La musa de la reforma
La musa de la reforma dicen que es la se?orita Carmen D¨ªez de Rivera. A Carrillo, en Barcelona, le ha invitado a tomarse juntos un chinch¨®n. A m¨ª, por Navidades, solamente me envi¨® un pa?uelo sentimentalmente perfumado, pero no me invita a tomarme nada con ella. Empiezo a estar mosca.
Claro que, de dejarme por alguien, que me deje por don Santiago. Mejor que por Ruiz-Gallard¨®n, que sigue pase¨¢ndose con su hidra marxista, por las ma?anas, y s¨®lo la quita el bozal para que le lleve el A B C en la boca, como los perros amigos del hombre.
Por cierto que Carrillo ha dicho que a ¨¦l s¨®lo le llama don Santiago la polic¨ªa. Bueno, yo le llamo don Santiago respetuosamente, porque no le conozco y porque, al fin y al cabo, todos somos un poco polic¨ªas con la exhumaci¨®n de los decretos antiterrorismo. Los cronistas y gastr¨®nomos catalanes le han reprochado a la musa de la reforma, o sea Carmen D¨ªez de Rivera, que se aplicase a tomar las quisquillas sentada, como si fueran langostinos:
-La quisquilla es una frusler¨ªa para tomar de pie- dice N¨¦stor Luj¨¢n, poniendo la cara ir¨®nica y redonda de V¨¢zquez Montalb¨¢n.
Qu¨¦ europeos son estos catalanes. A m¨ª me dar¨ªa igual c¨®mo se tomase la quisquilla la se?orita D¨ªez de Rivera, con tal de que se la tomase conmigo. Me gustar¨ªa estar con ella a partir una quisquilla.
-Eres un machista, amog- dice Nadiuska, que parece un poco celosilla esta ma?ana, cuando me lee la cr¨®nica por encima del hombro, como una gata de angora con buenas piernas.
Bueno, las feministas vindicativas tambi¨¦n le han llamado machista a Carrillo por decirle piropos a Carmen D¨ªez de Rivera. Imagino que Lidia Falc¨®n y Carmen Alcalde est¨¢n en un grito. Pero es que don Santiago y yo somos unos se?ores antiguos, rojos y figones de la Segunda Rep¨²blica, que era la buena, y todav¨ªa nos gustan las mujeres, aunque sean musas, porque le o¨ªmos a Rub¨¦n Dario, que entonces andaba por los caf¨¦s de Madrid con sus versos, como hoy el gran Carlos Oroza, que la mejor musa es la de carney hueso.
-Y Carmen D¨ªez de Rivera tiene lo justo de carne y de hueso dice el parado, que tiene la libido alborotada, como todo el que no hace nada.
Los post-rubenianos de derechas se meten con Carmen Diez de Rivera, y con su familia, en un peri¨®dico, el otro d¨ªa. Yo no me voy a meter con ella, pero quiero prevenir a Carrillo contra los pa?uelos perfumados de la musa de la reforma:
Una cosa es que se tomen ustedes unas quisquillas y un chinch¨®n juntos, don Santiago, pero como empiece a enviarle pa?uelos densos de sentimiento y dior¨ªsimo est¨¢ usted perdido, como yo. Acabar¨¢ usted fichando por P¨ªo Cabanillas.
Creo que era mi obligaci¨®n advertirle de esto al l¨ªder de los rojos. Que ¨¦l ha estado muchos a?os fuera y no conoce las ma?as de las musas pol¨ªticas y las jeunes feuilles enfleur de Presidencia. Por otra parte, hay que decir que si Su¨¢rez ha acertado con la bella, en cambio le ha fallado la be stia.
-Que no le sigo- don Francisco, dice el quisquero.
No quiero, ni puedo, ni debo ser m¨¢s claro y menos acr¨®stico. La reforma se resiente del lado de la bestia. No ha contado con la bestia negra que mata guardias y abogados, estudiantes y lo que haga falta. La bella y la bestia, desde la mitolog¨ªa a la reforma, pasando por Jean Cocteau. El presidente Su¨¢rez, ya digo, ha acertado con la bella, pero le ha fallado la bestia.
-Es que la bestia es incontrolable, jefe- dice el abrecoches.
Incontrolable, incalificable es inencontrable. La reforma tiene una musa, pero la bestia tiene una metralleta. Alguien est¨¢ fingiendo una guerra civil para enga?ar al pueblo, Carmen D¨ªez de Rivera, la musa de la reforma, entre dos fuegos que son el mismo, huele pa?uelos perfumados para pasar el susto. Pero el susto va para largo.
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