Un buen recital mozartiano

El ya tradicional ciclo de con ciertos organizado por Iber m¨²sica ha comenzado con un recital mozartiano de la pianista portuguesa Mar¨ªa Joao Pires dedicado como homenaje a Manuel Clavero.Es evidente que la interpretaci¨®n musical no atraviesa un momento de auge mozartiano. Basta con volver la mirada, no sin nostalgia, hacia la d¨¦cada de los cincuenta, para que nos vengan a la memoria nombres como los de Walter Cieseking, Clara Kaskil, Robert Casadesu entre los pianistas; los de directores como Ferenc Fricsay o B¨®hm; cantantes como Mar¨ªa Stader, Lisa della Casa, Errist Haefliger, Anton Dermota... por citar s¨®lo a unos cuantos. Si comparamos este panorama con el actual, m¨¢xime si excluimos a los supervivientes y nos limitamos a los m¨²sicos j¨®venes, observaremos que no s¨®lo ha descendido el n¨²mero, sino que ha cambiado el concepto interpretativo de la m¨²sica del salzburgu¨¦s; fen¨®meno ¨¦ste no poco significativo del momento art¨ªstico y social que atravesamos.

Por ello, el recital de una de las int¨¦rpretes j¨®venes m¨¢s especializadas en Mozart ofrec¨ªa un especial inter¨¦s. Y la impresi¨®n ha sido muy positiva.

Mar¨ªa Joao Pires posee una preciosa t¨¦cnica. Su modo de articular, desde el staccato al legato, pasando por todos los grados intermedios, parece m¨¢s propio de un instrumento de cuerda o madera, que de uno de tecla. Su sonido -blando y aterciopelado- es de una riqueza poco com¨²n, y su capacidad de matizaci¨®n muy grande.

Sus versiones de Mozart

Junto a esto, sus versiones de Mozart se caracterizan por estar perfectamente constru¨ªdas: aparte de que, gusten o no, es innegable que todo lo que se oye es coherente consigo mismo, y es producto de un estudio concienzudo que no deja m¨¢s que un margen imprescindible a la improvisaci¨®n. Se trata de un Mozart ligero, elegante y flexible (?qu¨¦ espl¨¦ndida independencia de manos!). Ligero, por lo general, en el tempo y en el car¨¢cter, lo que no quiere decir en absoluto que sea superficial ni trivial. Por el contrario, sus versiones pueden ser l¨ªricas o dram¨¢ticas, pero siempre dentro de un juego de tensiones no por contenido poco eficaz.El programa inclu¨ªa las sonatas KV 3 10 y 333 (de 1778), expuestas con biaena l¨ªnea. Si los dos primeros tiempos de la en si bemol mayor pudieron pecar de intrascendentes, el allegretto grazioso nos cautiv¨® por su naturalidad y frescura.

Por ¨²ltimo, una muy madura versi¨®n de la sonata en do menor KV 457, tan hermosa y beethoveniana. Por cierto, que el frecuente empleo de esta adjetivaci¨®n puede hacernos olvidar su verdadero sentido: cuando decimos de Mozart que es beethoveniano, nos referimos al Beethoven maduro, y no al primer Beethoven, del que se dice que es rnozartiano. Pero como la influencia es de Mozart en Beethoven, y no a la inversa, al hablar de un Mozart beethoveniano, lo que queremos decir, en ¨²ltima Instancia, es que el Beethoven rom¨¢ntico (no el primero), es de alg¨²n modo mozartiano, lo que es m¨¢s que l¨®gico en un compositor de la primera generaci¨®n rom¨¢ntica -la de los nacidos en torno a 1766-, a diferencia de los posteriores.

No pudimos escuchar a Mar¨ªa Joao Pires la Fantas¨ªa en do menor, a causa de un lapsus de memoria que no merecer¨ªa la pena consignar si no es para alabar la profesionalidad con que supo sobreponerse.

El ¨¦xito fue grande.