Las joyas de la Virgen
Le han robado las joyas a una Virgen de Murcia. Unos cuatrocientos millones de pesetas, ya saben-Un sacrilegio- dice el quiosquero.
-Un delito com¨²n- dice el parado.
-Un esc¨¢ndalo- dice el abrecoches.
El abrecoches viene hoy de sombrero tejano, chaqueta de frac y botas de rugby.
-?Por qu¨¦ un esc¨¢ndalo?- le digo.
-Porque la Iglesia es una estructura secular de tipo clasista y, si bien Taranc¨®n ha renunciado a los aranceles por separaci¨®n matrimonial, no se pueden tener parados cuatrocientos millones de pesetas. mientras nuestro g¨®tico se cae en trocitos.
Se refiere sin duda a la catedral de Le¨®n, que tiene el mal de la piedra y necesitar¨ªa un costoso tratamiento. La voz culta del abrecoches es un poco la voz del cat¨®lico pueblo espa?ol, que quiere una Iglesia menos millonaria, m¨¢s social y m¨¢s actual. Yo creo que se, equivocan Espa?a entera y el abrecoches.
-De eso nada.
S¨ª, se equivocan. El otro d¨ªa dediqu¨¦ una de estas cr¨®nicas a la libertad de cultos en Espa?a, o cuando menos en Madrid. Si hay algo que otras Iglesias no puedan disputar a la espa?ola son los mantos de pedrer¨ªa, las V¨ªrgenes enjoyadas y eso que Agust¨ªn de Fox¨¢ llamaba mis custodias sagradas. O sea oro puro. Ni los adventistas del S¨¦ptimo D¨ªa ni los Testigos de Jehov¨¢ pueden ofrecer tales magnificencias al creyente. Todo lo m¨¢s, una capilla improvisada en un local comercial, con sillas de oficina y estampas en lugar de altares. Una vez fui a una, por ah¨ª por el Parque de las Naciones, y todos parec¨ªan tan pobres como felices.
Iba yo a comprar el pan y me encontr¨¦ a Manuel Vicent, viejo amigo, escritor y humorista, valenciano y costumbrista salvaje:
-La Bella Otero, de la que tengo escrito algo- me dice-, le llevaba a la Virgen de su pueblo las joyas que le daban a los pr¨ªncipes en Par¨ªs.
Torrente Ballester tuvo una temporada en que quer¨ªa que yo escribiese la historia de la Bella Otero. Un lector me envi¨® un libro sobre la dama del alba de Par¨ªs. Las V¨ªrgenes espa?olas est¨¢n alhajadas, muchas veces, con las alhajas del remordimiento de los fieles. Esto no las hace menos valiosas espiritualmente, sino m¨¢s, pero, aparte los pecados de cada uno, yo creo que ahora, cuando hay que dar la batalla por el feligr¨¦s, la Iglesia cat¨®lica, desde monse?or Lef¨¦bvre al vidente Clemente, debe echar por delante su pedrer¨ªa, su lujo su oro salom¨®nico y su plata.
-Lo que importa es el cielo- dice Pitita.
Claro, lo que importa es el cielo, pero cielo te ofrecen todos. Cada confesi¨®n tiene una porci¨®n de cielo que ofrecerte, como las parcelas que ofrecen las inmobiliarias en la sierra. El lat¨ªn, que es un joyel de palabras, y los mantos drapeados de las V¨ªrgenes, que parecen bordados en lat¨ªn, es lo ¨²nico en que nadie puede competir con la Iglesia espa?ola.
-No le sigo, don Francisco- dice el quiosquero.
Y me da un ejemplar de El a?o literario espa?ol 1976, anuario que se publica bajo la direcci¨®n de Andr¨¦s Amor¨®s. En este anuario, Jos¨¦ Luis Abell¨¢n resume la actividad ensay¨ªstica y la creciente pol¨¦mica en torno de Am¨¦rico Castro y el juda¨ªsmo en nuestra Historia. ?Es la riqueza de nuestros mantos y catedrales una herencia del juda¨ªsmo? Hoy las sinagogas son pobres. Si los ladrones de la catedral de Murcia fuesen a una sinagoga, s¨®lo podr¨ªan llevarse al rab¨ª y retenerlo indefinidamente, con mensajes depositados bajo la escupidera de un bar de Aluche.
-Las joyas y el lat¨ªn han sido dos armas de fascinaci¨®n para el feligr¨¦s- dice el abrecoches.
Exacto. Y la Iglesia ha prescindido de la pedrer¨ªa del lat¨ªn. Mal hecho. Debe suplirlo con la riqueza exterior de mantos y catedrales. Lef¨¦bvre y el vidente Clemente tienen razon a su manera. Porque hay mucha gente que necesita la iglesia, como el cine, para deslumbrarse.
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