Contra toda violencia
AYER FUERON asesinados tres servidores del orden p¨²blico en Madrid. Una y otra vez hemos condenado, desde las p¨¢ginas de este peri¨®dico, el empleo de la violencia como medio al servicio de cualquier causa pol¨ªtica.Pero la oleada terrorista que en estos momentos trata de destruir los cimientos de una posible Espa?a democr¨¢tica a?ade al car¨¢cter intr¨ªnsecamente condenable de toda violencia otras notas nefastas. Su objetivo real es impedir el establecimiento en nuestro pa¨ªs de las instituciones de la democracia pluralista, ¨²nico r¨¦gimen, hasta ahora, creado por la Humanidad para permitir la negociaci¨®n pac¨ªfica de los conflictos econ¨®micos, sociales e ideol¨®gicos y el respeto a la libertad de expresi¨®n de las minor¨ªas.
Aunque la cuesti¨®n del origen de la ofensiva terrorista pueda recibir distintas respuestas, la abrumadora mayor¨ªa de los protagonistas y observadores de la vida pol¨ªtica nacional coinciden en se?alar que esta violencia une a su inaudita brutalidad los perfiles de una maquinaci¨®n. Pero los criminales s¨®lo enga?an a quienes desean dejarse embaucar. No podemos creer ni que los abogados del bufete de Atocha han sido asesinados como represalia por el secuestro del teniente general Villaescusa, ni que los guardias civiles y polic¨ªas armados cobardemente abatidos ayer en sendas emboscadas han sido v¨ªctimas de una venganza por la matanza de Atocha. Esta violencia de aparente signo contrario s¨®lo tiene un fin: destruir el Estado. Y da toda la impresi¨®n de que profesionales a sueldo son quienes aprietan el gatillo. No es cierto que Espa?a viva una situaci¨®n prerrevolucionaria ni que nuestros conciudadanos sean incapaces de arreglar pac¨ªficamente sus diferencias. No s¨®lo el pa¨ªs quiere la paz y la democracia, como lo demostr¨® rotundamente la abrumadora votaci¨®n del refer¨¦ndum del 15 de diciembre. Los dirigentes pol¨ªticos se encuentren en el Gobierno o fuera de ¨¦l, est¨¢n dando adecuada represi¨®n a su voluntad superadora de antiguas diferencias. Nuestros altos mandos militares est¨¢n dando un soberano ejemplo de cu¨¢l es la postura de un Ej¨¦rcito moderno y europeo, que sabe diferenciar entre los intereses de la Patria y lo que min¨²sculos sectores tratan de hacer pasar por tal.
Nos hallamos ante un reto a nuestro futuro como sociedad digna y civilizada. Todos tenemos el deber de hacerle frente para proseguir el camino hacia la concordia civil y la democracia. El Gobierno debe evitar la tentaci¨®n de sentirse un poder aislado, capaz de dominar la situaci¨®n por encima y al margen de la sociedad. Todas las fuerzas sanas y vivas del pa¨ªs deben apoyar en estos cruciales momentos al Gobierno; y ¨¦ste, a su vez, debe incorporar a su gesti¨®n alguna forma de pacto con los representantes de esas fuerzas sociales. Muchas pueden ser las f¨®rmulas adecuadas a esa colaboraci¨®n. Pero el pa¨ªs necesita que se haga expl¨ªcito y operante el acuerdo de hecho que une en estos momentos al Gobierno y a los dirigentes de los diversos partidos pol¨ªticos frente a los enemigos de la sociedad espa?ola.
Diremos, finalmente, que el comunicado signado anoche por un amplio espectro de firmas pol¨ªticas (desde el PCE hasta UDE) y la decisi¨®n gubernamental respecto a las medidas de excepci¨®n son encomiables y esperanzadores. El Gobierno, esta vez s¨ª, se ha rnostrado a la altura de las circunstancias. El entierro de las v¨ªctimas de Atocha ha demostrado que el orden puede ser garantizado eficazmente mediante la colaboraci¨®n entre las fuerzas de seguridad y las organizaciones, pol¨ªticas. Estamos seguros de que una manifestaci¨®n de apoyo al Gobierno como motor del proceso democratizador y de repulsa a la maniobra terrorista que pretende hacer inviables las pr¨®ximas elecciones recibir¨ªa en esta situaci¨®n el respaldo de cientos de miles de espa?oles.
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