No tanta corrupci¨®n
La verdad es que la anunciada corrupci¨®n no es para tanto. Se trata s¨®lo de un leve, apenas iniciado, amor entre la alumna de un r¨ªgido colegio de Postdam, all¨¢ en los a?os anteriores a la primera guerra mundial y su profesora, en esa edad cr¨ªtica que, una vez dejada atr¨¢s, s¨®lo queda en la memoria como un recuerdo amable, a la vez que ambiguo y apasionado y, en ocasiones, perdurable.Despu¨¦s de Iff, en lo que a muchachos se refiere y de Los mejores a?os de Miss Broodie, llega el turno a esta vieja pel¨ªcula, nueva versi¨®n de la famosa Muchachas de uniforme. El car¨¢cter prusiano del internado donde la acci¨®n se desarrolla, tan s¨®lo queda en eso, derivando en este segundo filme, por el camino de las amistades particulares. Las alumnas son educadas m¨¢s para aut¨¦nticos soldados que para madres o esposas de futuros h¨¦roes. S¨®lo la profesora comprende, al parecer, el verdadero sentido de la ense?anza aunque ello no le impida caer a su vez, en ese mismo amor vag¨® y distante de sus aristocr¨¢ticas disc¨ªpulas. As¨ª, la tal corrupci¨®n no llega a realizarse, s¨®lo queda en esc¨¢ndalo interior, animado por las intrigas y sospechas de profesoras y compa?eras. Incluso, la directora acabar¨¢ abriendo su coraz¨®n a la protagonisla y a su poco definida pareja.
Corrupci¨®n en el internado
Argumento basado en la obra teatral de Christa Wislow. Direcci¨®n, Geza Radvany. Principales int¨¦rpretes, Romy Schneider, Lili Palmery Therese Giehse. Drama. Color: Rep¨²blica Federal Alemana. 1958.
M¨¢nida y vieja
Adaptaci¨®n cin¨¦matogr¨¢fica de la pol¨¦mica obra de Christa Wislow, su versi¨®n anterior, realizada en 1931 por Leontine Sagan y Carl Froelich a la que m¨¢s arriba aludimos, motiv¨® la expulsi¨®n de su pa¨ªs de su realizadora y los int¨¦rpretes principales. Esta segunda, llevada a cabo por Geza Radvany, centrada, sobre todo, en la amistad entre las dos mujeres, tiene un aire manido y viejo, desde su realizaci¨®n rutinaria ya en el lejano tiempo de su aparici¨®n, hasta la fotograf¨ªa, que tambi¨¦n evidencia el paso de los a?os, recre¨¢ndose en efectos trasnochados.La interpretaci¨®n no va mas all¨¢ del peor estilo teatral, lo cual tiende a deshumanizar a¨²n m¨¢s los personajes. Ni siquiera se salvan Romy Schneider, muy joven por entonces, ni Lili Palmer, que se limita a repetir el consabido tipo de profesora confidente y amiga, sin rebasar jam¨¢s la barrera de los amores concretos y prohibidos. Lo dem¨¢s, incluso ese final feliz con el arrepentimiento de la directora, las escenas de la cocina, la representaci¨®n teatral inevitable y el intento de suicido en la escalera, mantienen en pie la esencia de la obra original, cuyo problema hoy, tras las dos grandes guerras y la revoluci¨®n consiguiente en relaciones y costumbres, ni siquiera nos sirve de referencia como apunte social, m¨¢s all¨¢ de la pura superficie de la an¨¦cdota. Realizada en 1958, ni el tiempo, ni la pasi¨®n pasan en balde.
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