Iglesia: nuevos caminos en una Espa?a distinta
Creo que para los lectores de EL PAIS ha pasado un poco inadvertido el documento del Episcopado espa?ol sobre Los planteamientos actuales de la Ense?anza, que, sin embargo, merece especial atenci¨®n. Y no s¨®lo por su intr¨ªnseca importancia, sino por lo que tiene de s¨ªmbolo de, la nueva etapa que en Espa?a va a vivir la Iglesia.Casi nada va a ser ya como antes. El oficial-catolicismo agoniza. La Iglesia va a quedar, y pienso que afortunadamente, sin apoyaturas pol¨ªticas. Llega la hora de convencer. Ha pasado la hora de vencer. De la imagen triunfal accedemos a la militante sin clarines de guerra, con el simple recurso de lo espiritual, de la fe vivida en medio de un mundo secularizado aunque no neutro. Una vez m¨¢s empezamos a recorrer un camino ya trillado por otros pa¨ªses.
Al cristiano espa?ol le acechan tentaciones de nostalgia en la que algunos pueden caer decididamente. O tentaciones de complejo de inferioridad y tard¨ªos arrepentimientos que pueden lindar con el espectro de la rendici¨®n sin condiciones.
?Ha llegado el momento de vivir una Iglesia casi de catacumba? ?Habr¨¢ que hacerse perdonar todo el boato prepotente de anta?o? ?Ser¨¢ mejor la vergonzante retirada a cuarteles de invierno y que se olviden de que existimos para conseguir que olviden que hasta ayer mismo lo fuimos casi todo?
Me parece que en el documento sobre la ense?anza hay algunas pistas que ayudan a desbrozar todos esos interrogantes. Se trata de un documento honesto, reflexivo y nada pacato. Arranca de un reconocimiento de la realidad, de una visi¨®n nada catastrofista sino serena y, me parece, objetiva. Habla de la ense?anza pero sus palabras bien pueden hacerse extensivas a toda la realidad del pa¨ªs.
No iza banderas pero tampoco baja las defensas. No pide privilegios pero tampoco renuncia derechos inalienables. En nombre de la libertad y democracia pomposamente proclamadas por todos exigen un puesto para la Iglesia. Ni el mejor, ni el peor: el que los propios ciudadanos necesitan. Aqu¨ª podemos pasar de la asignatura de Religi¨®n como indiscriminadamente obligatoria a arrancar los crucifijos de las escuelas para convertir las aulas en templos de una supuesta asepsia cient¨ªfica. De la m¨¢s clasista ense?anza privada a la est¨¢tica por decreto. El documento propone no v¨ªas medias para contento de nadie, sino aut¨¦ntica libertad para todos y tambi¨¦n para la Iglesia. Entre sacar a Cristo en procesi¨®n oficial todos los d¨ªas y encerrar la vida cristiana en las sacrist¨ªas debe haber un camino m¨¢s sensato.
Y entre la anarqu¨ªa de la ense?anza y su estatalizaci¨®n, est¨¢ la socializaci¨®n que garantice la igualdad de oportunidades con todo rigor. Y ¨¦ste es el camino que la Iglesia jer¨¢rquica escoge. No aspira tanto a una sociedad sin clases cuanto a una sociedad sin injusticias. Y para conseguirlo habr¨¢ que hacer lo posible y lo imposible. La Iglesia no se lava las manos ni olvida sus errores pasados. Tampoco se mete debajo de la mesa. Simplemente quiere prepararse para colaborar en una nueva sociedad. Quiere un lugar en el sol porque cree poder ocuparlo.
Parece que todos queremos lo mismo: igualdad. justicia, democracia. ?Var¨ªan s¨®lo los medios para conseguirlo? ?O acaso no querremos decir lo mismo con las mismas palabras? Tiempo de aclararse es ¨¦ste que nos toca vivir. La Iglesia est¨¢ intentando aclararse. Lanzar ahora acusaciones de oportunismo puede ser una coartada estrat¨¦gica. Es preferible ponernos manos a la obra y que la vida diaria aclare y concrete intenciones. Uno no puede evitar la sensaci¨®n de que la realidad actual del pa¨ªs se parece peligrosamente a una ariscada discusi¨®n de bomberos mientras el fuego se zampa sus objetivos. El pa¨ªs se quema pero los bomberos est¨¢n muy ocupados discutiendo no s¨¦ qu¨¦.
El documento propone no v¨ªas evitar toda discusi¨®n de bomberos. Plantea sus soluciones, no precisamente m¨¢gicas sino coherentes y sensatas, que pueden ser compartidas o no. En cualquier caso deben ser escuchadas. Como debe ser escuchado todo el que tenga algo que decir y lo demuestre dici¨¦ndolo.
Despu¨¦s, por supuesto, viene lo m¨¢s dif¨ªcil: la vida diaria.
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