Pol¨¦micas sobre la lluvia artificial
El hombre ha dependido siempre para su existencia de un abundante suministro de lluvia. Por consiguiente, es natural que desde el comienzo de la Historia se hayan hecho tentativas para producir precipitaciones, al principio mediante ritos m¨¢gicos y religiosos y en el ¨²ltimo siglo por medios m¨¢s directos, pero s¨®lo dentro de los ¨²ltimos cuarenta a?os, nuestro conocimiento de los procesos f¨ªsicos que intervienen en la producci¨®n natural de lluvia y nieve han sido adecuados para dar una orientaci¨®n cient¨ªfica a los fabricantes de las mismas. Incluso ahora, todav¨ªa resulta dif¨ªcil juzgar si se puede lograr un ¨¦xito en cualquier escala que valga la pena y por medios que resulten atractivos econ¨®micamente.Existe la vieja y extendida creencia de que sonidos muy fuertes, como los del disparo de un arma de fuego, producen lluvia. El per¨ªodo de la primera guerra mundial fue anormalmente lluvioso en Inglaterra, pero no existe ning¨²n fundamento cient¨ªfico para la asociaci¨®n del ruido con precipitaci¨®n. Esta creencia hab¨ªa conquistado anteriormente la opini¨®n de miembros del Congreso de EE.UU. cuando en 1801 destin¨® un presupuesto de 9.000 d¨®lares con la intenci¨®n de producir lluvias en Texas por medio de disparos de armas de fuego. Los resultaron no fueron satisfactorios.
Los medios actuales
En 1946, el norteamericano Vicent Shaeffer mostr¨® la posibilidad de multiplicar los cristales de hielo en el seno de una nube proyect¨¢ndole nieve carb¨®nica. De esta forma se obtienen n¨²cleos de condensaci¨®n (part¨ªculas a -90 ?C), alrededor de los cuales se forman las gotas de agua que originan la precipitaci¨®n. Aparte de este procedimiento, se suele utilizar tambi¨¦n para la siembra de nubes, el yoduro de plata, que produce efectos an¨¢logos.
Jos¨¦ Tapia Contreras, meteor¨®logo-jefe del grupo de Explotaci¨®n del Servicio Meteorol¨®gico Nacional, una de las personalidades m¨¢s relevantes de Espa?a en el mencionado terreno, afirma que ?existen dos aspectos de los m¨¦todos de producci¨®n de lluvia artificial que son fundamentales para considerarlos como v¨¢lidos desde el punto de vista pr¨¢ctico: primero, asegurar la continuidad del fen¨®meno para que prosiga en forma, m¨¢s o menos, parecida a su desarrollo natural y segundo, clasificar con cierta precisi¨®n los sistemas nubosos capaces de admitir un tratamiento con ¨¦xito. En la pr¨¢ctica, la concurrencia inicial de unos cuantos experimentos afortunados es lo que llev¨® a la r¨¢pida comercializaci¨®n de m¨¦todos poco estudiados y escasamente experimentados en cuanto a sus posibilidades, y de rechazo, al desprestigio de ¨¦stos m¨¦todos por sus resultados pobres, en muchos casos, y a veces, negativos. En resumen, a pesar de los esfuerzos de la Meteorolog¨ªa oficial, por evitar este caos en muchos pa¨ªses, pas¨® de una cort¨ªsima fase experimental, a una fase operacional en la que lleva unos cuantos lustros de vida precaria?.
Sobre la cantidad de precipitaci¨®n que es factible obtener con un m¨¦todo como el expuesto, el se?or Tapia afirma: ?Conviene distinguir entre las operaciones donde se trata de estimular la lluvia natural, que son las m¨¢s frecuentes, y aquellas en las que se pretende provocar lluvias en un sistema nuboso, que espont¨¢neamente no produce ninguna. En las primeras, parece que en los mejores casos se obtiene incrementos que oscilan entre el 10 y el 25 % del valor de ¨¦sta. En los segundos puede considerarse como un ¨¦xito el conseguir cantidades de veinte litros por metro cuadrado.?
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