He repasado, a conciencia, la n¨®nima de todos los que habitualmente entran en juego, y s¨¦palo o no T¨¢pies, solamente he hallado uno, una acuarela (?La carta?) que Klee realiz¨® cuando contaba diez a?os.
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